Nos faltaba hilo dedicado a este señor, una de las últimas lagunas y deudas del cine fantástico nacido en los años 70 que que nos quedaban por pagar en este foro. Hooper fue, para muchos, un hombre de un solo éxito, una sola película y adiós. Por supuesto, la película es La matanza de Texas, su segundo filme, y, por supuesto, yo no me cuento entre los que así opinan, más bien creo que tiene un tercio de su filmografía extremadamente cohesionado, coherente y honesto, repleto de títulos míticos, un segundo tercio muy disfrutable, pero cada vez más alejado del primero, y un tercero que le convirtió en hombre a evitar por haber perdido el pulso a la industria, casi por completo.
Pero no nos adelantemos.
Tobe Hooper nace en Austin, Texas, en 1943. La leyenda asegura que su madre estaba viendo una película en el Paramount Theatre cuando empezó a dar a luz, siendo trasladada del cine al hospital. Sus padres regentaban un hotel, que fue escenario de los primeros cortos rodados por nuestro hombre, a la tierna edad de 10 años y en un riguroso formato Súper 8. Como él mismo decía en una entrevista "de pequeño quería ser mago o científico loco. Creo que la mezcla de ambas cosas es director de cine".
Como tantos otros, Hooper fue un autodidacta. Filmó, iluminó y montó gran cantidad de cortometrajes por su cuenta. Empezó trabajando en la emisora de televisión local, donde aprendió a profesionalizarse. Su primer trabajo, la ignota Eggshells, es un film experimental nacido en plena locura del movimiento hippy y su subcultura. La película fue un fracaso (aunque teniendo en cuenta su limitado presupuesto, no creo que arruinara a nadie) y Hooper (como tantos otros antes y después) echó una mirada al cine fantástico para meterla, o sea, meterse, mejor en la industria.
Y así nació La matanza de Texas. 3 veces estuve a punto de verla en televisión siendo niño, y 3 veces mis padres lo prohibieron. La primera vez solo llegué a ver los rótulos iniciales que aseguran que todo lo que ibas a ver, estaba basado en una historia real, lo que me dejó acojonado por varios días. Poco tiene que ver lo que vemos, sin embargo, con la historia en que se inspira, la tristemente célebre vida de Ed Gein, el asesino de Plainfield, fundamentalmente respecto a las cuestiones de vestirte y decorar tu casa con pieles, huesos y partes de cadáveres humanos, y poco más.
Sería inútil y contraproducente intentar hacer algún análisis de La matanza de Texas aquí. Es una de las películas de las que más se ha hablado en toda la historia del cine fantástico, y poco se puede decir de ella que no se haya dicho ya. Rodada con dos duros, usando a actores de arte dramático sin experiencia, en comandita con Kim Henkel (su socio en Eggshells) recibieron 60.000 dólares para filmar la película, que pronto se revelaron insuficientes. Es curioso como a veces surgen talentos como el de Hooper, desconocidos en la industria que, sin medios, incluso sin formación teórica, tienen muy claro lo que quieren y cómo hacerlo (aunque quizás ni ellos mismos sepan porque) y lo hacen, y todo estalla.
Siempre me he preguntado porque ninguna de las posteriores secuelas, remakes y reboots de esta franquicia, han probado a buscar éxito de la misma forma: buscando a un director joven, entusiasta, y dándole un presupuesto reducido, y libertad. En vez de eso, esta ha sido una saga de franquicia comercial, con películas respaldadas por estudios vigilando su inversión, y gastándose en catering lo que Hooper y compañía se gastaron en toda la película.
Sería absurdo también hablar de la enorme influencia que tuvo La matanza de Texas una vez estrenada, y del revulsivo que supuso. Lo cierto es que tampoco era la iniciadora de nada. La noche de los muertos vivientes es del 68, La última casa a la izquierda, del 72, y las películas gore de gente como Herschell Gordon Lewis, databan de los años 60. Quizá todas aquellas películas eran exageradas, o pobretonas de medios, y el tono sucio y semi-documental de esta película marcó la diferencia, no lo sé. Se habló de vómitos, desmayos y mareos en los cines. De proyeccionistas que cortaban la película sin encomendarse a nadie, o de policías que requisaban copias en nombre de la moral y las buenas costumbres. La película fue cortada, retenida, o prohibido su estreno en numerosos países.
También hubo problemas de distribución, y la película estuvo retenida varios años, con el director artístico (Robert Burns) denunciando a Hooper por fraude, juicio de por medio incluido. Salseo extra, que no viene mal nunca a producciones tan llamativas y destinadas a triunfar.
Conseguido el objetivo de llamar la atención a la industria, Hooper logró un contrato con Universal y se trasladó a Los Angeles para continuar con su trabajo, una de las cintas más malsanas e injustamente incomprendidas de la historia: Trampa mortal. Considerada, en su día, una muestra de desconfianza hacia el talento de Hooper, estamos ante un auténtico apéndice de su película previa, que continúa metiendo el dedo en esa podredumbre social de la américa descreída y cínica de los 70, con sus agujeros más hediondos conteniendo secretos inconfesables. Aunque su estructura es sospechosamente comparable al esqueleto argumental de Psicosis, aquí tenemos esa estética sucia y paleta que tan bien se le daba a nuestro hombre.
Judd es un veterano militar, enloquecido por la soledad, adicto a las drogas y alienado del mundo, obsesionado con un cocodrilo de su propiedad, que regenta un motel en medio de los pantanos sureños, el Starlight Motel, por donde casi nunca pasa nadie. Allí llega, sin embargo, una chica que huye de la prostitución y la marginalidad, solo para ser asesinada. Poco después, su padre y su hermana aparecerán por la zona buscándola, y convergerán, junto con otros personajes no menos alucinados, en el dichoso motel.
Repescando a Marilyn Burns, a quien se unen rostros tan conocidos como el de Robert Englund, William Finley o Mel Ferrer, la película es un auténtico catálogo de la misma muestra de suciedad que La matanza... pero los problemas de producción (se rumorea, más o menos fundadamente, que el propio Robert Englund dirigió parte de la película debido a la ausencia de Hooper) y una penosa distribución, la convirtieron en un patito feo. La crítica la destrozó, y he llegado a leer incluso que es una monster movie (afirmación absurda, basada en la presencia del cocodrilo). Esta película, además, tuvo numerosos re-estrenos en autocines, contando para ello con varios títulos completamente distintos, una explotación comercial completamente esquizofrénica. Además de "Death Trap" ha sido Eaten alive, Slaughter hotel o Brutes and savages.
Pequeña joya menospreciada, momentos como la delirante escena de Finley enloqueciendo en la habitación del motel (llegan a incomodar de cojones él y Burns) los paseos de la niña por el subsuelo del hotel, el primer asesinato (con la impresionante guadaña) o ese momento que en mi opinión, divide para siempre esta película de los cientos slashers sin personalidad habidos y por haber, en que Judd, teniendo a su disposición varias víctimas indefensas en el hotel, opta por dejarse caer en un sofá, cansado y hasta los cojones de todo.
A continuación, Hooper empezó una película que no terminó, por desacuerdos de producción (la película es The dark, y la terminó John "Bud" Cardos). Salimos ganando, seguramente, pues el siguiente trabajo de Hooper es esa miniserie, responsable de traumatizar a varias generaciones: El misterio de Salem's Lot. Basada en una obra de un emergente Stephen King, que el productor Richard Kobritz le ofreció a Hooper después de que otros (George A. Romero entre ellos) la rechazaran.
En una época, los 70, en que hacer "tv movies", "miniseries" o "telefilms" había pasado a ser algo revestido de cierto prestigio, y auténtica edad de oro para la tv fantástica, con Dan Curtis a la cabeza (otro que merece, y con creces, post propio) esta miniserie fue un auténtico petardazo a nivel internacional, llegando a conocer incluso una versión (con metraje reducido) estrenada en salas de cine, ese que en España conocimos bajo el in-comprensible título de Phantasma II. El escritor Ben Mears (un David Soul en la cima de su carrera televisiva) decide regresar al pequeño pueblo donde pasó su niñez para escribir una novela, y, quizás, exorcizar algunos traumas de su infancia, relacionados con la misteriosa casa abandonada de los Marsten. Por supuesto, su llegada coincide también con la de dos misteriosos anticuarios, y un montón de extrañas muertes y desapariciones...
Con David Soul, James Mason, Bonnie Bedelia, Lew Ayres y Reggie Nalder entre otros, de esta serie siempre se contaba la misma anécdota familiar, que a la hora de su emisión en TVE1, mis tías se salían al jardín porque no soportaban debido al tremendo miedo que les daba, y no volvían a entrar en casa hasta que terminaba la emisión. Yo la vi por primera vez en un pase por una (entonces) recién nacida Antena3, y siempre recordaré el profundo miedo que pasé con dos escenas, la del niño vampiro en la ventana, y sobre todo, la aparición de Barlow en la cárcel, con esa bombilla sucia oscilando... ¡brutal! Posteriormente, mi padre me compró en VHS la versión reducida, que aún conservo, y que venía enmarcada en una colección VHS bajo el epígrafe "Lo mejor de Stephen King" que incluía la cinta doble de Apocalipsis, Carrie o IT.
Llegó a conocer incluso una barata y bastarda secuela, dirigida por Larry Cohen, y que poco tenía que ver con el original, más allá del título y de un pueblo de vampiros que se alimentaban de las vacas... en fin.
Aunque la miniserie fue un éxito y debió insuflar algo de vida a la carrera de Hooper, que no iba precisamente bien, tras Salem's Lot tenemos otro proyecto inacabado por diferencias creativas, Venom, que finalmente, firmó Piers Haggard, y entonces le llega un nuevo proyecto de Universal: La casa de los horrores. Para el que suscribe, su mejor película después de La matanza, la más redonda, elaborada, sugerente, y fascinante... si exceptuamos Poltergeist, claro (de eso ya hablaremos).
Se encargó al escritor Dean Koontz que escribiese una versión novelada de la película, basada en el guión de Larry Block, de forma que ambas, novela y película, llegasen al mercado al mismo tiempo, y se potenciasen mutuamente. Koontz, que firmó en principio con el pseudónimo de Owen West (posteriormente, la novela ya se ha editado siempre firmada por él) terminó antes que Hooper, que sufrió retrasos en el rodaje. Como consecuencia, la novela llegó antes al mercado, generando cierta confusión (la gente pensó que la película estaba basada en la novela, cuando lo cierto es que el libro es una novelización basada en el guión) y aunque se vendió bien inicialmente, estrenada la película, perdió toda popularidad.
Lo cierto es que leí la novela hace años, y no es posible concebir dos historias más separadas temáticamente, teniendo en cuenta que ambos parten del mismo esquema (jóvenes acechados en el interior de una feria). Así, en la novela hay toda una subtrama en la que vemos que el dueño de la feria es el ex-marido de la madre de la adolescente protagonista, el personaje de la madre, aquí una alcohólica horrorizada por su pasado y refugiada obsesivamente en la religión, cobra una gran importancia, así como el hermano pequeño de la protagonista, que se cuela en la feria con ella y sus amigos, etc.
Ya con el prólogo, la película se marca una escena meta, antes de que le pusieran nombre al metacine: ironiza sobre los (multi-plagiados) iconos de Psicosis y La noche de Halloween, y sin sangre, porque todo es una broma... que podría ser el leit motiv de la película. Todo es charada, todo es representación, hasta que deja de serlo, e incluso entonces, no hay más que ver esa maravillosa set piece del puesto de feria de William Finley para entender el espíritu.
Aunque es una película "de estudio", La casa de los horrores sigue manteniendo el espíritu de Hooper, la graduación del horror mediante pequeños detalles inquietantes que van irrumpiendo en la cotidianidad, y este tono de gran guiñol presente en toda esta parte de su obra: a pesar de su calidad, los retrasos en el rodaje impidieron que Hooper la rematara como él quería (siempre se quejó del enorme problema que era dirigir a centenares de personas en un escenario tan grande y móvil como un parque de atracciones) y su posterior distribución por parte de Universal parece que tampoco fue la adecuada. En cualquier caso, resume, concreta y sintetiza lo que ha sido su obra hasta ahora.
Y luego llega Poltergeist. Según Hooper, en su despacho de Universal se encontró con un libro de hechos paranormales supuestamente auténticos, que había recopilado Robert Wise para documentarse mientras rodaba The haunting. El tema motivó lo suficiente a Hooper para buscar productor... y el resto, como suele decirse, es historia. Una historia en la que creo, las preferencias, filias y fobias personales siempre juegan en contra de la verdad. En este caso, apostaría por una autoría a dos manos, aunque el porcentaje que corresponde a Spielberg y el que corresponde a Hooper, nunca lo sabremos. Lo cierto es que todo el inicio no solo lleva el innegable "sello Amblin" de Spielberg, sino que es perfectamente compatible con el universo de Hooper: así, los pequeños detalles. no necesariamente peligrosos, ni siquiera abiertamente amenazadores, que van enrareciendo el ambiente y sumiendo en el más absoluto caos la plácida cotidianidad de la familia Freeling, hasta concluir con una orgía de fenómenos, ataques y demás, son 100% Hooper, como también lo son los apuntes macabros que salpican la película, especialmente el final...
Poco importa. Autorías y peleas absurdas e inacabables no enturbian el hecho de que considere (¿me paso de la raya?) Poltergeist como la segunda mejor película de terror de la década de los 80.
Cierra con esta película (sea suya o no) la más interesante parte de su filmografía, y abre (y cierra) con su contrato con Cannon Group, la segunda: una tapa de 3 filmes donde Hooper ya nos deja ver lo mejor... y lo peor que está por venir.
Los logros de Lifeforce no se suscriben exclusivamente a las tetas de Mathilda May, ni al hecho de que se pase un tercio de la película paseando por los decorados como la trajo su madre al mundo, para nuestra fiebre y deleite. Las consideraciones sexuales en las que solemos (sí, solemos, yo el primero) perdernos cuando se habla de este filme, no debe llevarnos a obviar que se trata de un divertidísimo film de ciencia ficción con vocación de serie B. Cierto es, así se la ha acusado a veces, que su segundo tercio es algo confuso, e incluso aburrido. Pero es que, después de un primer tercio que es pura maravilla, con el descubrimiento de la nave alien en la cola del cometa Halley, los 3 cuerpos (aparentemente humanos) y los murciélagos gigantes disecados, la recuperación de la nave y la investigación subsiguiente, son tan entretenidos, y van acompañados por un último tercio (inspirado sin verguenza en ¿Que sucedió entonces?) de alto voltaje, de forma que, yo, al menos, le perdono ese nudo narrativo cojo.
Porque es que hablamos de alienígenas, de naves espaciales ocultas en el cometa Halley, de vampiros de otro sistema que se alimentar de la energía vital humana, no precisamente mediante colmillos, de poseídos tomando las calles, lujuria intergaláctica... ¡un completo! Para mí es un sí, como una casa.
Al contrario que la que sigue, Invasores de Marte. Remake de un título mítico del cine de ciencia ficción de los años 50, lo vi de niño en la tele, y, aparte del final con los bichos aliens en la nave, me resultó un coñazo. La volví a revisar hace unos 10 años, y aunque no me pareció el horror, siguió sin gustarme. En realidad, no hay nada especialmente malo en ella, guión de Dan O'Bannon y Don Jakoby, un reparto aceptable, con Karen Black, Timothy Bottoms, Louise Fletcher o James Karen por ahí... simplemente, me resultó siempre, una propuesta poco interesante.
Y ya hay que tener huevos de titanio para llamarte Tobe Hooper y ponerte a dirigir, en pleno 1986, una película llamada "La matanza de Texas 2", bueno, en España, supongo que por cuestiones de derechos, la conocimos como Masacre en Texas 2. El propio Hooper lo admite en declaraciones "Yo no era la persona en la que se pensaba para dirigirla. Pero la Cannon preparó algunos bocetos de lo que tenían en mente, y lo que vi me gustó mucho". Lo cierto es que Hooper demostró inteligencia. Repetir el efecto conseguido con la matanza original, era sencillamente imposible. Eran, no solo otros tiempos, sino otras circunstancias. Muchos directores de clásicos del terror toman una rienda: la primera, desentenderse por completo de posibles secuelas. La segunda, aceptar el rol testimonial de productor de las secuelas, limitándose a poner nombre y cobrar el cheque. La tercera, implicarse a fondo. Y casi nunca sale bien. Creo que solo Sam Raimi puede presumir de ello.
Y Hooper. Donde, en la película del 74, todo era un terror agreste y desolado, aquí es un cachondeo paródico y guasón, sin abandonar en ningún momento el tono de gran guiñol exagerado y sangriento, marca de la casa. Sabedor de la imposibilidad de repetir el efecto, Hooper opta por parodiarse a sí mismo en una película cachonda e imposible de tomar en serio. Un cómic gore, violento y simpático. Si la premisa de que en una aislada casita sureña en el mundo rural, un puñado de locos podían hacer prácticamente lo que se les antojara con quienes llegan a su puerta, sin ser descubiertos, aquí los matarifes son una pandilla de freaks que matan yuppies en plena ciudad, o irrumpen la emisión de una radio con una masacre, sin despeinarse.
Quizá lo peor es un Dennis Hopper en horas bajísimas, con un personaje siniestro y ridículo, imposible de tomar en serio, que habría necesitado de un actor más suelto para hacer de su personaje el chiste que era. Con todo, me resulta una película irresistible, entendiendo lo que es, y probablemente, la única secuela original digna de llamarse película, al menos, hasta que llegó el apañado remake. Oda a la sierra mecánica como instrumento mitológico del cine fantástico, si es que no lo era ya.
En el último tercio de los 80, terminado el contrato con la Cannon, Hooper (como tantos otros) perdió un poco el rumbo. Se refugió en televisión, en series que fueron una auténtica cantera (más bien, cementerio) de directores de la época: Cuentos asombrosos, Historias de la cripta y Las pesadillas de Freddy. No volvió a hacer una película hasta 1990, estrenando el telefilm Peligrosa de noche. La vi hace mucho, y en un horrible y apagadísimo vhs-rip, por lo que puedo decir de ella poco y menos. Con un reparto que mezcla viejas caras del género (Anthony Perkins, Dee Wallace) con alguna cara que irrumpiría en lo 90 (la de Madchen Amick, concretamente) es un producto olvidable sobre una tela maldita.
Muy poco olvidable fue su siguiente trabajo, Combustión espontánea, ya para cine, distribuida por una gran compañía (la Columbia) porque es de las peores películas que he visto jamás. La premisa es poco menos que una reformulación de Ojos de fuego, de Stephen King (cambiando psicodélicos por pruebas nucleares) así, en los años 50, una pareja participa en experimentos con armas nucleares y en el futuro, su hijo (Brad Dourif) va a tener problemas para regular su temperatura corporal, y es que el señor Dourif es nada menos que una central nuclear humana. Bajo esa premisa yace una de las películas que más me han dejado para el arrastre, aburrida y mala como ella sola, y que terminó por enterrar mi fe en el señor Hooper.
Y llegaron los 90 y Tobe Hooper, como tantos otros directores, siguió muy perdido, sin saber encontrar su sitio en una industria agonizante, la del cine fantástico, que hasta 1996, año en que Scream lo cambió todo para que todo siguiera igual, era algo así como una mezcla de cementerio de viejas glorias haciendo cosas en la tele, y un gigantesco mercado-escaparate de películas baratas para vídeo y televisión por cable americana.
He visto Terror sin fin, que conocí gracias a un artículo donde entrevistaban a su protagonista, Robert Englund, artículo que apareció en la mítica revista Fangoria editada por Zinco. Era la época en que Freddy "estaba muerto" (tras Pesadilla final: La muerte de Freddy) y el bueno de Englund también buscaba su sitio en la industria. En Terror sin fin, Englund interpreta a un descendiente del mismísimo Marqués De Sade, y también al mismo marqués, en flashbacks y alucinaciones varias. Y es que la historia trata de una muchacha que visita a su padre, un arqueólogo que trabaja en el Cairo, para dejarse seducir por una especie de secta sadomaso. Todo muy noventero, en el peor sentido que le queráis dar al término, muy olvidable.
De Hooper es también el tercer segmento de Body Bags, producto televisivo firmado también por John Carpenter. No carente de interés (aunque Carpenter gana por goleada, claro) su segmento trata sobre un jugador de béisbol que se queda tuerto. Un médico le propone realizar un revolucionario trasplante, con tan mala fortuna de que el "donante" resulta ser un misógino y traumatizado asesino en serie. A partir de ese momento, el jugador de béisbol, interpretado por Mark Hamill, empieza a tener visiones de extrema violencia, y ataques de ira que ponen en peligro a los suyos. Bastante gore, por lo que recuerdo, no es molesto, pero sigo quedándome con cualquiera de los otros dos segmentos de esa cinta, firmados por Carpenter.
En 1995, alternando con telefilms y series, llegó The Mangler, estrenada aquí en España (tras, sospecho, bastantes problemas de distribución) Alianza macabra. Anduve tras ella mucho tiempo, pues se basa en uno de los mejores, si no el mejor relato de la antología de Stephen King El umbral de la noche, el relato, La trituradora, sobre una máquina de lavandería industrial poseída por un demonio con ansia de sangre. Una premisa tan, en principio, ridícula, en el relato conseguía crear una atmósfera tensa y creíble. Tanto esfuerzo en buscarla durante años, para nada, la película es un truño intragable que no salva ni la presencia de Englund, y creo recordar que ni la acabé. Tampoco recuerdo casi nada de su trabajo para la serie Masters of horrors. Y creo que no he visto nada más suyo, aunque el remake de El asesino de la caja de herramientas es, dicen, un trabajo muy suyo (para bien) y muy reivindicable, quizá algún día lo vea.
Sirva pues el post de homenaje veraniego a un hombre que llegó, vio, y algo bueno hizo, aunque no todo fue bueno. Tobe nos dejó en 2017 (han pasado ya 5 años, el homenaje llega con pelín retraso) pero la sierra mecánica pervive.
Además, ¡es el tío que dirigió Poltergeist!
Pero no nos adelantemos.
Tobe Hooper nace en Austin, Texas, en 1943. La leyenda asegura que su madre estaba viendo una película en el Paramount Theatre cuando empezó a dar a luz, siendo trasladada del cine al hospital. Sus padres regentaban un hotel, que fue escenario de los primeros cortos rodados por nuestro hombre, a la tierna edad de 10 años y en un riguroso formato Súper 8. Como él mismo decía en una entrevista "de pequeño quería ser mago o científico loco. Creo que la mezcla de ambas cosas es director de cine".
Como tantos otros, Hooper fue un autodidacta. Filmó, iluminó y montó gran cantidad de cortometrajes por su cuenta. Empezó trabajando en la emisora de televisión local, donde aprendió a profesionalizarse. Su primer trabajo, la ignota Eggshells, es un film experimental nacido en plena locura del movimiento hippy y su subcultura. La película fue un fracaso (aunque teniendo en cuenta su limitado presupuesto, no creo que arruinara a nadie) y Hooper (como tantos otros antes y después) echó una mirada al cine fantástico para meterla, o sea, meterse, mejor en la industria.
Y así nació La matanza de Texas. 3 veces estuve a punto de verla en televisión siendo niño, y 3 veces mis padres lo prohibieron. La primera vez solo llegué a ver los rótulos iniciales que aseguran que todo lo que ibas a ver, estaba basado en una historia real, lo que me dejó acojonado por varios días. Poco tiene que ver lo que vemos, sin embargo, con la historia en que se inspira, la tristemente célebre vida de Ed Gein, el asesino de Plainfield, fundamentalmente respecto a las cuestiones de vestirte y decorar tu casa con pieles, huesos y partes de cadáveres humanos, y poco más.
Sería inútil y contraproducente intentar hacer algún análisis de La matanza de Texas aquí. Es una de las películas de las que más se ha hablado en toda la historia del cine fantástico, y poco se puede decir de ella que no se haya dicho ya. Rodada con dos duros, usando a actores de arte dramático sin experiencia, en comandita con Kim Henkel (su socio en Eggshells) recibieron 60.000 dólares para filmar la película, que pronto se revelaron insuficientes. Es curioso como a veces surgen talentos como el de Hooper, desconocidos en la industria que, sin medios, incluso sin formación teórica, tienen muy claro lo que quieren y cómo hacerlo (aunque quizás ni ellos mismos sepan porque) y lo hacen, y todo estalla.
Siempre me he preguntado porque ninguna de las posteriores secuelas, remakes y reboots de esta franquicia, han probado a buscar éxito de la misma forma: buscando a un director joven, entusiasta, y dándole un presupuesto reducido, y libertad. En vez de eso, esta ha sido una saga de franquicia comercial, con películas respaldadas por estudios vigilando su inversión, y gastándose en catering lo que Hooper y compañía se gastaron en toda la película.
Sería absurdo también hablar de la enorme influencia que tuvo La matanza de Texas una vez estrenada, y del revulsivo que supuso. Lo cierto es que tampoco era la iniciadora de nada. La noche de los muertos vivientes es del 68, La última casa a la izquierda, del 72, y las películas gore de gente como Herschell Gordon Lewis, databan de los años 60. Quizá todas aquellas películas eran exageradas, o pobretonas de medios, y el tono sucio y semi-documental de esta película marcó la diferencia, no lo sé. Se habló de vómitos, desmayos y mareos en los cines. De proyeccionistas que cortaban la película sin encomendarse a nadie, o de policías que requisaban copias en nombre de la moral y las buenas costumbres. La película fue cortada, retenida, o prohibido su estreno en numerosos países.
También hubo problemas de distribución, y la película estuvo retenida varios años, con el director artístico (Robert Burns) denunciando a Hooper por fraude, juicio de por medio incluido. Salseo extra, que no viene mal nunca a producciones tan llamativas y destinadas a triunfar.
Conseguido el objetivo de llamar la atención a la industria, Hooper logró un contrato con Universal y se trasladó a Los Angeles para continuar con su trabajo, una de las cintas más malsanas e injustamente incomprendidas de la historia: Trampa mortal. Considerada, en su día, una muestra de desconfianza hacia el talento de Hooper, estamos ante un auténtico apéndice de su película previa, que continúa metiendo el dedo en esa podredumbre social de la américa descreída y cínica de los 70, con sus agujeros más hediondos conteniendo secretos inconfesables. Aunque su estructura es sospechosamente comparable al esqueleto argumental de Psicosis, aquí tenemos esa estética sucia y paleta que tan bien se le daba a nuestro hombre.

Repescando a Marilyn Burns, a quien se unen rostros tan conocidos como el de Robert Englund, William Finley o Mel Ferrer, la película es un auténtico catálogo de la misma muestra de suciedad que La matanza... pero los problemas de producción (se rumorea, más o menos fundadamente, que el propio Robert Englund dirigió parte de la película debido a la ausencia de Hooper) y una penosa distribución, la convirtieron en un patito feo. La crítica la destrozó, y he llegado a leer incluso que es una monster movie (afirmación absurda, basada en la presencia del cocodrilo). Esta película, además, tuvo numerosos re-estrenos en autocines, contando para ello con varios títulos completamente distintos, una explotación comercial completamente esquizofrénica. Además de "Death Trap" ha sido Eaten alive, Slaughter hotel o Brutes and savages.
Pequeña joya menospreciada, momentos como la delirante escena de Finley enloqueciendo en la habitación del motel (llegan a incomodar de cojones él y Burns) los paseos de la niña por el subsuelo del hotel, el primer asesinato (con la impresionante guadaña) o ese momento que en mi opinión, divide para siempre esta película de los cientos slashers sin personalidad habidos y por haber, en que Judd, teniendo a su disposición varias víctimas indefensas en el hotel, opta por dejarse caer en un sofá, cansado y hasta los cojones de todo.
A continuación, Hooper empezó una película que no terminó, por desacuerdos de producción (la película es The dark, y la terminó John "Bud" Cardos). Salimos ganando, seguramente, pues el siguiente trabajo de Hooper es esa miniserie, responsable de traumatizar a varias generaciones: El misterio de Salem's Lot. Basada en una obra de un emergente Stephen King, que el productor Richard Kobritz le ofreció a Hooper después de que otros (George A. Romero entre ellos) la rechazaran.

En una época, los 70, en que hacer "tv movies", "miniseries" o "telefilms" había pasado a ser algo revestido de cierto prestigio, y auténtica edad de oro para la tv fantástica, con Dan Curtis a la cabeza (otro que merece, y con creces, post propio) esta miniserie fue un auténtico petardazo a nivel internacional, llegando a conocer incluso una versión (con metraje reducido) estrenada en salas de cine, ese que en España conocimos bajo el in-comprensible título de Phantasma II. El escritor Ben Mears (un David Soul en la cima de su carrera televisiva) decide regresar al pequeño pueblo donde pasó su niñez para escribir una novela, y, quizás, exorcizar algunos traumas de su infancia, relacionados con la misteriosa casa abandonada de los Marsten. Por supuesto, su llegada coincide también con la de dos misteriosos anticuarios, y un montón de extrañas muertes y desapariciones...
Con David Soul, James Mason, Bonnie Bedelia, Lew Ayres y Reggie Nalder entre otros, de esta serie siempre se contaba la misma anécdota familiar, que a la hora de su emisión en TVE1, mis tías se salían al jardín porque no soportaban debido al tremendo miedo que les daba, y no volvían a entrar en casa hasta que terminaba la emisión. Yo la vi por primera vez en un pase por una (entonces) recién nacida Antena3, y siempre recordaré el profundo miedo que pasé con dos escenas, la del niño vampiro en la ventana, y sobre todo, la aparición de Barlow en la cárcel, con esa bombilla sucia oscilando... ¡brutal! Posteriormente, mi padre me compró en VHS la versión reducida, que aún conservo, y que venía enmarcada en una colección VHS bajo el epígrafe "Lo mejor de Stephen King" que incluía la cinta doble de Apocalipsis, Carrie o IT.
Llegó a conocer incluso una barata y bastarda secuela, dirigida por Larry Cohen, y que poco tenía que ver con el original, más allá del título y de un pueblo de vampiros que se alimentaban de las vacas... en fin.
Aunque la miniserie fue un éxito y debió insuflar algo de vida a la carrera de Hooper, que no iba precisamente bien, tras Salem's Lot tenemos otro proyecto inacabado por diferencias creativas, Venom, que finalmente, firmó Piers Haggard, y entonces le llega un nuevo proyecto de Universal: La casa de los horrores. Para el que suscribe, su mejor película después de La matanza, la más redonda, elaborada, sugerente, y fascinante... si exceptuamos Poltergeist, claro (de eso ya hablaremos).
Se encargó al escritor Dean Koontz que escribiese una versión novelada de la película, basada en el guión de Larry Block, de forma que ambas, novela y película, llegasen al mercado al mismo tiempo, y se potenciasen mutuamente. Koontz, que firmó en principio con el pseudónimo de Owen West (posteriormente, la novela ya se ha editado siempre firmada por él) terminó antes que Hooper, que sufrió retrasos en el rodaje. Como consecuencia, la novela llegó antes al mercado, generando cierta confusión (la gente pensó que la película estaba basada en la novela, cuando lo cierto es que el libro es una novelización basada en el guión) y aunque se vendió bien inicialmente, estrenada la película, perdió toda popularidad.
Lo cierto es que leí la novela hace años, y no es posible concebir dos historias más separadas temáticamente, teniendo en cuenta que ambos parten del mismo esquema (jóvenes acechados en el interior de una feria). Así, en la novela hay toda una subtrama en la que vemos que el dueño de la feria es el ex-marido de la madre de la adolescente protagonista, el personaje de la madre, aquí una alcohólica horrorizada por su pasado y refugiada obsesivamente en la religión, cobra una gran importancia, así como el hermano pequeño de la protagonista, que se cuela en la feria con ella y sus amigos, etc.

Ya con el prólogo, la película se marca una escena meta, antes de que le pusieran nombre al metacine: ironiza sobre los (multi-plagiados) iconos de Psicosis y La noche de Halloween, y sin sangre, porque todo es una broma... que podría ser el leit motiv de la película. Todo es charada, todo es representación, hasta que deja de serlo, e incluso entonces, no hay más que ver esa maravillosa set piece del puesto de feria de William Finley para entender el espíritu.
Aunque es una película "de estudio", La casa de los horrores sigue manteniendo el espíritu de Hooper, la graduación del horror mediante pequeños detalles inquietantes que van irrumpiendo en la cotidianidad, y este tono de gran guiñol presente en toda esta parte de su obra: a pesar de su calidad, los retrasos en el rodaje impidieron que Hooper la rematara como él quería (siempre se quejó del enorme problema que era dirigir a centenares de personas en un escenario tan grande y móvil como un parque de atracciones) y su posterior distribución por parte de Universal parece que tampoco fue la adecuada. En cualquier caso, resume, concreta y sintetiza lo que ha sido su obra hasta ahora.
Y luego llega Poltergeist. Según Hooper, en su despacho de Universal se encontró con un libro de hechos paranormales supuestamente auténticos, que había recopilado Robert Wise para documentarse mientras rodaba The haunting. El tema motivó lo suficiente a Hooper para buscar productor... y el resto, como suele decirse, es historia. Una historia en la que creo, las preferencias, filias y fobias personales siempre juegan en contra de la verdad. En este caso, apostaría por una autoría a dos manos, aunque el porcentaje que corresponde a Spielberg y el que corresponde a Hooper, nunca lo sabremos. Lo cierto es que todo el inicio no solo lleva el innegable "sello Amblin" de Spielberg, sino que es perfectamente compatible con el universo de Hooper: así, los pequeños detalles. no necesariamente peligrosos, ni siquiera abiertamente amenazadores, que van enrareciendo el ambiente y sumiendo en el más absoluto caos la plácida cotidianidad de la familia Freeling, hasta concluir con una orgía de fenómenos, ataques y demás, son 100% Hooper, como también lo son los apuntes macabros que salpican la película, especialmente el final...

Poco importa. Autorías y peleas absurdas e inacabables no enturbian el hecho de que considere (¿me paso de la raya?) Poltergeist como la segunda mejor película de terror de la década de los 80.
Cierra con esta película (sea suya o no) la más interesante parte de su filmografía, y abre (y cierra) con su contrato con Cannon Group, la segunda: una tapa de 3 filmes donde Hooper ya nos deja ver lo mejor... y lo peor que está por venir.
Los logros de Lifeforce no se suscriben exclusivamente a las tetas de Mathilda May, ni al hecho de que se pase un tercio de la película paseando por los decorados como la trajo su madre al mundo, para nuestra fiebre y deleite. Las consideraciones sexuales en las que solemos (sí, solemos, yo el primero) perdernos cuando se habla de este filme, no debe llevarnos a obviar que se trata de un divertidísimo film de ciencia ficción con vocación de serie B. Cierto es, así se la ha acusado a veces, que su segundo tercio es algo confuso, e incluso aburrido. Pero es que, después de un primer tercio que es pura maravilla, con el descubrimiento de la nave alien en la cola del cometa Halley, los 3 cuerpos (aparentemente humanos) y los murciélagos gigantes disecados, la recuperación de la nave y la investigación subsiguiente, son tan entretenidos, y van acompañados por un último tercio (inspirado sin verguenza en ¿Que sucedió entonces?) de alto voltaje, de forma que, yo, al menos, le perdono ese nudo narrativo cojo.
Porque es que hablamos de alienígenas, de naves espaciales ocultas en el cometa Halley, de vampiros de otro sistema que se alimentar de la energía vital humana, no precisamente mediante colmillos, de poseídos tomando las calles, lujuria intergaláctica... ¡un completo! Para mí es un sí, como una casa.

Al contrario que la que sigue, Invasores de Marte. Remake de un título mítico del cine de ciencia ficción de los años 50, lo vi de niño en la tele, y, aparte del final con los bichos aliens en la nave, me resultó un coñazo. La volví a revisar hace unos 10 años, y aunque no me pareció el horror, siguió sin gustarme. En realidad, no hay nada especialmente malo en ella, guión de Dan O'Bannon y Don Jakoby, un reparto aceptable, con Karen Black, Timothy Bottoms, Louise Fletcher o James Karen por ahí... simplemente, me resultó siempre, una propuesta poco interesante.
Y ya hay que tener huevos de titanio para llamarte Tobe Hooper y ponerte a dirigir, en pleno 1986, una película llamada "La matanza de Texas 2", bueno, en España, supongo que por cuestiones de derechos, la conocimos como Masacre en Texas 2. El propio Hooper lo admite en declaraciones "Yo no era la persona en la que se pensaba para dirigirla. Pero la Cannon preparó algunos bocetos de lo que tenían en mente, y lo que vi me gustó mucho". Lo cierto es que Hooper demostró inteligencia. Repetir el efecto conseguido con la matanza original, era sencillamente imposible. Eran, no solo otros tiempos, sino otras circunstancias. Muchos directores de clásicos del terror toman una rienda: la primera, desentenderse por completo de posibles secuelas. La segunda, aceptar el rol testimonial de productor de las secuelas, limitándose a poner nombre y cobrar el cheque. La tercera, implicarse a fondo. Y casi nunca sale bien. Creo que solo Sam Raimi puede presumir de ello.
Y Hooper. Donde, en la película del 74, todo era un terror agreste y desolado, aquí es un cachondeo paródico y guasón, sin abandonar en ningún momento el tono de gran guiñol exagerado y sangriento, marca de la casa. Sabedor de la imposibilidad de repetir el efecto, Hooper opta por parodiarse a sí mismo en una película cachonda e imposible de tomar en serio. Un cómic gore, violento y simpático. Si la premisa de que en una aislada casita sureña en el mundo rural, un puñado de locos podían hacer prácticamente lo que se les antojara con quienes llegan a su puerta, sin ser descubiertos, aquí los matarifes son una pandilla de freaks que matan yuppies en plena ciudad, o irrumpen la emisión de una radio con una masacre, sin despeinarse.

Quizá lo peor es un Dennis Hopper en horas bajísimas, con un personaje siniestro y ridículo, imposible de tomar en serio, que habría necesitado de un actor más suelto para hacer de su personaje el chiste que era. Con todo, me resulta una película irresistible, entendiendo lo que es, y probablemente, la única secuela original digna de llamarse película, al menos, hasta que llegó el apañado remake. Oda a la sierra mecánica como instrumento mitológico del cine fantástico, si es que no lo era ya.
En el último tercio de los 80, terminado el contrato con la Cannon, Hooper (como tantos otros) perdió un poco el rumbo. Se refugió en televisión, en series que fueron una auténtica cantera (más bien, cementerio) de directores de la época: Cuentos asombrosos, Historias de la cripta y Las pesadillas de Freddy. No volvió a hacer una película hasta 1990, estrenando el telefilm Peligrosa de noche. La vi hace mucho, y en un horrible y apagadísimo vhs-rip, por lo que puedo decir de ella poco y menos. Con un reparto que mezcla viejas caras del género (Anthony Perkins, Dee Wallace) con alguna cara que irrumpiría en lo 90 (la de Madchen Amick, concretamente) es un producto olvidable sobre una tela maldita.
Muy poco olvidable fue su siguiente trabajo, Combustión espontánea, ya para cine, distribuida por una gran compañía (la Columbia) porque es de las peores películas que he visto jamás. La premisa es poco menos que una reformulación de Ojos de fuego, de Stephen King (cambiando psicodélicos por pruebas nucleares) así, en los años 50, una pareja participa en experimentos con armas nucleares y en el futuro, su hijo (Brad Dourif) va a tener problemas para regular su temperatura corporal, y es que el señor Dourif es nada menos que una central nuclear humana. Bajo esa premisa yace una de las películas que más me han dejado para el arrastre, aburrida y mala como ella sola, y que terminó por enterrar mi fe en el señor Hooper.
Y llegaron los 90 y Tobe Hooper, como tantos otros directores, siguió muy perdido, sin saber encontrar su sitio en una industria agonizante, la del cine fantástico, que hasta 1996, año en que Scream lo cambió todo para que todo siguiera igual, era algo así como una mezcla de cementerio de viejas glorias haciendo cosas en la tele, y un gigantesco mercado-escaparate de películas baratas para vídeo y televisión por cable americana.

He visto Terror sin fin, que conocí gracias a un artículo donde entrevistaban a su protagonista, Robert Englund, artículo que apareció en la mítica revista Fangoria editada por Zinco. Era la época en que Freddy "estaba muerto" (tras Pesadilla final: La muerte de Freddy) y el bueno de Englund también buscaba su sitio en la industria. En Terror sin fin, Englund interpreta a un descendiente del mismísimo Marqués De Sade, y también al mismo marqués, en flashbacks y alucinaciones varias. Y es que la historia trata de una muchacha que visita a su padre, un arqueólogo que trabaja en el Cairo, para dejarse seducir por una especie de secta sadomaso. Todo muy noventero, en el peor sentido que le queráis dar al término, muy olvidable.
De Hooper es también el tercer segmento de Body Bags, producto televisivo firmado también por John Carpenter. No carente de interés (aunque Carpenter gana por goleada, claro) su segmento trata sobre un jugador de béisbol que se queda tuerto. Un médico le propone realizar un revolucionario trasplante, con tan mala fortuna de que el "donante" resulta ser un misógino y traumatizado asesino en serie. A partir de ese momento, el jugador de béisbol, interpretado por Mark Hamill, empieza a tener visiones de extrema violencia, y ataques de ira que ponen en peligro a los suyos. Bastante gore, por lo que recuerdo, no es molesto, pero sigo quedándome con cualquiera de los otros dos segmentos de esa cinta, firmados por Carpenter.
En 1995, alternando con telefilms y series, llegó The Mangler, estrenada aquí en España (tras, sospecho, bastantes problemas de distribución) Alianza macabra. Anduve tras ella mucho tiempo, pues se basa en uno de los mejores, si no el mejor relato de la antología de Stephen King El umbral de la noche, el relato, La trituradora, sobre una máquina de lavandería industrial poseída por un demonio con ansia de sangre. Una premisa tan, en principio, ridícula, en el relato conseguía crear una atmósfera tensa y creíble. Tanto esfuerzo en buscarla durante años, para nada, la película es un truño intragable que no salva ni la presencia de Englund, y creo recordar que ni la acabé. Tampoco recuerdo casi nada de su trabajo para la serie Masters of horrors. Y creo que no he visto nada más suyo, aunque el remake de El asesino de la caja de herramientas es, dicen, un trabajo muy suyo (para bien) y muy reivindicable, quizá algún día lo vea.
Sirva pues el post de homenaje veraniego a un hombre que llegó, vio, y algo bueno hizo, aunque no todo fue bueno. Tobe nos dejó en 2017 (han pasado ya 5 años, el homenaje llega con pelín retraso) pero la sierra mecánica pervive.
Además, ¡es el tío que dirigió Poltergeist!