Toshiro Kurosawa
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Cada vez que algunos conocidos me preguntan acerca de un restaurante me pongo a temblar, me pienso dos veces si contestar o no contestar, se me "demuda la faz"; pero después mi yo interior se viste de cuero negro y tachuelas y se somete al placer del lacerante y gratuito flagelo de quien tienes en frente...
Se trata de, parafraseando a Magnolia, los "gourmets de garrafón"; estos individuos entienden de vino mirando la etiqueta y reconocen la calidad de la comida por el precio o la decoración del local; observo fascinado como les abren el segundo vino más caro de la carta, que prueban tras la decantación con el clásico meneito de copa propio de los grandes someliers y luego cuando se acaban la botella, piden el tercero más caro de la carta, que es de otra cosecha, de otra añada o de otra denominación, y se enfadan porque está muy malo... Es de rigor que siempre dejen al menos un plato con tan solo un par de bocados, o que devuelvan la carne porque está poco hecha, o que suelten comentarios sobre la frescura del marisco aunque no sepan distinguir un gambón de un langostino.
Y después, tras el espectáculo sonrojante, tienes que aguantar sus reproches y "putas mierdas de sitio"... siempre digo, "no quiero repetir esta situación", pero caigo, una y otra vez, así que lo mio debe ser purito abandono al placer sadomasoquista indescriptible y sin límites.
¿Que cosas os producen esta extraña satisfacción sadomasoquista? ¿Reservar mesas en restaurantes para grupos que luego están todo el rato cagándose en tus muertos por la elección? ¿Prestar películas a los amigos para que os las devuelvan con desgana, o rotas, y os iluminen sobre lo malas que son y lo frikis que sois? ¿Invitar a familiares a tu casa que para que se pasen la velada haciendo comentarios despectivos sobre la decoración de tu hogar?
Se trata de, parafraseando a Magnolia, los "gourmets de garrafón"; estos individuos entienden de vino mirando la etiqueta y reconocen la calidad de la comida por el precio o la decoración del local; observo fascinado como les abren el segundo vino más caro de la carta, que prueban tras la decantación con el clásico meneito de copa propio de los grandes someliers y luego cuando se acaban la botella, piden el tercero más caro de la carta, que es de otra cosecha, de otra añada o de otra denominación, y se enfadan porque está muy malo... Es de rigor que siempre dejen al menos un plato con tan solo un par de bocados, o que devuelvan la carne porque está poco hecha, o que suelten comentarios sobre la frescura del marisco aunque no sepan distinguir un gambón de un langostino.
Y después, tras el espectáculo sonrojante, tienes que aguantar sus reproches y "putas mierdas de sitio"... siempre digo, "no quiero repetir esta situación", pero caigo, una y otra vez, así que lo mio debe ser purito abandono al placer sadomasoquista indescriptible y sin límites.
¿Que cosas os producen esta extraña satisfacción sadomasoquista? ¿Reservar mesas en restaurantes para grupos que luego están todo el rato cagándose en tus muertos por la elección? ¿Prestar películas a los amigos para que os las devuelvan con desgana, o rotas, y os iluminen sobre lo malas que son y lo frikis que sois? ¿Invitar a familiares a tu casa que para que se pasen la velada haciendo comentarios despectivos sobre la decoración de tu hogar?