
Vista a ciegas Harakiri (¿o es Seppuku?)... y me ha parecido MONUMENTAL, una cosa tremenda, muestra impecable de lo que puede ser el arte cinematográfico. Gracias a los que la recomendaron (Groucho, sikander, Lerink, etc).
Esto sucede en el Japón del siglo XVII, en el que la paz ha llegado y muchos samurais viven en la miseria. A la casa de un clan llega un día uno de estos samurais acabados, pidiendo que le monten una ceremonia de suicidio (no puede hacerse de cualquier manera)... pero antes quiere que los jefes del clan escuchen lo que le ha llevado al suicidio.
Contar más sería destripar (¡badum-psss!) la película. Es un cuento trágico que habla del honor, de lo fácilmente que puede convertirse en soberbia y en venganza; fascina cómo no condena nada, sino que hace preguntarse hasta dónde sí y hasta dónde no... Hay un dominio acojonante del papel del narrador (potente Nakadai) como alter ego del propio Kobayashi, que va contando su historia en flashbacks a los miembros del clan y a nosotros mismos; he visto pocas películas con una narrativa tan sencilla y tan intrincada al mismo tiempo, además de ágil: más de dos horas que pasan volando.

Pero donde se vuelve una gozada es en lo visual: no hay plano que no parezca pensado al milímetro, hay simetrías perfectas, hay una cámara que se mueve sin que te des cuenta, hay un trabajo alucinante de composición, de aprovechar entorno (ese cementerio), de AUTORÍA. Y una escalada de tensión resuelta con brotes de violencia colocados en el momento justo; violencia de la que duele, de la de sangre inesperada y agarrarte el estómago con dolor ajeno (los que la hayan visto saben exactamente a qué escena me refiero: BAMBÚ. Sólo con recordarla ya duele).
De verdad que es una cosa muy grande.
No sabía nada del Kobayashi más allá de oír títulos suyos alguna vez: tras ésta, Samurai rebellion o Kwaidan tienen una pinta genial. Os he estado leyendo a algunos en el hilo del cine japo, ¡ahora no os escondáis!