Te metes en el Instagram de la chavala, y en apariencia no se diferencia en nada de la típica veinteañera que muestra vidorra y lujos en sus redes. Yo sé lo que es estar en una depresión de la que piensas que lo mejor es irte ya al otro barrio, y lo último que me apetecía era sonreír para una foto desde una playa de Tailandia. En ese estado te encierras en un boquete oscuro mientras los demonios de tu cabeza te van devorando por dentro. Que no dudo de los abusos que ha sufrido. Yo no he pasado ni la mitad de la mitad que habrá pasado la pobre, pero estás anunciando tu muerte inminente mientras disfrutas de las aguas cristalinas de paraísos terrestres. Es un poco frívolo.