
Mi nombre es Thomas Veil, o eso creía. Soy fotógrafo. Lo tenía todo: Alison, mi esposa que me amaba, amigos, una carrera... y en un instante lo perdí todo.
Por culpa de una fotografía. Está en mi poder, Ellos la quieren, y harán cualquier cosa para conseguir los negativos.
Escribo este diario como prueba de que estos hechos son verídicos.
¡Tienen que serlo!
Por culpa de una fotografía. Está en mi poder, Ellos la quieren, y harán cualquier cosa para conseguir los negativos.
Escribo este diario como prueba de que estos hechos son verídicos.
¡Tienen que serlo!
Seguro que muchos recordaréis (o quizá no, ahí está la gracia) que en pleno fervor conspiranoico noventero, provocado por el fenómeno social que fue la serie Expediente X, llegó a nuestras parrillas esta serie de 1995, Sin identidad. No fue la única serie de ese palo que vimos; ahí estaba El elegido, sobre una invasión extraterrestre que un solo hombre conocía, e intentaba detener, y seguro que otras que no conozco o se me escapan. Pero esta se está convirtiendo en mi favorita de lejos; de hecho su base me parece más atractiva que la de Expediente X, aunque no llegue a alcanzar (excepto en gloriosas ocasiones) la calidad de aquella.
La historia, contada en un Piloto cojonudo, quizás el mejor episodio de la serie, es simple: Thomas Veil, el clásico tío simpático, con cierto prestigio como fotógrafo, pero un hombre corriente. Está montando una exposición con varias de sus fotos, y una de ellas le causará problemas... no se sabe porqué, no se sabe qué es lo que contiene, que se ve que no debería verse, pero a alguien no le gusta, y decide hacerla desaparecer. Y a Thomas con ella, por supuesto.
Durante una cena con su mujer, para celebrar el éxito de la exposición, su vida desaparece. Él va al lavabo, y al regresar ni su mujer, ni el personal del restaurante (del que es cliente habitual) le conocen de nada, sus tarjetas de crédito no sirven, y su mujer vive ahora en su casa con otro tío. No hay registro de que exista un tal Tom Veil, en ninguna parte. Menudo shock. Con semejante papeleta, no es raro acabar en un manicomio.

Evidentemente, todo esto no es mandato divino, ni cosa de extraterrestres, sino de poderosas organizaciones en la sombra, muy en boga por aquella época: unos extraños individuos vigilarán todos los movimientos de Veil, y una vez internado en el manicomio, todo se convierte en una oscura sombra de paranoia y sospecha: el director del manicomio (¿de verdad es un manicomio?) insiste en que, si su historia es real, le de los negativos para probarlo. Thomas tendrá que ir abriéndose camino entre la locura, qué es real y qué es montaje, para intentar escapar y conservar su identidad.
La serie se convierte, tras el piloto, en una mezcla de El fugitivo y El prisionero; Thomas viaja por las carreteras de América buscando probar su propia existencia, y demostrar la de esos intereses ocultos que le han destrozado la vida. Siempre con dudas. ¿Su mujer, su madre, sus amigos, están metidos en el ajo, todos? ¿Les obligaron? ¿O se ha vuelto realmente loco? El "Tienen que serlo" que cierra la presentación inicial de cada capítulo es toda una declaración de intenciones: sin pruebas tangibles de que la persona que estás seguro de ser exista, con un montón de gente intentando convencerte de lo contrario, ¿no dudaríamos todos?

La dichosa fotito de marras: Hidden Agenda, se llamaba
De hecho hay un episodio magnífico donde Thomas descubre un pueblo compuesto por gente como él, a la que esas organizaciones en la sombra despojaron de vida y persiguieron hasta casi enloquecerlos. El pueblo es seguro, está protegido, todos sus habitantes están a salvo de "Ellos"... pero la pertenencia es obligatoria. En realidad, ese pueblo no es la libertad, sino la misma esclavitud, con dueños diferentes (el líder del pueblo, que no deja de recordar que fue elegido democráticamente, pero no duda en matar a cualquiera que amenace con despojarle de su poder).

De momento llevo vistos diez episodios, estoy muy enganchado, y hay algunos muy buenos. Una de las mejores ideas, el protagonista está en un bar y ve una serie... que es esta, la que el espectador está viendo. Es decir, son sus vivencias, representadas por actores. Es increíble lo bien conseguido que está, la sensación de humillación que siente el protagonista, de ver tu tragedia convertida en una teleserie cutre; por supuesto que Ellos están detrás de la serie y es un método para comprobar hasta qué punto Thomas es predecible.

La serie solo tuvo una temporada, de 20 tantos episodios, emitida íntegramente en España, pero yo nunca tuve ocasión de verla, aunque sí la conocí por un artículo que dedicaron a series perdidas en viruete.com. Hace poco me pude "encontrar" todos los episodios con su doblaje en castellano y decidí repescarla. Y coño, que si, que está bastante bien, y te engancha aunque después del piloto, vienen uno o dos que son bastante flojos, por ahora está mejorando.
Aunque la serie probablemente no fue un éxito, si tiene calidad. Y para mi, el gran motivo que provoca que te enganche y te impliques, es su protagonista, Bruce Greenwood. Es un actor de esos que a mi me gustan y que cada vez abundan menos, con pinta de... de persona normal. De tío que te puedes encontrar por la calle; su carácter abierto (aunque cada vez menos, por sus circunstancias) y sus ganas de recuperar su vida consiguen que empatices muy bien con él. De secundarios, por ahora he visto a una Carrie Anne Moss que por la época no debía ser famosa todavía, le faltaban unos añitos para Memento y Matrix, y al gran secundario Dean Stockwell interpretando a otro tipo que, de joven, también fue perseguido, y que es una especie de reflejo futuro (o mejor, ausente de futuro) de lo que le puede esperar al bueno de Thomas.
Muy recomendable, por ahora. Si tenéis la oportunidad de echarle un vistazo, de entrada solo por el piloto merece la pena verla.
