Monstruoso cagarrote, de uno de los realizadores más audiovisualmente autoeliminatorios de la historia del cine. Alguien que con sus propuestas, sin pensar en lo que va a filmar, eclipsa todo lo que hubiera abajo, no le importa en absoluto y encima consigue crear artificio por artificio, consiguiendo una falsedad que te evade (para mal) por completo del producto.
Actores mal o peor que mal (algunos llevan un rollo teatral pro-humorístico para viejas), historia que no le importa ni al de vestuario (que no lo hace mal, como el músico o el director de arte, pero que Wright se los carga, haciendo que ellos mismos se carguen la peli) y una adaptación absolutamente demencial que termina con un plano que define el experimento formal, de la mejor manera posible (sin ser consciente): LA HIERBA CIEGA A LA PLATEA Y NO DEJA VER EL CAMPO.
Wright, ciao. Debiste quedarte con tu rollo de Orgullo y prejuicio, donde entendías lo que filmabas y experimentabas sin destruirte.