Breve encuentro
Mucho cuidado con el amor, que empieza así a lo tonto como una cosa insignificante, metiéndose en tu ojo. Su siguiente fase, una simple amistad que en realidad es algo más. Lo es porque te sientes culpable, sabes que haces algo que no deberías y que no está bien. Y cuando quieras darte cuenta, la enfermedad avanzará, invadiendo tu vida como un virus... y ya no habrá escapatoria. Obra maestra del género romántico que describe con enorme belleza y crueldad la doble naturaleza del amor; un sentimiento puro que puede llenar una existencia de felicidad, y al mismo tiempo, llevar a cuestionarse todo lo construido sólidamente durante una vida, haciéndonos también infelices por su imposibilidad. Tiene la película mucho de retrato de una época; no sabemos hasta qué punto los protagonistas eligen su destino o lo elige por ellos una sociedad que ejerce como sistema de vigilancia (la amiga cotilla, tela marinera), pendiente de las apariencias y del rol de cada uno (hombre de prestigio, mujer de familia, tanto da). Y un reflejo además de conductas machistas y paternalistas (lo del policía, impensable a día de hoy) afortunadamente en retroceso.
Magnífico final, sin embargo, que no carga las tintas en absoluto (muy comprensible la situación... y un romanticismo idéntico por parte del marido sosainas). Logra, pese a la época, transmitir algo atemporal. La narración en forma de monólogo y flashback está concebida para iluminar un breve momento sin significado aparente al principio; el off supone una declaración de lo más íntimo que puede caer en cierta verbalización innecesaria, eso sí. Importancia especial de los espacios, concretamente una cafetería, una estación de tren, con el significado de anonimato, transitoriedad y oportunidades que puede contener. La subtrama cómica de la otra pareja, un buen contrapunto al drama principal. Y en cuanto a los dos protagonistas, pues te enamoras de ellos tú también, especialmente de ella y su particular (y atractivo, a su manera) físico, derrochando ambos química y cercanía. Muy importante, por último, el elemento musical, un concierto de Rachmaninov que llega a fundirse perfectamente con las imágenes... muy bien elegido, ya que evoca unas mismas impresiones de nostalgia, dolor y grandeza emocional.
