el hijo bastardo
Miembro habitual
DIEZ PELÍCULAS DIEZ
Mis 10 favoritas. Antes de nada las condiciones necesarias para que una película pueda ser considerada taurina:
-Que haya un toro
-Que haya un torero, incluyo maletillas
-Que haya una película
-Que haya un director
1-“Ferdinando el toro” (1938) Walt Disney
Que mejor manera de empezar una lista de las mejores películas taurinas que con una película torista, algunos dirán que una película anti-taurina, pero no, una película torista.
Que un toro prefiera vivir tranquilo en el campo a morir desangrado en la Plaza es lo natural, lo que le pide el cuerpo. ¿Eso supondría el final de la Fiesta? No. Portugal.
P.D: Como aperitivo, o como postre, otro maravilloso corto de animación bressoniano, “El toro azul” (2009) Bahij Jaroudi, también torista. Un cinematográfico, elipsis-contrapunto, homenaje a Picasso, a Alberti.
2-"Mi tío Jacinto" (1956) Ladislao Vajda
Lidiar con la vida es jodido. Sobretodo cuando te toca hacer el papel de toro, o peor aún, de pelele, de torero en una charlotada. Se puede salir del círculo, se puede aspirar a más. A ser limpiabotas, o terminar en la cárcel. Pero hasta para ser malo hay que valer, mejor dicho, no valer nada. Una vez que se ha perdido la dignidad, lo mismo da ocho que ochenta. De eso trata la película. De la dignidad. De lo fácil que es perderla cuando no se tiene nada. Ni ilusión, valor, para tenerlo. Cuando el único acto de voluntad posible, de libertad, es emborracharse.
Jacinto está en el límite. A punto de cruzar la línea roja, de pisar el charco. No lo hace. Recurre a la imaginación, al autoengaño, a la mentira. Que no se puede con una verónica, habrá que conformarse con dar un capotazo. Vivir consiste en rebajarse para no rebajarte del todo. Aunque para eso, también hace falta valer.
"El ladrón de bicicletas" sin bicicleta, con capote. El reverso oscuro, cínico, de “Marcelino, pan y vino”. Ya de por sí oscura.
3-"Los clarines del miedo" (1958) Antonio Román
Una gran película sobre la trastienda, las letrinas, de los Toros, el 90% de la Fiesta. Sobre la España Negra, los pueblos. Quien idealice la vida rural, sus gentes, es porque solo ha estado de vacaciones. Y que mejor manera de fundir las dos cosas, que una novillada en las fiestas mayores de un pueblo, donde los cazurros pueden dar rienda suelta a sus inquietudes, es un decir. Una película crepuscular sobre el fracaso, sobre el miedo, sobre las ilusiones que se estampanan contra el suelo a fuerza de realidad, de desengaños, de ostiones, a mano vuelta. El reverso tenebroso, a pie de tierra, de “Yo he visto la muerte”. La versión en colores de “Mi tío Jacinto” de Vajda. Un anticipo de “Juncal”. Con Francisco Rabal bordando el papel de descreído, de fracasado consciente, el que ya ha asumido su derrota, y lo que es peor, el que ha dejado de creer en la existencia de victorias. Lo que viene siendo un amargao, un renegao, un español. Sólo por la secuencia de la siesta, un peazo de natural, Antonio Román merece la vuelta al ruedo.
4-“Aprendiendo a morir” (1962) Pedro Lazaga
Nada nuevo bajo el sol, la típica historia del maletilla que llega a primera figura del toreo. La diferencia capital es que detrás hay un director, Lazaga, especialmente dotado para la épica, para la plástica, lo que viene siendo un director pinturero, echao palante, bragao y astifino. Que a mayores ha dirigido otras cuantas películas taurinas: “La corrida”, “Campo bravo” y “Las cicatrices”. La otra gran diferencia es que Manuel Benítez “El Cordobés” es casi mejor actor que torero, no canta por soleares como las penosas actuaciones de Procuna, Arruza o Palomo Linares, todo lo contrario, ningún actor profesional hubiera interpretado su papel de manera tan solvente, eficaz, sobria, grave. Da la impresión de que se olvida que está actuando, está reviviendo su vida en directo. Como todas las películas de tema taurino, le sobra drama, comedia, y le falta toreo, cosa bastante comprensible porque hacer una película centrada en la corrida, o en la técnica, carece de interés para un espectador no aficionado, incluso para el aficionado, al que le quitas la emoción, la tensión, de la muerte, y se queda en nada, en pura estética, retórica, forma, vacío. El enfrentamiento, desigual, a favor del torero, a lo mejor picaos en los guevos se arrimaban más, entre el torero y el toro, es un acto íntimo, rodeado de voyeurs, que no puede, ni debe, ser interrumpido, violado. El círculo es un territorio sagrado, un espacio vedado a los espectadores. La muerte precisa respeto, misterio, distancia. Razón por la cual jamás se podrá hacer una gran película sobre la Fiesta de los toros, sobre el fútbol, y sobre el sexo, como mucho documentales, o pseudo documentales, de dudoso, escaso, interés, valor, en su doble acepción.
P.D: Como complemento, su parodia: “Jugando a morir” (1966) José H. Gan.
Una parodia encubierta, encubierta en la primera palabra, de "Aprendiendo a morir". Protagonizada por el Platanito, que era todavía peor actor que torero, y ya es decir. Ni tan siquiera Talavante tiene la cara de garrulo de Platanito.
Impresionantes el primer plano de la película, con Platanito tratando de torear un toro de Osborne. El duelo mano a mano con el torero B.H, el bien hecho. Y el escalofriante plano final.
Después de ver la película te queda la duda de si Platanito era tonto del culo, o se lo hacía. Nadie en la historia del toreo ha toreado con la desgana, con las trazas, del Platanito. El primer torero pasota. El primer torero humorista.
Todas las oportunidades son pocas para el Platanito.
5-"El espontáneo" (1963) Jorge Grau
Hay películas que tienen una injusta fama como "Torero". Y otras en que se queda muy corta, como "El espontáneo" de Grau.
A pesar del título no es una película de toros. Aunque el protagonista sea más torero, más castizo, que todos los toreros juntos. Es una película sobre la dignidad, sobre su manifestación cuando no queda otra. La chulería. La fantasmada. Tan profundamente españolas, que no constituyen sólo una seña de identidad, sino que son su misma esencia. El español es más fanfarrón que echao palante, más temerario que valiente. Más pícaro que currante, aunque le cueste más trabajo. Más Don Juan que Casanova, más cazador que jugador. Que de semejantes figuras hayan salido unos cuantos genios, no hace más que constatar, que ser español no es un atributo, es un destino,
una señal.
"Dios es un loco que se cree Unamuno" Unamuno
Fanfarronadas al margen. La película es buenísima. Una de las diez películas españolas más españolas de la historia del cine español. Y una de las diez mejores en general. La juerga nocturna de la cuadrilla sólo la podía haber rodado un español. Sólo por el plano toreando coches merece salir por la Puerta Grande. Para ser universal hay que ser estrictamente local. Realizada por Grau sin la menor chulería, con temple y prestancia. Otro milagro del cine español de los 60, tan dado a cantos de cisne. Otra seña de identidad que nos honra, que remedio. Urge reivindicar las primeras películas de Grau "Noche de verano" "Acteón" y "Una historia de amor". Resumiendo, una película trágica, torera, solanesca, como tiene que ser.
¿Qué es un español? Un espontáneo de la vida. Un maletilla.
6-“El momento de la verdad” (1965) Francesco Rosi
Es ley de vida, para ver las cosas hay que poner distancia. Y no hay mayor distancia que la del extranjero. Teníamos que esperar a que viniera el italiano Francesco Rosi, para dejar con el culo al aire, para pintar la cara, a todos los directores españoles que habían realizado una película sobre el mundo de los toros. Y a los que habían intentado plasmar la Semana Santa, incluido Val del Omar. Y en general la película que recoge de manera más fidedigna, más honesta, la España de los 60. La que más verdad respira.
Una mezcla de "Llegar a más", "El espontáneo", y "Aprendiendo a morir". El único problema es que el protagonista, Miguelín, como torero está más ceca de Jesulín que de José Tomás.
7-“Yo he visto a la muerte” (1967) José María Forqué
LA PELÍCULA, y una de las mejores de la historia del cine español, de la Fiesta de los Toros. Sobre el arte de torear, sobre la esencia del toreo. La muerte.
Vean ustedes el cartel: Luis Miguel Dominguín, Antonio Bienvenida, Álvaro Domeq, padre e hijo, Andrés Vázquez, la jaca “Espléndida”, y de guionista, Jaime de Armiñán, el creador de “Juncal”.
Todo ello con un riguroso blanco y negro, con una sobria e imaginativa dirección de Forqué, algo bastante inédito en su cine. Con una sabia, ajustada, mezcla de documental y ficción. Una ficción nada contenida, a la vez realizada con temple, con justeza. Romanticismo lorquiano puro y duro. Baste un solo diálogo declamado con aplomo, con empaque, por Bienvenida:
“Ahora no puedo irme de los toros. Una cornada no puede echarme. Estoy muerto, no te das cuenta. Y he de resucitar frente a un toro. En el mismo sitio, con un traje blanco y oro, con una corrida de la misma ganadería. Mientras no sea capaz de terminar este muletazo, seguiré muerto.”
Impresionante, emocionante, ver a Bienvenida contemplando en una proyección su propia cogida. O toda la parte final homenaje a Manolete, el torero más grande de todos los tiempos, el Monstruo, ni José Tomás es capaz de hacerle sombra. Un verdadero alarde de inteligencia, de talento, de nobleza, de grandeza humana, y cinematográfica. Los toreros son los actores más desaprovechados de este país. La presencia, el cuajo, el hieratismo, que trasmiten delante de una cámara, no lo supera ni Francisco Rabal en su tarde más inspirada.
Incomprensible que sea desconocida incluso para los propios aficionados, que veneran engendros como “Torero” de Carlos Velo. “Yo he visto a la muerte” respira verdad, respeto, amor, por la Fiesta, desde el director al último de los extras. Los toros, los caballos, los maletillas, los aficionados, no son tratados como un aparte, están situados en el mismo plano que el torero, son igual de protagonistas. Todos tienen su sitio, su espacio, su tiempo, su peana.
8-“El Monosabio” (1977) Ray Rivas
El género taurino es el género cinematográfico español por antonomasia, el único con denominación de origen propia. El que mejor refleja la idiosincrasia del español, una variante castiza del maniqueo sueño americano, con la diferencia de que el sueño español suele terminar en un impotente intento de llegar a más. Un plus de autocrítica, de autoflagelamiento, bastante ausente en la cinematografía americana clásica, y moderna, ya que hasta del fracaso hacen una glorificación. Lo de menos acaba siendo los toros, los toreros, aunque sean sus componentes constituyentes, imprescindibles, necesarios, los que dan carta, esencia, de naturaleza al género, lo importante es mostrar la mezquina naturaleza del español, su cobardía intrínseca, su incapacidad para luchar por conseguir sus propios sueños. Con excepciones por supuesto, tampoco somos tan masoquistas, derrotistas, también tenemos cientos de películas de sueño americano realizado, de maletillas que alcanzan el escalafón. Generalmente suelen ser las menos interesantes, el fracaso, no confundir con la impotencia, es más cinematográfico, más español.
Es más torera “Los clarines del miedo”, “Mi tío Jacinto” o “El espontáneo”, que “Aprendiendo a morir”, “Torero” o “El Litri y su sombra”. Y “El Monosabio” lo es, una película torera, trágica, a pesar del buscado tono de esperpento, se nota la mano de Borau y Pedro Beltrán, una especie de segunda parte de “Mi tío Jacinto”. Si “Mi tío Jacinto” era la triste historia de un torero fracasado que hace un último intento desesperado de conseguir la gloria, sin lograrlo, “El Monosabio” es la continuación lógica, trasladar, transferir, su deseo, ambición, frustrada, a otra persona, generalmente un hijo o ahijado, vamos que Pablito Calvo ha crecido, y nos ha salido torero, cagón. En este caso la transferencia es doble, el final deja abierto que el nieto va a tener que cargar con el peso de dos vocaciones frustradas, la del padre, y la del abuelo.
Siempre que ves una película española, planea una duda, si el cutrerío de algunas escenas es deliberado o fruto de la indolencia, de la falta de profesionalidad. Las escenas en las que López-Vázquez supuestamente torea, son tan cantosas, tan impostadas, que la única explicación que pasa por mi cabeza para tratar de justificarlas es esa, que todo sea una gran broma posmoderna. Pero no lo es, y se acaba convirtiendo en un acierto, esa curtes le viene como un guante a la película, es el tono, la clave, justa, adecuada. La forma tiene que ir acorde con el contenido, no por encima o por debajo, una película sobre un Monosabio, el último mono de la Fiesta, valga la redundancia, no puede ser una filigrana formal, su ropaje tiene que ser de segunda mano, incluso de alquiler. Un ejemplo de envoltorio desacertado sería “Nunca pasa nada” de Bardem, la segunda parte oficiosa de “Calle Mayor”, no se puede hacer una película provinciana, sobre la opresiva atmósfera de un pueblo, en formato panorámico, es un contrasentido.
“El Monosabio” es la historia de un bocas, de un fantasma, de los que cree que el hábito hace al monje, que para ser torero basta con querer serlo, con vestirse de luces. Un subalterno, un banderillero, con sueños de grandeza, magistralmente interpretado por José Luis López Vázquez, que en lugar de conformarse con torear en las bodas o en las capeas, o hacerse crítico taurino, se echa el mundo por montera, más bien se lo echa por las bravas a su ahijado (interpretado por Curro Fajardo, hijo en la realidad de un monosabio, óle), y acaba debutando como torero por omisión, por gildama. El sueño americano, dirigido por un americano gallego, a punta de pistola.
9-“Tú solo” (1984) Teo Escamilla
“Primero aprende, luego torea”
Si muchos directores hubieran seguido a rajatabla esta sentencia, el lema de la Escuela Nacional de Tauromaquia de Madrid, el cine español se hubiera ahorrado cientos de películas, más de 500, de tema taurino, que no taurinas. Este otro: “Llegar a figura del toreo es casi un milagro”, no lo cumple casi ningún aspirante a director, todos se consideran como tales, directores, incluso autores, nada más encender la cámara. “-Tú solo” debió ser la frase que alguien espetó al gran director de fotografía Teo Escamilla (“El desencanto”, “Función de noche”, “Bodas de sangre”, “Juncal”), y como buen torero, aceptó el reto, se tiró al ruedo, por primera, y última vez, como tiene que ser.
Escamilla aprendió, pero no toreó. Prefirió desvanecerse, dejar el capote a los que saben, a los aprendices de toreros de la Escuela de Madrid Madrid (uno de los alumnos es Joselito, el que hace de Belmonte desnudo). Escamilla se marca una ficción fronteriza, más cerca del documental que de la ficción, a lo Wiseman, mejor, a lo Kramer, protagonizada por actores no profesionales, con una puesta en forma casi amateur, casera, siguiendo la línea del resto de películas de la libertaria tercera vía andaluza setentera-ochentera liderada por Gonzalo García-Pelayo (“Vivir en Sevilla”) y J.S.Bollaín (“Sevilla tuvo que ser”) en Andalucía, y por Josefina Molina (“Función de noche”) y Manuel Summers (“Me hace falta bigote”) en Madrid. Porque que a nadie se le olvide, Escamilla era sevillano, y Andalucía ha dado algunas de las páginas más gloriosas de la historia del cine español, el granaíno Val del Omar sin ir más lejos.
No es casual que todos estos directores compartan una misma aproximación neorrealista, callejera, vitalista, trágica, el cine andaluz, como el castellano, no sabe de artificios, de formalismos, de dramas de salón. Algo que le viene de lejos, el cine andaluz no nació con la tercera vía, tiene sus precedentes, sus maestros:
-“Misterio en la marisma” (1943) Claudio de la Torre
-“Mi adorado Juan” (1950) Jerónimo Mihura
-“Tríptico elemental de España” (1953-61) Val del Omar
-“Hipnosis” (1962) Eugenio Martín
-“La tía Tula” (1964) Miguel Picazo
-“Tiempo de amor” (1964) Julio Diamante
-“Juguetes rotos” (1966) Manuel Summers
“Tú solo” es una película zen, la “Karate Kid” del toreo. Escamilla no oculta el costado oscuro, sórdido, de la Fiesta: las novilladas populares, el bombero-torero, las cogidas, las cicatrices, el miedo. Y lo hace desde dentro, en primera persona, sin mariconadas exhibicionistas, formalistas. “Tú solo” contiene las faenas mejor rodadas, más emocionantes, más cinematográficas, de la historia del cine. El toreo más desnudo, literalmente, más puro, más honesto, más de verdad, jamás visto en una pantalla, ejecutado magistralmente por niños, por adolescentes. La película más valiente, más transgresora, más de piel, realizada nunca sobre el toreo. Si “Yo he visto a la muerte” de Forqué es LA PELÍCULA de ficción sobre la Fiesta en todas sus vertientes, “Tú solo” es LA PELÍCULA a secas del toreo, imposible de superar, la inocencia de unos niños, de unos adolescentes, jugándose la vida de verdad, sin trucos, sin puesta en escena, no hay torero profesional, aficionado, actor o modelo, que lo pueda igualar, sublimar. Escamilla cuaja una faena redonda, sin perderle jamás la cara al espectador, con más verdad que técnica, y con ese plus de drama, de costumbrismo, para que sea para todos los públicos, no solo para aficionados y/o cinéfilos.
A destacar: el genial pasodoble de Vainica Doble, a la altura de el de “Juncal”. El preciso, para no variar, montaje de Pedro del Rey (“El cochecito”, “La hora incógnita”, “La tía Tula”, “Tristana”, “Padre nuestro”, “Diario de invierno”), junto con Pablo G. del Amo el mejor montador de la historia del cine español, que en su parte final, el éxtasis, el orgasmo, es de vuelta al ruedo. Cesitar, un niñato de no más de cuatro años, más torero que Manolete. Sevillita, el Pirri del cine taurino. Luis Miguel Calvo, el hijo torero de Juncal, pero menos hecho, es decir, más sincero, más entero. El maravilloso homenaje al maestro Domingo Ortega, tan sentido, respetuoso, como el episodio dedicado al maestro Nicanor Villalta en “Juguetes rotos”. Y el remate, de quitarse el sombrero.
10-"Juncal" (episodio 1) (1988) Jaime de Armiñán
La mejor serie española de todos los tiempos. La más inteligente, la más profunda, la más entrañable, la más crepuscular. Con una actuación increíble de Francisco Rabal, Emma Penella, que se sale, y del Brujo, entre muchos otros.
Pongo solo el primer episodio, porque como sucede con todas las series de Armiñán, e incluyo “Una gloria nacional”, pone toda la carne en el asador como si se tratase de una película piloto, y el resto de la serie nunca está a la altura. Pero resulta efectivo, porque una vez que te has comido el cebo, Juncal ya forma parte de tu familia. Y no vas a dejar a un familiar solo, en la calle, y lloviendo.
El reflejo del gorrión que todos llevamos dentro, y fuera. La torería como actitud vital.
¡ABAJO LOS GORRIONES!
Mis 10 favoritas. Antes de nada las condiciones necesarias para que una película pueda ser considerada taurina:
-Que haya un toro
-Que haya un torero, incluyo maletillas
-Que haya una película
-Que haya un director
1-“Ferdinando el toro” (1938) Walt Disney
Que mejor manera de empezar una lista de las mejores películas taurinas que con una película torista, algunos dirán que una película anti-taurina, pero no, una película torista.
Que un toro prefiera vivir tranquilo en el campo a morir desangrado en la Plaza es lo natural, lo que le pide el cuerpo. ¿Eso supondría el final de la Fiesta? No. Portugal.
P.D: Como aperitivo, o como postre, otro maravilloso corto de animación bressoniano, “El toro azul” (2009) Bahij Jaroudi, también torista. Un cinematográfico, elipsis-contrapunto, homenaje a Picasso, a Alberti.
2-"Mi tío Jacinto" (1956) Ladislao Vajda
Lidiar con la vida es jodido. Sobretodo cuando te toca hacer el papel de toro, o peor aún, de pelele, de torero en una charlotada. Se puede salir del círculo, se puede aspirar a más. A ser limpiabotas, o terminar en la cárcel. Pero hasta para ser malo hay que valer, mejor dicho, no valer nada. Una vez que se ha perdido la dignidad, lo mismo da ocho que ochenta. De eso trata la película. De la dignidad. De lo fácil que es perderla cuando no se tiene nada. Ni ilusión, valor, para tenerlo. Cuando el único acto de voluntad posible, de libertad, es emborracharse.
Jacinto está en el límite. A punto de cruzar la línea roja, de pisar el charco. No lo hace. Recurre a la imaginación, al autoengaño, a la mentira. Que no se puede con una verónica, habrá que conformarse con dar un capotazo. Vivir consiste en rebajarse para no rebajarte del todo. Aunque para eso, también hace falta valer.
"El ladrón de bicicletas" sin bicicleta, con capote. El reverso oscuro, cínico, de “Marcelino, pan y vino”. Ya de por sí oscura.
3-"Los clarines del miedo" (1958) Antonio Román
Una gran película sobre la trastienda, las letrinas, de los Toros, el 90% de la Fiesta. Sobre la España Negra, los pueblos. Quien idealice la vida rural, sus gentes, es porque solo ha estado de vacaciones. Y que mejor manera de fundir las dos cosas, que una novillada en las fiestas mayores de un pueblo, donde los cazurros pueden dar rienda suelta a sus inquietudes, es un decir. Una película crepuscular sobre el fracaso, sobre el miedo, sobre las ilusiones que se estampanan contra el suelo a fuerza de realidad, de desengaños, de ostiones, a mano vuelta. El reverso tenebroso, a pie de tierra, de “Yo he visto la muerte”. La versión en colores de “Mi tío Jacinto” de Vajda. Un anticipo de “Juncal”. Con Francisco Rabal bordando el papel de descreído, de fracasado consciente, el que ya ha asumido su derrota, y lo que es peor, el que ha dejado de creer en la existencia de victorias. Lo que viene siendo un amargao, un renegao, un español. Sólo por la secuencia de la siesta, un peazo de natural, Antonio Román merece la vuelta al ruedo.
4-“Aprendiendo a morir” (1962) Pedro Lazaga
Nada nuevo bajo el sol, la típica historia del maletilla que llega a primera figura del toreo. La diferencia capital es que detrás hay un director, Lazaga, especialmente dotado para la épica, para la plástica, lo que viene siendo un director pinturero, echao palante, bragao y astifino. Que a mayores ha dirigido otras cuantas películas taurinas: “La corrida”, “Campo bravo” y “Las cicatrices”. La otra gran diferencia es que Manuel Benítez “El Cordobés” es casi mejor actor que torero, no canta por soleares como las penosas actuaciones de Procuna, Arruza o Palomo Linares, todo lo contrario, ningún actor profesional hubiera interpretado su papel de manera tan solvente, eficaz, sobria, grave. Da la impresión de que se olvida que está actuando, está reviviendo su vida en directo. Como todas las películas de tema taurino, le sobra drama, comedia, y le falta toreo, cosa bastante comprensible porque hacer una película centrada en la corrida, o en la técnica, carece de interés para un espectador no aficionado, incluso para el aficionado, al que le quitas la emoción, la tensión, de la muerte, y se queda en nada, en pura estética, retórica, forma, vacío. El enfrentamiento, desigual, a favor del torero, a lo mejor picaos en los guevos se arrimaban más, entre el torero y el toro, es un acto íntimo, rodeado de voyeurs, que no puede, ni debe, ser interrumpido, violado. El círculo es un territorio sagrado, un espacio vedado a los espectadores. La muerte precisa respeto, misterio, distancia. Razón por la cual jamás se podrá hacer una gran película sobre la Fiesta de los toros, sobre el fútbol, y sobre el sexo, como mucho documentales, o pseudo documentales, de dudoso, escaso, interés, valor, en su doble acepción.
P.D: Como complemento, su parodia: “Jugando a morir” (1966) José H. Gan.
Una parodia encubierta, encubierta en la primera palabra, de "Aprendiendo a morir". Protagonizada por el Platanito, que era todavía peor actor que torero, y ya es decir. Ni tan siquiera Talavante tiene la cara de garrulo de Platanito.
Impresionantes el primer plano de la película, con Platanito tratando de torear un toro de Osborne. El duelo mano a mano con el torero B.H, el bien hecho. Y el escalofriante plano final.
Después de ver la película te queda la duda de si Platanito era tonto del culo, o se lo hacía. Nadie en la historia del toreo ha toreado con la desgana, con las trazas, del Platanito. El primer torero pasota. El primer torero humorista.
Todas las oportunidades son pocas para el Platanito.
5-"El espontáneo" (1963) Jorge Grau
Hay películas que tienen una injusta fama como "Torero". Y otras en que se queda muy corta, como "El espontáneo" de Grau.
A pesar del título no es una película de toros. Aunque el protagonista sea más torero, más castizo, que todos los toreros juntos. Es una película sobre la dignidad, sobre su manifestación cuando no queda otra. La chulería. La fantasmada. Tan profundamente españolas, que no constituyen sólo una seña de identidad, sino que son su misma esencia. El español es más fanfarrón que echao palante, más temerario que valiente. Más pícaro que currante, aunque le cueste más trabajo. Más Don Juan que Casanova, más cazador que jugador. Que de semejantes figuras hayan salido unos cuantos genios, no hace más que constatar, que ser español no es un atributo, es un destino,
una señal.
"Dios es un loco que se cree Unamuno" Unamuno
Fanfarronadas al margen. La película es buenísima. Una de las diez películas españolas más españolas de la historia del cine español. Y una de las diez mejores en general. La juerga nocturna de la cuadrilla sólo la podía haber rodado un español. Sólo por el plano toreando coches merece salir por la Puerta Grande. Para ser universal hay que ser estrictamente local. Realizada por Grau sin la menor chulería, con temple y prestancia. Otro milagro del cine español de los 60, tan dado a cantos de cisne. Otra seña de identidad que nos honra, que remedio. Urge reivindicar las primeras películas de Grau "Noche de verano" "Acteón" y "Una historia de amor". Resumiendo, una película trágica, torera, solanesca, como tiene que ser.
¿Qué es un español? Un espontáneo de la vida. Un maletilla.
6-“El momento de la verdad” (1965) Francesco Rosi
Es ley de vida, para ver las cosas hay que poner distancia. Y no hay mayor distancia que la del extranjero. Teníamos que esperar a que viniera el italiano Francesco Rosi, para dejar con el culo al aire, para pintar la cara, a todos los directores españoles que habían realizado una película sobre el mundo de los toros. Y a los que habían intentado plasmar la Semana Santa, incluido Val del Omar. Y en general la película que recoge de manera más fidedigna, más honesta, la España de los 60. La que más verdad respira.
Una mezcla de "Llegar a más", "El espontáneo", y "Aprendiendo a morir". El único problema es que el protagonista, Miguelín, como torero está más ceca de Jesulín que de José Tomás.
7-“Yo he visto a la muerte” (1967) José María Forqué
LA PELÍCULA, y una de las mejores de la historia del cine español, de la Fiesta de los Toros. Sobre el arte de torear, sobre la esencia del toreo. La muerte.
Vean ustedes el cartel: Luis Miguel Dominguín, Antonio Bienvenida, Álvaro Domeq, padre e hijo, Andrés Vázquez, la jaca “Espléndida”, y de guionista, Jaime de Armiñán, el creador de “Juncal”.
Todo ello con un riguroso blanco y negro, con una sobria e imaginativa dirección de Forqué, algo bastante inédito en su cine. Con una sabia, ajustada, mezcla de documental y ficción. Una ficción nada contenida, a la vez realizada con temple, con justeza. Romanticismo lorquiano puro y duro. Baste un solo diálogo declamado con aplomo, con empaque, por Bienvenida:
“Ahora no puedo irme de los toros. Una cornada no puede echarme. Estoy muerto, no te das cuenta. Y he de resucitar frente a un toro. En el mismo sitio, con un traje blanco y oro, con una corrida de la misma ganadería. Mientras no sea capaz de terminar este muletazo, seguiré muerto.”
Impresionante, emocionante, ver a Bienvenida contemplando en una proyección su propia cogida. O toda la parte final homenaje a Manolete, el torero más grande de todos los tiempos, el Monstruo, ni José Tomás es capaz de hacerle sombra. Un verdadero alarde de inteligencia, de talento, de nobleza, de grandeza humana, y cinematográfica. Los toreros son los actores más desaprovechados de este país. La presencia, el cuajo, el hieratismo, que trasmiten delante de una cámara, no lo supera ni Francisco Rabal en su tarde más inspirada.
Incomprensible que sea desconocida incluso para los propios aficionados, que veneran engendros como “Torero” de Carlos Velo. “Yo he visto a la muerte” respira verdad, respeto, amor, por la Fiesta, desde el director al último de los extras. Los toros, los caballos, los maletillas, los aficionados, no son tratados como un aparte, están situados en el mismo plano que el torero, son igual de protagonistas. Todos tienen su sitio, su espacio, su tiempo, su peana.
8-“El Monosabio” (1977) Ray Rivas
El género taurino es el género cinematográfico español por antonomasia, el único con denominación de origen propia. El que mejor refleja la idiosincrasia del español, una variante castiza del maniqueo sueño americano, con la diferencia de que el sueño español suele terminar en un impotente intento de llegar a más. Un plus de autocrítica, de autoflagelamiento, bastante ausente en la cinematografía americana clásica, y moderna, ya que hasta del fracaso hacen una glorificación. Lo de menos acaba siendo los toros, los toreros, aunque sean sus componentes constituyentes, imprescindibles, necesarios, los que dan carta, esencia, de naturaleza al género, lo importante es mostrar la mezquina naturaleza del español, su cobardía intrínseca, su incapacidad para luchar por conseguir sus propios sueños. Con excepciones por supuesto, tampoco somos tan masoquistas, derrotistas, también tenemos cientos de películas de sueño americano realizado, de maletillas que alcanzan el escalafón. Generalmente suelen ser las menos interesantes, el fracaso, no confundir con la impotencia, es más cinematográfico, más español.
Es más torera “Los clarines del miedo”, “Mi tío Jacinto” o “El espontáneo”, que “Aprendiendo a morir”, “Torero” o “El Litri y su sombra”. Y “El Monosabio” lo es, una película torera, trágica, a pesar del buscado tono de esperpento, se nota la mano de Borau y Pedro Beltrán, una especie de segunda parte de “Mi tío Jacinto”. Si “Mi tío Jacinto” era la triste historia de un torero fracasado que hace un último intento desesperado de conseguir la gloria, sin lograrlo, “El Monosabio” es la continuación lógica, trasladar, transferir, su deseo, ambición, frustrada, a otra persona, generalmente un hijo o ahijado, vamos que Pablito Calvo ha crecido, y nos ha salido torero, cagón. En este caso la transferencia es doble, el final deja abierto que el nieto va a tener que cargar con el peso de dos vocaciones frustradas, la del padre, y la del abuelo.
Siempre que ves una película española, planea una duda, si el cutrerío de algunas escenas es deliberado o fruto de la indolencia, de la falta de profesionalidad. Las escenas en las que López-Vázquez supuestamente torea, son tan cantosas, tan impostadas, que la única explicación que pasa por mi cabeza para tratar de justificarlas es esa, que todo sea una gran broma posmoderna. Pero no lo es, y se acaba convirtiendo en un acierto, esa curtes le viene como un guante a la película, es el tono, la clave, justa, adecuada. La forma tiene que ir acorde con el contenido, no por encima o por debajo, una película sobre un Monosabio, el último mono de la Fiesta, valga la redundancia, no puede ser una filigrana formal, su ropaje tiene que ser de segunda mano, incluso de alquiler. Un ejemplo de envoltorio desacertado sería “Nunca pasa nada” de Bardem, la segunda parte oficiosa de “Calle Mayor”, no se puede hacer una película provinciana, sobre la opresiva atmósfera de un pueblo, en formato panorámico, es un contrasentido.
“El Monosabio” es la historia de un bocas, de un fantasma, de los que cree que el hábito hace al monje, que para ser torero basta con querer serlo, con vestirse de luces. Un subalterno, un banderillero, con sueños de grandeza, magistralmente interpretado por José Luis López Vázquez, que en lugar de conformarse con torear en las bodas o en las capeas, o hacerse crítico taurino, se echa el mundo por montera, más bien se lo echa por las bravas a su ahijado (interpretado por Curro Fajardo, hijo en la realidad de un monosabio, óle), y acaba debutando como torero por omisión, por gildama. El sueño americano, dirigido por un americano gallego, a punta de pistola.
9-“Tú solo” (1984) Teo Escamilla
“Primero aprende, luego torea”
Si muchos directores hubieran seguido a rajatabla esta sentencia, el lema de la Escuela Nacional de Tauromaquia de Madrid, el cine español se hubiera ahorrado cientos de películas, más de 500, de tema taurino, que no taurinas. Este otro: “Llegar a figura del toreo es casi un milagro”, no lo cumple casi ningún aspirante a director, todos se consideran como tales, directores, incluso autores, nada más encender la cámara. “-Tú solo” debió ser la frase que alguien espetó al gran director de fotografía Teo Escamilla (“El desencanto”, “Función de noche”, “Bodas de sangre”, “Juncal”), y como buen torero, aceptó el reto, se tiró al ruedo, por primera, y última vez, como tiene que ser.
Escamilla aprendió, pero no toreó. Prefirió desvanecerse, dejar el capote a los que saben, a los aprendices de toreros de la Escuela de Madrid Madrid (uno de los alumnos es Joselito, el que hace de Belmonte desnudo). Escamilla se marca una ficción fronteriza, más cerca del documental que de la ficción, a lo Wiseman, mejor, a lo Kramer, protagonizada por actores no profesionales, con una puesta en forma casi amateur, casera, siguiendo la línea del resto de películas de la libertaria tercera vía andaluza setentera-ochentera liderada por Gonzalo García-Pelayo (“Vivir en Sevilla”) y J.S.Bollaín (“Sevilla tuvo que ser”) en Andalucía, y por Josefina Molina (“Función de noche”) y Manuel Summers (“Me hace falta bigote”) en Madrid. Porque que a nadie se le olvide, Escamilla era sevillano, y Andalucía ha dado algunas de las páginas más gloriosas de la historia del cine español, el granaíno Val del Omar sin ir más lejos.
No es casual que todos estos directores compartan una misma aproximación neorrealista, callejera, vitalista, trágica, el cine andaluz, como el castellano, no sabe de artificios, de formalismos, de dramas de salón. Algo que le viene de lejos, el cine andaluz no nació con la tercera vía, tiene sus precedentes, sus maestros:
-“Misterio en la marisma” (1943) Claudio de la Torre
-“Mi adorado Juan” (1950) Jerónimo Mihura
-“Tríptico elemental de España” (1953-61) Val del Omar
-“Hipnosis” (1962) Eugenio Martín
-“La tía Tula” (1964) Miguel Picazo
-“Tiempo de amor” (1964) Julio Diamante
-“Juguetes rotos” (1966) Manuel Summers
“Tú solo” es una película zen, la “Karate Kid” del toreo. Escamilla no oculta el costado oscuro, sórdido, de la Fiesta: las novilladas populares, el bombero-torero, las cogidas, las cicatrices, el miedo. Y lo hace desde dentro, en primera persona, sin mariconadas exhibicionistas, formalistas. “Tú solo” contiene las faenas mejor rodadas, más emocionantes, más cinematográficas, de la historia del cine. El toreo más desnudo, literalmente, más puro, más honesto, más de verdad, jamás visto en una pantalla, ejecutado magistralmente por niños, por adolescentes. La película más valiente, más transgresora, más de piel, realizada nunca sobre el toreo. Si “Yo he visto a la muerte” de Forqué es LA PELÍCULA de ficción sobre la Fiesta en todas sus vertientes, “Tú solo” es LA PELÍCULA a secas del toreo, imposible de superar, la inocencia de unos niños, de unos adolescentes, jugándose la vida de verdad, sin trucos, sin puesta en escena, no hay torero profesional, aficionado, actor o modelo, que lo pueda igualar, sublimar. Escamilla cuaja una faena redonda, sin perderle jamás la cara al espectador, con más verdad que técnica, y con ese plus de drama, de costumbrismo, para que sea para todos los públicos, no solo para aficionados y/o cinéfilos.
A destacar: el genial pasodoble de Vainica Doble, a la altura de el de “Juncal”. El preciso, para no variar, montaje de Pedro del Rey (“El cochecito”, “La hora incógnita”, “La tía Tula”, “Tristana”, “Padre nuestro”, “Diario de invierno”), junto con Pablo G. del Amo el mejor montador de la historia del cine español, que en su parte final, el éxtasis, el orgasmo, es de vuelta al ruedo. Cesitar, un niñato de no más de cuatro años, más torero que Manolete. Sevillita, el Pirri del cine taurino. Luis Miguel Calvo, el hijo torero de Juncal, pero menos hecho, es decir, más sincero, más entero. El maravilloso homenaje al maestro Domingo Ortega, tan sentido, respetuoso, como el episodio dedicado al maestro Nicanor Villalta en “Juguetes rotos”. Y el remate, de quitarse el sombrero.
10-"Juncal" (episodio 1) (1988) Jaime de Armiñán
La mejor serie española de todos los tiempos. La más inteligente, la más profunda, la más entrañable, la más crepuscular. Con una actuación increíble de Francisco Rabal, Emma Penella, que se sale, y del Brujo, entre muchos otros.
Pongo solo el primer episodio, porque como sucede con todas las series de Armiñán, e incluyo “Una gloria nacional”, pone toda la carne en el asador como si se tratase de una película piloto, y el resto de la serie nunca está a la altura. Pero resulta efectivo, porque una vez que te has comido el cebo, Juncal ya forma parte de tu familia. Y no vas a dejar a un familiar solo, en la calle, y lloviendo.
El reflejo del gorrión que todos llevamos dentro, y fuera. La torería como actitud vital.
¡ABAJO LOS GORRIONES!
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