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Los nacionalistas catalanes se presentan ahora como víctimas de un expolio imaginario
Si bien Roca y Pujol reconocen este hecho, tratan de excusarse trasladando la responsabilidad a los partidos catalanes no nacionalistas que en aquellos años eran mayoría.
Sin duda los catalanes son los primeros interesados en comprobar que las mentiras y el odio al resto de los españoles
Risto Mejide
Bombardeen Barcelona
Bombardeen Barcelona. Por favor se lo pido. Es urgente, es importante. Es más, agarren el submarino ese que no flota y bombardeen la ciudad también por mar. Se lo pide Felipe V, Espartero, Azaña, un Premio Príncipe de Asturias y un servidor. No es una sugerencia. Es una orden. Ar.
Bombardeen Barcelona. Y empiecen por mi casa. Se lo digo porque entre esas cuatro paredes, más de una vez se ha escuchado hablar catalán, español e incluso inglés. Por ahí pasa gentuza que trabaja en Barcelona o en Madrid o en Valencia o en Londres o en Shanghái o en NYC o donde quieran pagarles. No me lo han contado, de verdad que yo lo he visto y casi se me cae el ABC. Personalmente los enviaría al paredón, pero son familiares y amigos, y ya se sabe por experiencia lo complicado, tedioso y caro que sería ir fusilándolos de uno en uno. Menudo nido de reptiles secesionistas y cuna de la conspiración antidemocrática, que luego encima nos vienen pidiendo dinero para unos juegos que no pueden pagar. Ja. Como si eso de los juegos se pudiese comprar. Porque no se puede, ¿no?
Bombardeen Barcelona. Están tardando ya. Por si no están al tanto, a medida que pasan los días, la televisión pública catalana manipula, destruye y corrompe a las juventudes nacionales, sembrando en sus débiles y vírgenes mentes la semilla corrupta de la deslealtad institucional, el odio hacia los excelsos contenidos patrios y un desdén desmesurado e injustificado hacia La Razón. Que la corrupción es monopolio del estado y de los que aspiran a vivir de él. Que se enteren todos de una vez.
Bombardeen Barcelona. La olímpica o lo que quede de ella. Por allí pasan hasta medallistas que se lamentan por no poder asistir al éxito de la Via Catalana, por culpa de asistir al fiasco de Madrid 2020. Pero si no les gustan ni los toros, coño. Y ya que bombardean, bombardeen de paso el Camp Nou. Que así se acaba el problema de la Liga de dos, ya tanta tontería. A tomar por culé.
Bombardeen Barcelona. Pero bien bombardeada, oigan. Que no se les escape nadie. Que al fin y al cabo los catalanes somos todos iguales a Artur Mas, del mismo modo que los españoles son todos iguales a Mariano Rajoy. A que sí.
Bombardeen Barcelona. Que de verdad que el ambiente es ya irrespirable. Que ahora encima hay quien pretende irse de España sin marcharse de Europa. Cosa tan absurda como militar en el PP antes de presidir el Tribunal Constitucional para ponerse a juzgar la independencia de los demás. Impensable, ¿verdad?
Bombardeen Barcelona. Pero antes, háganme un favor. Asegúrense de que así acaban también con el resto de bombardeos. Me refiero a todos los que ya hace Rato que se han iniciado y llevan meses haciendo estragos entre la población (perdón, últimamente Rato se me coloca en cualquier sitio con extrema facilidad). Me refiero al bombardeo informativo, al político, al mediático y al propagandístico de uno y otro costal.
Que hay barceloneses y catalanes y españoles que estamos hartitos de que intoxiquen nuestras conversaciones y nuestras vidas con discursos químicos sin soluciones concretas y soflamas de destrucción masiva que sólo hacen que dividirnos y empujarnos a hablarle a nuestro vecino como si fuese de pronto un enemigo encubierto al que hay que adoctrinar.
Bombardeen Barcelona, sí. Pero mientras tanto, y sin que sirva de precedente, hagan lo único inteligente que aún no han hecho en todo este tiempo y alguien, en algún momento, debería empezar a practicar.
El respeto al silencio del otro, el insulto a la inteligencia que supone asociar prudencia a cobardía y las ganas que tienen algunos de acabar con toda discreción. La vergüenza y el asco que me provoca quien trata de apropiarse de una mayoría silenciosa, que al fin y al cabo, hasta donde yo sé, en este país el voto todavía es secreto. Por algo será.
Bombardeen Barcelona, vale.
Pero mientras no lo hacen, hagan algo mucho más útil.
Dejarnos vivir en paz. H
por Risto Mejide
Por qué no soy nacionalista
20 septiembre, 2013 | Por Autor: Lexuri Olabarriaga Díaz
Ser nacionalista en territorios donde se ha constituido en ideología ambientalmente dominante tiene indudables ventajas. Permite sentirte asimilado e integrado, apaciguar la inseguridad ancestral de la persona solitaria, que encuentra alivio cuando por fin se siente acogido en la tribu. El nacionalismo, además, como cierto tipo de plantas, no permite que crezcan sentimientos identitarios diferentes a su alrededor. Todo ha de ser asimilado y normalizado, y lo que sobreviva ha de hacerlo de forma subterránea, en la clandestinidad.
La integración en la tribu nacionalista tiene además ventajas adicionales. Los pecados del nacionalista lo son menos ante sus conmilitones. Una buena bandera permite tapar muchas vergüenzas, como vemos en el caso de CiU y Artur Más.
Con tantos incentivos se puede comprender la dificultad de apartarse de esa corriente tan avasalladora. Especialmente para las personas que han crecido en ese ambiente como los jóvenes en Cataluña y País Vasco. Sin embargo es posible. Yo soy la prueba.
Muchos me preguntan por qué, habiendo nacido yo en Bilbao y proviniendo de una familia euskaldun y nacionalista vasca, decidí no seguir esa moda. Que cómo es posible que habiendo sido criada y educada en ese ambiente abertzale donde sólo hay una única verdad y todo lo demás es intolerable e inaceptable, hoy el nacionalismo vasco esté en las antípodas de mi ideología.
Para empezar debo explicar que nací en los últimos años de la década de los 80. Cuando ETA perpetraba sus más sangrientos asesinatos y la mayoría de la sociedad vasca seguía anestesiada y miraba hacia otro lado. Todavía tenían que pasar muchos años hasta que el asesinato de Miguel Ángel Blanco despertara a la sociedad de su cruel y aletargado silencio. Recuerdo que desde pequeña me invadía una curiosidad casi enfermiza que me hacía preguntarlo todo, también sobre ETA y recuerdo que mis padres trataban siempre de cambiar de tema, no darle importancia; quizás no fuera fácil explicarle a una niña pequeña que en su propia tierra, entre sus vecinos, se encontraban terroristas sanguinarios que asesinaban indiscriminadamente a todo aquel que no pensara como dictaba su doctrina, que en parte se compartía. Pero es esa curiosidad, ese afán de comprender, lo que me hizo libre y, por tanto, me desvió.
Siendo ya más mayor y siendo consciente de qué clase de individuos eran aquellos que se hacían llamar gudaris (soldados vascos) y que afirmaban luchar por la libertad de la patria vasca, sentí un asco y una decepción terribles. Pero peor fue saber que tanta y tanta gente los apoyaba con su silencio cómplice. Mi familia nunca estuvo de acuerdo con la violencia para conseguir la independencia; la mayoría de ellos son de derechas, del PNV, lo que los abertzales llaman despectivamente ‘el nacionalismo burgués’; otra parte de mi familia, en cambio, es abertzale, de izquierdas. Mi familia pertenece a esa gran masa de la sociedad vasca que no estando de acuerdo con la violencia, jamás alzaron la voz por si acaso les pasaba algo, por miedo, por vergüenza, por comodidad. Ese silencio cómplice que daba alas a los terroristas para creerse dueños y señores de una tierra que es de todos, no suya.
En el colegio la situación era parecida. Un colegio católico, nacionalista vasco, donde nos enseñaban a amar al País Vasco, perdón, Euskal Herria, y a mirar con ojos recelosos hacia España, ese país cercano y lejano al mismo tiempo, que un buen día, con todo su poderío militar, ocupó nuestra tierra y aquí seguimos después de los siglos. Eso nos venían a contar en resumidas cuentas. Todavía recuerdo las clases de Geografía. Esos mapas del País Vasco, el mapa político, el de los montes, el litográfico, todos ellos con sus siete provincias, no tres. Hasta que llegué a la adolescencia estaba convencida de que el País Vasco estaba formado por las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Navarra, y las tres provincias del sur de Francia. Así me habían enseñado en el colegio y así me lo habían confirmado en casa.
En el instituto las cosas no eran diferentes. La Guerra Civil española era explicada en las clases de Historia desde una perspectiva tan deformada que nos daba la sensación de que fue una guerra entre españoles y vascos; realmente parecía que más allá de las fronteras vascas no hubo bombas, ni fusilamientos, ni nada. Todo se lo llevó nuestra pobre Euskal Herria.
A Geografía e Historia habría que sumarle las clases de literatura, que eran más de lo mismo. El folklore vasco, las canciones vascas, los cuentos tradicionales vascos y las danzas vascas estaban bien presentes en cualquier fiesta de colegio, barrio o ciudad; de las tradiciones españolas nunca había ni rastro.
Cuando un niño se cría en ese ambiente, termina por amar con un tipo de amor patológico su tierra y a aborrecer lo demás, especialmente si ‘lo demás’, como le han contado, ha intentado destruir aquélla patria.
Sólo la cultura, los libros, los viajes, pueden ayudar a ese niño a ver más allá de sí mismo, a comprobar que no todo es como le contaron, que no todo es blanco y negro y que lo demás, lo que tanto le enseñaron a odiar, en realidad no es así.
Los hay que se quedaron atrás, que no quisieron despertar de ese sueño utópico de la Euskal Herria herida que algún día se levantará y será un país bello de color verde, con sus prados llenos de aizkolaris y harrijasotzailes, donde la gente será más feliz, vivirá más años y los niños ya no estarán oprimidos.
Seguir los dictados del nacionalismo vasco es lo más cómodo, apoyarlos activa o pasivamente, y no llevarles la contraria para ser aceptado en la sociedad vasca como uno más. Eso es lo fácil.
Lo difícil es decir NO, no querer ser engañado, no asumir su verdad como la única de las posibles, no querer pertenecer al rebaño que ciegamente sigue al pastor. Muchos nacionalistas por eso reaccionan con tanta hostilidad ante la famosa frase de Pío Baroja “el nacionalismo se cura viajando”. Reaccionan así porque saben que es cierto. Porque saben que viajar, leer, preguntar, conocer otras culturas, otras gentes y otras ideologías, tener altura de miras y no dejarse influir, ayuda a no caer en las garras del nacionalismo, a no aceptar una sola idea como una verdad única y absoluta, a ser más libre. En toda persona existe una semilla de libertad y un afán de comprender la realidad sin delegar en otros guías, en los brujos de la tribu, toda explicación. Lo honesto, aunque no sea lo más cómodo, es dejar que esa semilla y ese afán crezcan. Y por eso mismo yo no soy nacionalista.
Venga va... Más intoxicación al hilo.
Que tendrá que ver la situación y el camino del país vasco y catalunya ?![]()
Pues perdonen ustedes y sus complejos, pero sencillamente es un documento que he leído y que me parecido interesante para alimentar el debate. Ahora bien, si no les gusta lo siento mucho... En ningún momento he querido mancillar Cataluña con la situación vasca. Se que la opresión y la injusticia a las que le sometemos es diferente en cada lugar, pero debajo siempre veo el mismo mensaje de mierda que no se sostiene de forma alguna por mucho que ustedes lo lleven como mantras.
Pues tengo entendido que el concierto vasco esta muy mal visto en la UE. Yo creo que si se intenta poner lo mismo en Cat los centroeuropeos se van a poner como una pantera,no creo que lo permitan.
El líder de ERC, Oriol Junqueras, ha abogado, en su apuesta por una Cataluña independiente, por que todos aquellos catalanes que lo deseen por sus "intensos vínculos emocionales con España" adopten la doble nacionalidad española y catalana, lo que además permitiría la permanencia de Cataluña en la UE.
todo esto empieza a ser un disparate, lo que no entiendo es porque gente en principio sensata se suma a ello.
El líder de ERC, Oriol Junqueras, ha abogado, en su apuesta por una Cataluña independiente, por que todos aquellos catalanes que lo deseen por sus "intensos vínculos emocionales con España" adopten la doble nacionalidad española y catalana, lo que además permitiría la permanencia de Cataluña en la UE.
¿Este tío es tonto, se lo hace, o nos toma a los demás por imbéciles?
Me parece bastante obvio que España ofrecería seguir como ciudadano español a todo catalán que lo solicitase. Es más, estoy seguro que ni siquiera habría que solicitarlo, sería la opción por defecto, la doble nacionalidad. Por lo tanto, y salvo que alguien pidiese no serlo ("hacerse norteamericano"), los catalanes disfrutarían de la doble nacionalidad, y por tanto seguirían disfrutando de las ventajas de ser europeos, sin más.
Si tengo doble nacionalidad, canadiense p.ej. ¿Eso hace que Montreal pertenezca a la UE?
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