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Una de dos, o al español medio le va el sado o es idiota.
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Por su culpa, las arcas del Estado dejaron de ingresar en la pasada década hasta 32.000 millones de euros, lo que equivale al 5,6% del PIB oficial y, por aquello de comparar, casi el mismo porcentaje de déficit con el que el Gobierno espera cerrar este 2011.
Junto al volumen, el estudio también afirma que hasta 1984 trabajaron en la economía sumergida 1,4 millones de personas. Entre 2006 y 2008, sin embargo, esta cifra se disparó a 4 millones de personas, aunque podría bajar en un futuro si el plan que ha puesto en marcha el Gobierno para aflorar el trabajo en negro da sus frutos.
Una predicción que da en el clavo de 1998 en el Financial Times, nada menos. De una precisión que asusta:
"Suppose a country, which we arbitrarily call Spain, experiences a boom which is stronger than in the rest of the euro-area. As a result of the boom, output and prices grow faster in Spain than in the other euro-countries. This also leads to a real estate boom and a general asset inflation in Spain. Since the ECB looks at euro-wide data, it cannot do anything to restrain the booming conditions in Spain. In fact the existence of a monetary union is likely to intensify the asset inflation in Spain. Unhindered by exchange risk vast amounts of capital are attracted from the rest of the euro-area. Spanish banks that still dominate the Spanish markets, are pulled into the game and increase their lending. They are driven by the high rates of return produced by ever increasing Spanish asset prices, and by the fact that in a monetary union, they can borrow funds at the same interest rate as banks in Germany, France etc. After the boom comes the bust. Asset prices collapse, creating a crisis in the Spanish banking system."
Fuente: Ecos del futuro - Dos predicciones curiosas y precisas (donde se ofrece otra curiosa predicción sobre Bin-Laden).
Traducción de Google (revisada rápido):
"Supongamos que un país, al que arbitrariamente llamamos España, experimenta un auge que es más fuerte que en el resto de la zona del euro. Como resultado del auge, la producción y los precios crecen más rápidamente en España que en los otros países del euro. Esto también conduce a un boom inmobiliario y a una inflación de los activos en general en España. Dado que el BCE analiza los datos de euros como un todo, no puede hacer nada para frenar las condiciones (particulares) de auge en España. De hecho, la existencia de una unión monetaria es probable que intensifique la inflación de los activos en España. Sin miedo al riesgo, grandes cantidades de capital se sienten atraídas desde el resto de la zona del euro. Los bancos españoles que siguen dominando el mercado español, entran en el juego y aumentan sus préstamos. Se dejan llevar por las altas tasas de rentabilidad producida por cada vez mayores precios de los activos españoles, y por el hecho de que en una unión monetaria se pueden pedir prestados fondos a la tasa de interés de los bancos en Alemania, Francia, etc. Después del boom llega la quiebra. Colapso de precios de los activos, creando una crisis en el sistema bancario español."
En Italia hay poco menos que una amnistía fiscal permanente (ejem!, vale, llámalo "impunidad") y eso poco ha solucionado.Por eso en otros países se han llevado a cabo amnistías fiscales y los resultados han sido magníficos.
Si cuela, cuela, y si no, me la pela.Barcelona se queda sin stock por vender
La capital catalana parece un valor seguro para los promotores. La falta de suelo para construir
y la demanda ha provocado que el stock de viviendas que había por vender en Barcelona haya desaparecido casi por completo. De hecho, los promotores aseguran que en poco tiempo la ciudad se quedará sin pisos nuevos, lo que podría provocar un nuevo encarecimiento de la vivienda.
Yo aun no veo claro que se haya tocado fondo con los precios de la vivienda.
POR CULPA DE LA ESCASA COMPETITIVIDAD ESPAÑOLA
“Nadie se atreve a decirlo, pero los salarios de la empresa privada van a bajar”
Economía | Esteban Hernández.- 09/06/2011 (06:00h)
Trabajador en una cadena de montaje (EFE)
“No nos están diciendo la verdad sobre los esfuerzos que habrá que hacer. Los sueldos van a bajar, tanto los de los funcionarios como los de la empresa privada, y nadie se atreve a decírnoslo. Hasta ahora, la crisis ha sido dura en España para los desempleados que han perdido su trabajos y para los jóvenes que no han podido entrar en el mercado laboral, pero a quienes tienen empleo, especialmente a aquellos que cuentan con un contrato indefinido, la situación les ha ido muy bien. Ahora ha llegado el momento de que sientan un poco de dolor”.
Para David Bach, profesor de Estrategia y Entorno Económico de IE Business School, las empresas españolas ya no son competitivas, por lo que urgen medidas que las devuelvan a una situación en la que puedan pisar firmemente suelo exterior. Y dado que el valor que podemos crear por hora de trabajo es inferior (o muy inferior) al de otros países, “para restablecer la competitividad de las empresas no habrá otra opción que la de bajar los sueldos”. Bach llega a esta conclusión utilizando una lógica muy habitual en el ámbito financiero, y según la cual no podemos ponernos a hacer reformas o a fortalecer la educación y esperar resultados a corto plazo. Estamos en un momento de crisis, donde no solamente se juega la recuperación, sino que nos estamos jugando nuestro lugar en un mundo que está cambiando de modelo.
En ese terreno, aumentar la productividad, es indispensable, y sólo parece quedarnos un camino para conseguirlo. Según Bach, habría otra opción, como es hacer la hora laboral más eficiente, pero eso no parece estar a nuestro alcance. “Si lo que quieres es formar parte de una sociedad desarrollada, y España es un país de muy alto nivel, tienes que invertir en educación, en innovación y en mejoras competitivas, y así se podrá seguir subiendo los salarios, que estarían justificados al tener una alta productividad”.
Pero el caso, advierte Bach, es que, en ese orden, “España ha empeorado progresivamente en los últimos 15 años, siendo ya un 15-20% menos productivos que los mejores en Europa. Para dar la vuelta a la esa situación se podría invertir en formación y tecnología, pero no disponemos de los fondos. Y tampoco podemos devaluar, porque estamos en la zona euro. De modo que la única opción que nos queda es reducir los sueldos en términos reales”.
Vincular sueldos y productividad
Sin embargo, como señala Antonio Sainz Fuertes, catedrático de Empresa de la Universidad CEU San Pablo, los costes no son el único elemento importante para que nuestras empresas se pongan a la altura de las mejores. “La productividad se alcanza desde el punto de vista salarial con unos sueldos que sean capaces de motivar al trabajador y que sean competitivos cara a la crisis. Desde ese punto de vista, es indispensable vincularlos a la productividad y no al IPC. Pagas un sueldo a tus empleados para que den unos resultados y si no los dan, tendrán que ganar menos”.
Pero, según Sanz Fuertes, más importante aún cara a la consecución de ese objetivo es que hagamos cambios estructurales en la empresa: “Hemos de terminar con las estructuras organizativas que tenemos, heredadas del pasado. Hemos de contar con empresas muy flexibles, que sean capaces de reestructurarse cada seis meses si es preciso”. Para Sainz Fuertes, la principal diferencia entre nuestras firmas y las de los países más competitivos radica en que en “aquí se hace lo que diga el jefe, y si no lo dice el jefe está prohibido. Las compañías de otros países cuentan con estructuras que posibilitan un alto grado de libertad, que consiguen que el trabajador esté satisfecho y motivado”. En otro caso, “siempre ofrecerá resultados que estén por debajo de sus posibilidades”.
Para Sainz Fuertes, vivimos en un mundo tan dinámico y evolutivo que tenemos que tener siempre presente lo que está pasando en el mercado. Si no lo hacemos así, quedaremos fuera de juego. Y ese razonamiento vale tanto para las empresas como para los trabajadores. “Hay quien piensa que como es titulado, lo será toda su vida, y podrá optar a un trabajo acorde con su formación. Pero eso no es así. Los mercados exigen una formación continua, y los empleados están obligados a readaptarse siempre que sea necesario. E igual ocurre con las políticas formativas en las empresas, que han de adecuarse a las necesidades reales. La formación por la formación ya no vale para nada”.
La productividad, para Alberto Gimeno, profesor del departamento de Política de Empresa de ESADE, tiene una perspectiva global pero también debe ser examinada en sus diferentes niveles (el regional, el nacional, el local, el de una industria o de una empresa en concreto) y trabajada en cada uno de ellos, por lo que es difícil pensar que las soluciones puedan ser uniformes. “La productividad tiene que ver con los ingresos que genera cada coste, y por tanto con los ingresos que genera cada salario. Y eso se puede mejorar utilizando elementos organizativos y estratégicos y buscando mercados más fértiles. Pensar que es cuestión sólo de sueldos es una posición muy reduccionista”.
Falta de diálogo entre empresarios y sindicatos
El aumento de la productividad ocurre siempre a medio plazo, avisa Gimeno, y sin que medien soluciones mágicas. Hay elementos que ayudarían mucho, como sería “una conversación seria entre agentes sociales, empresarios y sindicatos para buscar el mejor acuerdo posible”, algo que hasta ahora no se ha dado. “Se ha apoderado de nuestra sociedad una idea según la cual la culpa es siempre de los otros, lo que hace muy difícil todo diálogo”. Pero hemos de ser conscientes de que estamos ante una situación muy complicada que requiere que nos pongamos de acuerdo en cuáles son las posibles salidas.
Para Gimeno, todos hemos hecho cosas mal, pero si queremos seguir siendo un país competitivo, tenemos que poner en marcha las acciones desde la cohesión. “Estamos ante un tiempo que exige un cambio en la forma de pensar, toda vez que las transformaciones que estamos presenciando van a ser permanentes. No podemos creer que pasado un tiempo volveremos a la situación anterior, porque eso no va a suceder. Nos estamos jugando nuestra posición en el mundo, y si no estamos en el primer nivel, pues tendremos que descender al segundo”.
Gimeno ve difícil que los cambios que entiende necesarios puedan producirse a nivel general. En su opinión, han de darse muchos ajustes finos que no se pueden realizarse a nivel macro. “Las organizaciones tienen que contar con el máximo de flexibilidad posible, lo que las permitirá organizarse correctamente, pero el trabajador ha de contar también con el máximo de protección. Y como esta situación encierra una paradoja, habrá que conversar para ver cómo compatibilizamos una y otra. A nivel de empresa esto se puede hacer, y muchos empresarios y trabajadores están por salir de esta situación por ese camino”.
El trabajador, único responsable de su formación y capacitación
Es evidente, afirma Gimeno, que el único modo en que se puede salir con bien de la crisis es a través de un compromiso de toda la sociedad. Así ocurrió en Alemania cuando estuvo en crisis, “y cuenta hoy con unos niveles salariales my superiores a los nuestros y unos niveles de productividad, competitividad y capacidad exportadora altísimos”. Parte importante de ese éxito, además de con la formación, tiene que ver con la existencia de una cultura de consenso. “Hay que dejar de lado modelos mentales antiguos según los cuales lo que gana uno en la negociación es lo que el otro deja de ganar. La actual no es una situación donde quepan los antagonismos”.
Las bases de ese diálogo estarían constituidas, asegura Gimeno, por dos ideas centrales. De una parte, “la empresa tiene un objetivo individual, que es ganar dinero, pero también es el mejor sistema que hemos encontrado para generar bienestar colectivo, por lo que no puede dejar de vista el objetivo social que también le es propio. Por otro lado, el trabajador es un profesional que debe comportarse como tal, siendo responsable de su formación, de su capacitación y de la inteligencia que está aportando a la compañía”.
Este es el modelo de relaciones laborales de alto nivel que prima en las sociedades avanzadas, y esta es la conversación que debería instalarse en nuestra sociedad hoy, asegura Gimeno, lo que va mucho más allá de si pactamos un nivel de despido u otro. “En otro caso iremos hacia una sociedad tercermundista, esto es, aquella en la que la renta se va hacia los extremos, tendencia que ya se está produciendo y que no es nada positiva. Sabemos que no hay una solución mágica para salir de aquí, pero sí hay caminos. Otra cosa es que queramos buscarlos”.