THE BOURNE ULTIMATUM
("El Ultimatum De Bourne") (Paul Greengrass, 2007)
Tercera entrega y tercer acto de una saga donde cada película posee la suficiente entidad para funcionar independientemente, pero en la que existe un claro deseo de unificar los films hasta el punto de jugar con el tiempo narrativo para fundirlos, confundiendolos facilmente. Se logra asi, y aqui estoy con Vigalondo, un serial puro (incluso esta se permite un
"previously" en toda regla al comienzo), con capítulos miméticos que encontrarian en la televisiva 24 un reflejo no exacto pero si coherente en ideas de base y formas; mientras en 24 nosotros mismos hacemos de vouyers gracias a una realización que se oculta constantemente para observar tras cualquier obstáculo del escenario, en Bourne son los propios personajes los espectadores de los acontecimientos de la trama.
El público novato no encuentra problemas en seguir una historia que a pesar de avanzar sin descanso, deja por el camino las indicaciones suficientes respecto a situaciones pasadas. Mas directa desde su comienzo que las demás cintas de la saga, Greengrass nos da una clase ejemplar de lo que debe ser toda una película de acción, y lo hace con una secuencia de casi 15 minutos que podria ser en si misma un cortometraje; una conversación telefónica en la que se pronuncia una inoportuna palabra sera registrada y etiquetada, desencadenando desde Londres hasta Nueva York (en esta saga no existen las distancias inabarcables, el mundo es su escenario), una serie de acciones que iran ganando progresivamente en frenetismo hasta finalizar en una ejecución. Toda la ansiedad acumulada tras 15 minutos llenos de tensión resueltos en un único disparo. Se destensa al público solo con eso. Algunos se sirven de un ejercito de informáticos para impactar a la audiencia (ya sabeis), el británico se basta con un tiro logrando mas que los primeros. La acción como consecuencia de una trama, como climax final de una secuencia, nunca como el reclamo en el que basarlo todo. Lástima que esta lección básica de manual no se practique tanto como seria lógico. En esta secuencia Greengrass demuestra todo su talento para lo espacial logrando casi un imposible; la percepción escenica global renegando del plano general y con un montaje que da la información necesaria en apenas un par de segundos. La terminal de una estación, cientos de extras y dos puntos de vista. Con ello se narra un marco que es impresionante y se narra desde el fascinante detalle interno (los pautas que va dando Bourne al periodista consiguen tal emoción que la sonrisa nerviosa es inevitable), y desde la incredulidad del punto de vista externo. Frente a los obsesivos metodos de vigilancia y control (contasteis las cámaras en la estación londinense?), la realidad impone el caos y Greengrass el movimiento de una cámara, una edición y un personaje que son todo fuerza incontrolable.
Hay una maravillosa correlación entre las peliculas americanas del director británico, entre United 93 y sus Bournes, entre los personajes que asistian perplejos frente a pantallas a los atentados de una mañana y los miembros de un gobierno que esperan ante las mismas pantallas evitar por encima de todo el desastre que les aconteció a los anteriores. Todas hijas de nuestro tiempo, un tiempo en el que la información es poder y quien sea capaz de controlarla ganara en un mundo en el que el miedo y la paranoia (al periodista Simon Ross le bastan un par de minutos de charla con Bourne para empezar a ver falsos agentes en el simple personal de mantenimiento), favorecen la presunción de culpabilidad (
“en lo que a mi respecta Jason Bourne sigue siendo una amenaza hasta que se demuestre lo contrario” en palabras del director de la CIA), justificando sucias acciones en la trastienda. Con un trasfondo no poco valiente Paul Greengrass articula que el enemigo ya no es el terrorismo, es el antiterrorismo del cual Jason Bourne es resultado. Y es por todo esto que, en una hipotética futura secuela, Jack Bauer sería un perfecto villano.
