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Bueno eso que no quería...las hostias que se metió en los blockbusters qué hizo desde luego no ayudan..me temo que solo él sabe lo que querría hace 20 años...No se ha convertido en Spielberg porque no quería serlo. Es el nuevo Carpenter, que es lo que quería.
No se ha convertido en Spielberg porque no quería serlo. Es el nuevo Carpenter, que es lo que quería.
Pues es horrible porque IMHO el guion es estúpido, y la realización no lo eleva de su estupidez.Vista. La he disfrutado muchísimo. Si esto es una mala película, no me importaría que hubiesen más "malas películas" como esta.
Josh Hartnett está inmenso. Quiero pensar que elecciones de casting como Mark Whalberg ¡MARK WHALBERG! o Zoey Deschanel (es guapísima pero su acting no podía encajar menos en The Happening), venían impuestas. Quizá sea todo tema de dinero, como el hecho de ya no poder tener al maestro James Newton Howard.
Está claro que lo de los gustos es un tema, pero trato de entender por qué a muchos conocidos les ha parecido horrible.
Y que quieres… una medalla?Es fantástica. Ya la he visto 3 veces.
Hombre exigir un mínimo, y recalcó lo de mínimo, de verosimilitud a una película que no es ciencia ficción, ni fantasía,...no me parece descabellado.Es un juguete curioso y una pura excusa de este hombre para demostrar, una vez más, lo que siempre hemos sabido; sus facultades como maestro del artificio y de la manipulación un tanto perversa de la mirada, como tantos otros antes que él (Hitchcock, De Palma, que tanto salen a la palestra en estos casos) y continuando esa tradición, tan asentada, del ejercicio de suspense virtuosamente realizado en el plano técnico.
Con una base propia de un serial tipo “La dimensión desconocida”, escenario único y una situación a contrarreloj de la que el protagonista, el típico hombre atrapado, tendrá que escapar mientras se estrecha el cerco en torno a él (esa “criminóloga” que le pisa los talones, más una figura abstracta o el recuerdo de la infaltable madre autoritaria que otra cosa…), solo que aquí de inocente tiene poco y se plantea una incómoda identificación y complicidad.
El hecho de que la película sea en esencia un tráiler de un concierto de la hijísima es la primera “trampa” que nos cuelan con todo descaro, y el caso es que queda bien integrado y justificado en la narración y nos lo comemos con patatas. Pedirle realismo o verosimilitud al argumento que nos estampa el indio en la cara es como pedírselo a un episodio del Coyote y el Correcaminos, así pues, tal vez no molesta tanto esto como un tercio final donde se acumulan los aparentes clímax finales uno tras otro, por lo que a la propuesta le cuesta rematar en condiciones. Donde, eso sí, se deja de lado toda credibilidad y se apuesta al límite por ese absurdo que desde el inicio ha ido in crescendo.
Pantallas, teléfonos, redes sociales, la civilización del espectáculo que somos y que tiene su ejemplo más visible en la niña; ese mundo tan alienado por sus propios fuegos artificiales que no reconoce a un monstruo ni teniéndole delante... aunque también pudiera ser el único sujeto inocente del asunto. La puesta en escena, tan meticulosa como de costumbre (cómo maneja los planos frontales, el movimiento de la multitud, el color y la luz, los planos-detalle que delatan esos actos furtivos...), por mucho que este tipo nunca haya sido de caer en grandes exhibicionismos, está al servicio de una idea de duplicidad. La de un ser indeseable que pasa desapercibido sirviéndose del engaño, que es el perfecto esposo, padre de familia americana y hombre entregado a la comunidad, pero que también es el puro mal en sí mismo, sin justificación para sus crímenes (más allá, al menos, del tan manido trauma psicológico de infancia).
El carnicero y Lady Raven, icono inalcanzable, máscaras que van cediendo ante nuestros ojos y quedando en evidencia, pues de igual modo ella se va humanizando y adquiriendo protagonismo hasta el punto de enfrentarse a ese mal en un duelo de voluntades, hasta concluir en un plano final donde queda en evidencia la bestia y que remite sin disimulo al final de “Psicosis”. Entonces, tiene lugar el encuentro con la esposa y por primera vez en mucho tiempo, uno se acuerda de ese Shyamalan dramático, sus interpretaciones susurradas y el giro; aquí, la traición, más mentiras… el cazador cazado, y por fin, al desnudo (literalmente), vulnerable, incluso humano.