la película estadounidense Spring breakers, dirigida por Harmony Korine, sí tiene contrastada capacidad para atacarte los nervios. Posee el espíritu de un porno para ancianos rijosos, protagonizada por cuatro descerebradas lolitas que deciden vivir peligrosamente durante unas vacaciones de primavera. El demencial argumento solo es un pretexto para la repetición hasta la náusea de imágenes de adolescentes meneando lúbricamente su anatomía y chupando todo tipo de objetos alargados simulando felaciones. Todo ello filmado con la estética de los peores videoclips y sin que en ningún momento deje de atronarte la música house. Alguien ha debido de encontrar esta cretinez como el colmo de la modernidad experimental en una trama transgresora que dinamita las convenciones sobre la adolescencia. Los friquis estarán encantados.
Y no me quedan calificativos para describir la última y tediosa ocurrencia de Manoel de Oliveira, ese venerado director de 104 años que firma O gebo e a sombra. Según él, adapta una obra que supone un ilustre antecedente del Esperando a Godot, de Samuel Beckett, y también una reflexión sobre el poder. Celebro que el maestro me aclare el argumento de su película ya que a mí me resulta imposible entender nada de lo que me está hablando. Pero si normalmente su lenguaje para no contar nada se distingue por el estatismo, aquí ha superado todos sus límites. Ojalá que Oliveira viva 100 años más si ese es su deseo, aunque mi alivio será inmenso el día que ya no tenga la obligación profesional de ver sus películas en los festivales, los únicos escenarios que ofrecen admirado cobijo a su insoportable cine.
¿Nolancete es italiano?![]()