Dawson no deberías perdertela, predigo un notable alto de los tuyos.
Tampoco nos excedamos en alabar la labor de Nispel que no tiene mucha idea de qué hacer con la cámara cuando no hay acción en pantalla. En "La Matanza" por lo menos supo crear un ambiente malsano y desasosegante que aquí brilla totalmente por su ausencia. Por no mencionar sus torpísimos guíños al American Gothic mostrando esa tópica colección de rednecks con la que se pretende crear mal rollo antes de que de que se desencadene la matanza. Aquí la cosa ya empieza a apestar desde ése lamentable y videoclubero comienzo que recrea el enfrentamiento final de la primera entrega entrelazándolo con los títulos de crédito, costumbre que creía abandonada desde los ochenta.
La primera, por supuesto, no era una obra maestra pero le veo muchas más virtudes que a ésta. Allí por lo menos Cunningham sabía crear un mínimo suspense, sobre todo a través de esos planos subjetivos desde el punto de vista de asesino, estaba la eficaz e inquietante música de Harry Manfredini, los magníficos efectos de maquillaje de Tom Savini (¿quién no recuerda el degüello junto al árbol, la muerte de Kevin Bacon o el hachazo en plena cara?) la sorpresa en cuanto a la identidad del asesino (hoy día por todos conocida) y, por supuesto, el susto final, el cual, guste o no, ha pasado a los anales del moderno cine de terror.
A la basura de Nispel no hay por donde cogerla, todo huele a desgana, a prisas y a tenerlo todo listo para poder llegar a tiempo a la fecha de estreno. Claro que tampoco se podía esperar gran cosa después de que Bay les encargase el guión a las grandes mentes que perpetraron "Freddy contra Jason", por cierto, muy superior a ésta última. Y luego, por supuesto tenemos a la habitual retahíla de personajes esquemáticos (guaperas cabrón, zorra cachonda, negro graciosillo, el feo fumeta...) interpretados por lo mejorcito de cada casa.

Tampoco nos excedamos en alabar la labor de Nispel que no tiene mucha idea de qué hacer con la cámara cuando no hay acción en pantalla. En "La Matanza" por lo menos supo crear un ambiente malsano y desasosegante que aquí brilla totalmente por su ausencia. Por no mencionar sus torpísimos guíños al American Gothic mostrando esa tópica colección de rednecks con la que se pretende crear mal rollo antes de que de que se desencadene la matanza. Aquí la cosa ya empieza a apestar desde ése lamentable y videoclubero comienzo que recrea el enfrentamiento final de la primera entrega entrelazándolo con los títulos de crédito, costumbre que creía abandonada desde los ochenta.
La primera, por supuesto, no era una obra maestra pero le veo muchas más virtudes que a ésta. Allí por lo menos Cunningham sabía crear un mínimo suspense, sobre todo a través de esos planos subjetivos desde el punto de vista de asesino, estaba la eficaz e inquietante música de Harry Manfredini, los magníficos efectos de maquillaje de Tom Savini (¿quién no recuerda el degüello junto al árbol, la muerte de Kevin Bacon o el hachazo en plena cara?) la sorpresa en cuanto a la identidad del asesino (hoy día por todos conocida) y, por supuesto, el susto final, el cual, guste o no, ha pasado a los anales del moderno cine de terror.
A la basura de Nispel no hay por donde cogerla, todo huele a desgana, a prisas y a tenerlo todo listo para poder llegar a tiempo a la fecha de estreno. Claro que tampoco se podía esperar gran cosa después de que Bay les encargase el guión a las grandes mentes que perpetraron "Freddy contra Jason", por cierto, muy superior a ésta última. Y luego, por supuesto tenemos a la habitual retahíla de personajes esquemáticos (guaperas cabrón, zorra cachonda, negro graciosillo, el feo fumeta...) interpretados por lo mejorcito de cada casa.