Atreyub
En busca y captura
La vi este finde y es otro de esos títulos que bien merece hilo propio.
(The Adventures of Robin Hood, Michael Curtiz, 1938)
Si hay un personaje por derecho propio que pueda ser un símbolo y a su vez un distintivo representativo del género de aventuras ese es, sin lugar a dudas, Robin Hood. Su leyenda, su pose, su romanticismo, su lema en forma y fondo al servicio del más débil y todo lo que rodea al personaje en sí mismo siempre han sido elementos fundamentales para deparar un cine inocente, un tanto infantil en las formas (más aún en las primeras entregas del personaje sin ofenderlo, por supuesto) pero cargado de toneladas de una aventura al servicio de la historia y jugando siempre con la acción y el bien prevaleciendo sobre el mal. El personaje ha tenido infinidad de versiones. Douglas Fairbanks sería el que interpretaría al héroe gallardo en la versión de 1922, muda y en blanco y negro. Pero no fue hasta 1938, con Michael Curtiz en la dirección y Errol Flynn interpretando al arquero de Sherwood, cuando Robin Hood acabó conquistando al colectivo popular y autoproclamándose como la versión definitiva del personaje. Y por muchos motivos.
Basada en la leyenda de Robin Longstride / Robin de Locksley, la versión de Curtiz jugó excelentemente sus cartas y a pesar de contar con algunos detalles que a día de hoy puedan resultar jocosos o simplemente inocentes a día de hoy, es imposible obviar que las bases del género de aventuras / capa y espada podrían decirse que las estableció o marcó un antes y un después con la versión de 1938. El costo ascendió a 2 millones de dólares (el presupuesto más caro hasta la fecha) y la Warner arriesgó con esta película pues hasta la fecha no acostumbraba a hacer cine de este tipo. Sus películas solían basarse en cine de gángsters. Pero Errol Flynn era caballo ganador. Sus películas, casi siempre interpretando al héroe aguerrido, eran éxitos de taquilla y la Warner no podía perder la oportunidad. Pero el elemento que mayor impacto tuvo fue el Technicolor. La fotografía de Tony Gaudio y Sol Polito es, quizás, lo que más destaque por encima de todo. Colores muy vivos, con una gama muy amplia y realzando los contrastes hacían que cada escena fuese una explosión de emociones adjunta a una viveza en la exposición.
"Robin de los bosques" es una película sencilla en cuanto a guión pero eficaz desde cualquier punto de vista. Uno de los elementos primordiales es que es una película que está en constante movimiento. Siempre suceden cosas, no hay tiempo para el aburrimiento. Incluso los momentos calmados donde el diálogo es el principal protagonista todo está rodado al servicio del ritmo. Además hay que añadir que la película acabaría deparando varias escenas que servirían como inspiración para versiones posteriores como el duelo de flechas (visto una vez más en la versión animada de Disney) o el duelo final a espada entre Basil Rathbone y Errol Flynn que sería, por un lado, la escena más recordada de toda la película por su exposición, planificación y acción pero a su vez sería una clase magistral para películas posteriores de temática similar. Hay que añadirle que la película contaba con varios decorados que aunque a día de hoy resulten entrañables dotaban a la película de una sensación agradable, convincente y a pesar de ser hija de su tiempo no desentona en absoluto.
Hay que añadir que otro de los elementos fundamentales para que la película resultase un éxito rotundo fue un elenco bien avenido y muy bien elegido. Para empezar la elección de Errol Flynn, actor el cual ya había participado previamente en varias películas dirigidas por Curtiz, fue todo un acierto. No se puede negar que ciertas maneras y poses resultan un poco chocantes dejando el peso de la interpretación más en la iconografía que la validez actoral de Flynn pero su físico, su brío, su física para las escenas de acción y su magnética presencia consiguieron hacer que su Robin Hood fuese del todo convincente, siendo además la versión al respecto que serviría como referencia y el personaje más laureado hasta la fecha. Tampoco se puede negar que la química absoluta con Olivia de Havilland es pura. Su grácil presencia y su belleza dotan a Lady Marian de la fisonomía necesaria para conseguir una princesa frágil pero a la vez briosa. Los momentos donde comparten escena y el romance inunda la pantalla son los más laureados hasta la fecha.
En el bando de los villanos contamos con Claude Rains como el príncipe Juan como un déspota, amanerado, cruel y malvado rufián consiguiendo ser un secundario eficaz al igual que Basil Rhatbone como Sir Guy of Gisbourne, un personaje pérfido, ruin y maquiavélico. Los encuentros entre Rhatbone y Flynn son los más agradecidos como la trampa en medio del bosque o la tan laureada escena del duelo final antes citado, donde las sombras juegan un papel fundamental, elemento que sería parodiado en más de una ocasión. Actores metódicos y concentrados, logrando roles muy conseguidos que servirían como ejemplo a imitar en roles similares en el género de aventuras. El momento donde Rains y Rhatbone planean, junto con la ayuda patética del Sheriff de Nottingham, atrapar a Hood en el duelo de flechas es fundamental para llegar a comprender el nivel de villanía (patética a fin de cuentas pero muy convincente) en un estilo concreto en lo que respecta el cine de aventuras clásico.
Quizás que tanto Robin como sus hombres vayan en mallas pueda resultar un tanto risible a día de hoy (no así en su momento), que el carácter inocentón y risueño de los buenos resulte chocante debido a la situación que están padeciendo, que el atrezzo reluciente de las armaduras y armas sea un tanto discutible o incluso que el guión sea completamente blando en muchos momentos pero son pequeños detalles que no empañan ni embrutecen un trabajo magistral, una oda a la vitalidad de una época en el Hollywood dorado. "Robin de los bosques" es una pieza clave en la filmografía de Curtiz y en lo que al cine de aventuras se refiere. Una película repleta de vida (y color) que demuestra ser una máquina bien engrasada en lo que a física, acción y aventuras se refiere. No hay puntos muertos, no hay altibajos y sobretodo no hay nada que sobre o falte. La concatenación de las escenas es eficaz como la aparición de Robin Hood en el castillo con el ciervo, el duelo de flechas donde la cámara y la puesta en escena es perfecta, al igual que la fiesta en el bosque debido a poder comer bien ese día. Pero está claro que toda la parte final es la más apabullante donde actores, extras, decorados, cámara y dirección forman un resultado sin parangón.
"Robin de los bosques" conseguía trasladar al color la historia universal del folletín novelesco palaciego del héroe por antonomasia, el icono que reivindicaba la igualdad económica y social para todos y que el pobre ensalzaba como el salvador necesario para un bien común sólo que de una forma mucho más poética y mucho más romántica. De ahí que en manos (y figura) de otros resultaría crítico, de hacerlo Robin Hood no importaba e incluso tenía el don de que si robaba al rico o a una dama lo hacía con gracia y una sonrisa hipnótica que complacía a todos por igual. Pero si encima se le añadía la presencia irresistible de Errol Flynn, la ambición de la Warner con fueros imparables, decorados fastuosos, casi de ensueño, la fotografía explosiva de Gaudio/Polito y la partitura enérgica y vital de Erich Wolfgang Korngold la jugada no es que fuese redonda sino que iba más allá, consiguiendo encumbrar al personaje como un icono (por derecho propio) del séptimo arte.

(The Adventures of Robin Hood, Michael Curtiz, 1938)
Si hay un personaje por derecho propio que pueda ser un símbolo y a su vez un distintivo representativo del género de aventuras ese es, sin lugar a dudas, Robin Hood. Su leyenda, su pose, su romanticismo, su lema en forma y fondo al servicio del más débil y todo lo que rodea al personaje en sí mismo siempre han sido elementos fundamentales para deparar un cine inocente, un tanto infantil en las formas (más aún en las primeras entregas del personaje sin ofenderlo, por supuesto) pero cargado de toneladas de una aventura al servicio de la historia y jugando siempre con la acción y el bien prevaleciendo sobre el mal. El personaje ha tenido infinidad de versiones. Douglas Fairbanks sería el que interpretaría al héroe gallardo en la versión de 1922, muda y en blanco y negro. Pero no fue hasta 1938, con Michael Curtiz en la dirección y Errol Flynn interpretando al arquero de Sherwood, cuando Robin Hood acabó conquistando al colectivo popular y autoproclamándose como la versión definitiva del personaje. Y por muchos motivos.
Basada en la leyenda de Robin Longstride / Robin de Locksley, la versión de Curtiz jugó excelentemente sus cartas y a pesar de contar con algunos detalles que a día de hoy puedan resultar jocosos o simplemente inocentes a día de hoy, es imposible obviar que las bases del género de aventuras / capa y espada podrían decirse que las estableció o marcó un antes y un después con la versión de 1938. El costo ascendió a 2 millones de dólares (el presupuesto más caro hasta la fecha) y la Warner arriesgó con esta película pues hasta la fecha no acostumbraba a hacer cine de este tipo. Sus películas solían basarse en cine de gángsters. Pero Errol Flynn era caballo ganador. Sus películas, casi siempre interpretando al héroe aguerrido, eran éxitos de taquilla y la Warner no podía perder la oportunidad. Pero el elemento que mayor impacto tuvo fue el Technicolor. La fotografía de Tony Gaudio y Sol Polito es, quizás, lo que más destaque por encima de todo. Colores muy vivos, con una gama muy amplia y realzando los contrastes hacían que cada escena fuese una explosión de emociones adjunta a una viveza en la exposición.

"Robin de los bosques" es una película sencilla en cuanto a guión pero eficaz desde cualquier punto de vista. Uno de los elementos primordiales es que es una película que está en constante movimiento. Siempre suceden cosas, no hay tiempo para el aburrimiento. Incluso los momentos calmados donde el diálogo es el principal protagonista todo está rodado al servicio del ritmo. Además hay que añadir que la película acabaría deparando varias escenas que servirían como inspiración para versiones posteriores como el duelo de flechas (visto una vez más en la versión animada de Disney) o el duelo final a espada entre Basil Rathbone y Errol Flynn que sería, por un lado, la escena más recordada de toda la película por su exposición, planificación y acción pero a su vez sería una clase magistral para películas posteriores de temática similar. Hay que añadirle que la película contaba con varios decorados que aunque a día de hoy resulten entrañables dotaban a la película de una sensación agradable, convincente y a pesar de ser hija de su tiempo no desentona en absoluto.
Hay que añadir que otro de los elementos fundamentales para que la película resultase un éxito rotundo fue un elenco bien avenido y muy bien elegido. Para empezar la elección de Errol Flynn, actor el cual ya había participado previamente en varias películas dirigidas por Curtiz, fue todo un acierto. No se puede negar que ciertas maneras y poses resultan un poco chocantes dejando el peso de la interpretación más en la iconografía que la validez actoral de Flynn pero su físico, su brío, su física para las escenas de acción y su magnética presencia consiguieron hacer que su Robin Hood fuese del todo convincente, siendo además la versión al respecto que serviría como referencia y el personaje más laureado hasta la fecha. Tampoco se puede negar que la química absoluta con Olivia de Havilland es pura. Su grácil presencia y su belleza dotan a Lady Marian de la fisonomía necesaria para conseguir una princesa frágil pero a la vez briosa. Los momentos donde comparten escena y el romance inunda la pantalla son los más laureados hasta la fecha.

En el bando de los villanos contamos con Claude Rains como el príncipe Juan como un déspota, amanerado, cruel y malvado rufián consiguiendo ser un secundario eficaz al igual que Basil Rhatbone como Sir Guy of Gisbourne, un personaje pérfido, ruin y maquiavélico. Los encuentros entre Rhatbone y Flynn son los más agradecidos como la trampa en medio del bosque o la tan laureada escena del duelo final antes citado, donde las sombras juegan un papel fundamental, elemento que sería parodiado en más de una ocasión. Actores metódicos y concentrados, logrando roles muy conseguidos que servirían como ejemplo a imitar en roles similares en el género de aventuras. El momento donde Rains y Rhatbone planean, junto con la ayuda patética del Sheriff de Nottingham, atrapar a Hood en el duelo de flechas es fundamental para llegar a comprender el nivel de villanía (patética a fin de cuentas pero muy convincente) en un estilo concreto en lo que respecta el cine de aventuras clásico.
Quizás que tanto Robin como sus hombres vayan en mallas pueda resultar un tanto risible a día de hoy (no así en su momento), que el carácter inocentón y risueño de los buenos resulte chocante debido a la situación que están padeciendo, que el atrezzo reluciente de las armaduras y armas sea un tanto discutible o incluso que el guión sea completamente blando en muchos momentos pero son pequeños detalles que no empañan ni embrutecen un trabajo magistral, una oda a la vitalidad de una época en el Hollywood dorado. "Robin de los bosques" es una pieza clave en la filmografía de Curtiz y en lo que al cine de aventuras se refiere. Una película repleta de vida (y color) que demuestra ser una máquina bien engrasada en lo que a física, acción y aventuras se refiere. No hay puntos muertos, no hay altibajos y sobretodo no hay nada que sobre o falte. La concatenación de las escenas es eficaz como la aparición de Robin Hood en el castillo con el ciervo, el duelo de flechas donde la cámara y la puesta en escena es perfecta, al igual que la fiesta en el bosque debido a poder comer bien ese día. Pero está claro que toda la parte final es la más apabullante donde actores, extras, decorados, cámara y dirección forman un resultado sin parangón.

"Robin de los bosques" conseguía trasladar al color la historia universal del folletín novelesco palaciego del héroe por antonomasia, el icono que reivindicaba la igualdad económica y social para todos y que el pobre ensalzaba como el salvador necesario para un bien común sólo que de una forma mucho más poética y mucho más romántica. De ahí que en manos (y figura) de otros resultaría crítico, de hacerlo Robin Hood no importaba e incluso tenía el don de que si robaba al rico o a una dama lo hacía con gracia y una sonrisa hipnótica que complacía a todos por igual. Pero si encima se le añadía la presencia irresistible de Errol Flynn, la ambición de la Warner con fueros imparables, decorados fastuosos, casi de ensueño, la fotografía explosiva de Gaudio/Polito y la partitura enérgica y vital de Erich Wolfgang Korngold la jugada no es que fuese redonda sino que iba más allá, consiguiendo encumbrar al personaje como un icono (por derecho propio) del séptimo arte.