el hijo bastardo
Miembro habitual
El 20º aniversario de “El sol del membrillo”, la que parecía suponer la avanzadilla, resurrección, del cine español, y que por el contrario, ha supuesto su losa. Un escalón imposible de salvar, de superar, hasta para el propio Erice, y no será porque no la han intentado emular, plagiar, casi constituye un subgénero patrio, el del cine membrillero, de Lacuesta a Mercedes Álvarez, pasando por Miñarro.
En el interín se han tratado de inflar unos cuantos globos, Guerín, Lacuesta, Rosales, Serra, globos que poco a poco, sin necesidad de factores externos, por mucho que se escuden en Boyero, se han ido diluyendo como un azucarillo, cayendo por su propio peso, casi sin apenas levantar el vuelo.
A estas alturas, conociendo exhaustivamente las referencias, influencias, directas, de Guerín, gracias a los programas de intercambio, nadie se atrevería a afirmar que “Tren de sombras” es una obra maestra, un antes y un después en el cine español. Hace tiempo que Guerín dejó de ser el mirlo blanco, la gran esperanza blanca del cine español, ya nadie confía, apuesta, que esa esperanza se haga realidad algún día, más bien tiene todas las papeletas de convertirse en la eterna joven promesa con más edad. Lo mismo se podría decir de Lacuesta, Rosales o Serra, tres directores que ya agotaron la fórmula desde su primera película, y eso que de original tenía lo justo, y que confían en seguir estirándola ad aeternum, hasta que se agote el grifo de los incautos mecenas. Dudo mucho que haya algún cinéfilo español, extranjero, que espere con ansiedad, expectación, ilusión, las nuevas películas de estos tres directores, su mecha, crédito, se agotó hace tiempo, y venía mojada de serie. Pocos esperan de Serra o Rosales algo distinto a una película de Serra o Rosales, es decir, a un calco del calco.
Entre medias, a su aire, a su bola, continúa Almodóvar en su caída libre sin freno desde “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Y por debajo, todos aquellos nuevos directores, y viejos, que intentan trasplantar el cine de género americano, y que por lo visto hay que apoyar a muerte, a ciegas, porque constituyen el balón de oxígeno, el bote salvavidas, de la raquítica, inexistente, industria española, léase Urbizu, Balagueró, Vigalondo, Cortés, y un largo etcétera, vamos que el futuro del cine español consiste en nacionalizarnos americanos. No me olvido de los marginales, de los automarginados, la gran mayoría subvencionados, exhibidos en festivales, estrenados y editados, vamos que marginales de toda la vida, que hacen películas escapistas, amojamadas, exhibicionistas, onanistas, autistas, para sí mismos, y luego se sorprenden de no encontrar su público más allá de sus amigos, familiares y/o conocidos, incluso aunque se muestren gratis en Festivales Online, iniciativas que no hacen más que constatar la intuición que tenía hace años, que la mayoría de las películas que se producen en España, muchas más de las que nos corresponderían por nivel económico y demográfico, la gente no las vería ni cobrando, un prejuicio cimentado en demasiado juicio, perjuicio, y no sólo por indolencia, falta de curiosidad, del espectador, sufridor, español.
Menos mal que esta caótica situación no va a empeorar con la crisis porque como no se han cansado de repetir por activa y por pasiva los directores españoles durante los últimos veinte años, las películas no estaban amortizadas antes del estreno, y el cine español apenas estaba subvencionado, el porcentaje del total de los presupuestos, según nos contaban, era mínimo, casi residual, así que nada les impedirá seguir haciendo sus maravillosas, y exportables, películas, sin subvenciones públicas. El presente es negro, el futuro Dios dirá, porque si tenemos que esperar que sean los directores españoles los que digan, hagan, algo, lo llevamos de cojones. Con decir que la crisis es una oportunidad, que el mejor cine se gestó en periodos de gran carestía económica, desde luego el español no, que alguien se repase la década de los 40, tienen más que suficiente. Como si la crisis convirtiera por generación espontánea a los mediocres en genios. A la espera de estas masivas conversiones, revelaciones, iluminaciones, os recomiendo que veáis “El sol del membrillo” para ir entreteniendo la espera, poneos cómodos, va para largo.
En el interín se han tratado de inflar unos cuantos globos, Guerín, Lacuesta, Rosales, Serra, globos que poco a poco, sin necesidad de factores externos, por mucho que se escuden en Boyero, se han ido diluyendo como un azucarillo, cayendo por su propio peso, casi sin apenas levantar el vuelo.
A estas alturas, conociendo exhaustivamente las referencias, influencias, directas, de Guerín, gracias a los programas de intercambio, nadie se atrevería a afirmar que “Tren de sombras” es una obra maestra, un antes y un después en el cine español. Hace tiempo que Guerín dejó de ser el mirlo blanco, la gran esperanza blanca del cine español, ya nadie confía, apuesta, que esa esperanza se haga realidad algún día, más bien tiene todas las papeletas de convertirse en la eterna joven promesa con más edad. Lo mismo se podría decir de Lacuesta, Rosales o Serra, tres directores que ya agotaron la fórmula desde su primera película, y eso que de original tenía lo justo, y que confían en seguir estirándola ad aeternum, hasta que se agote el grifo de los incautos mecenas. Dudo mucho que haya algún cinéfilo español, extranjero, que espere con ansiedad, expectación, ilusión, las nuevas películas de estos tres directores, su mecha, crédito, se agotó hace tiempo, y venía mojada de serie. Pocos esperan de Serra o Rosales algo distinto a una película de Serra o Rosales, es decir, a un calco del calco.
Entre medias, a su aire, a su bola, continúa Almodóvar en su caída libre sin freno desde “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Y por debajo, todos aquellos nuevos directores, y viejos, que intentan trasplantar el cine de género americano, y que por lo visto hay que apoyar a muerte, a ciegas, porque constituyen el balón de oxígeno, el bote salvavidas, de la raquítica, inexistente, industria española, léase Urbizu, Balagueró, Vigalondo, Cortés, y un largo etcétera, vamos que el futuro del cine español consiste en nacionalizarnos americanos. No me olvido de los marginales, de los automarginados, la gran mayoría subvencionados, exhibidos en festivales, estrenados y editados, vamos que marginales de toda la vida, que hacen películas escapistas, amojamadas, exhibicionistas, onanistas, autistas, para sí mismos, y luego se sorprenden de no encontrar su público más allá de sus amigos, familiares y/o conocidos, incluso aunque se muestren gratis en Festivales Online, iniciativas que no hacen más que constatar la intuición que tenía hace años, que la mayoría de las películas que se producen en España, muchas más de las que nos corresponderían por nivel económico y demográfico, la gente no las vería ni cobrando, un prejuicio cimentado en demasiado juicio, perjuicio, y no sólo por indolencia, falta de curiosidad, del espectador, sufridor, español.
Menos mal que esta caótica situación no va a empeorar con la crisis porque como no se han cansado de repetir por activa y por pasiva los directores españoles durante los últimos veinte años, las películas no estaban amortizadas antes del estreno, y el cine español apenas estaba subvencionado, el porcentaje del total de los presupuestos, según nos contaban, era mínimo, casi residual, así que nada les impedirá seguir haciendo sus maravillosas, y exportables, películas, sin subvenciones públicas. El presente es negro, el futuro Dios dirá, porque si tenemos que esperar que sean los directores españoles los que digan, hagan, algo, lo llevamos de cojones. Con decir que la crisis es una oportunidad, que el mejor cine se gestó en periodos de gran carestía económica, desde luego el español no, que alguien se repase la década de los 40, tienen más que suficiente. Como si la crisis convirtiera por generación espontánea a los mediocres en genios. A la espera de estas masivas conversiones, revelaciones, iluminaciones, os recomiendo que veáis “El sol del membrillo” para ir entreteniendo la espera, poneos cómodos, va para largo.
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