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HENRY HATHAWAY
"To be a good director you've got to be a bastard. I'm a bastard and I know it."
Nacido en 1898 como Henri Léopold de Fiennes en Sacamento, California, era hijo del actor y director teatral Rhody Hathaway y de la actriz Jean Hathaway, de nombre real Lillie de Fiennes, descendiente de la nobleza belga, por lo que Hathaway heredó el título de marqués que le otorgó el rey Leopoldo I a un antecesor suyo, de idéntico nombre original al del famoso director, que participó en las negociaciones para intentar comprar las islas Sandwich, posteriormente conocidas como Hawai, para el reino belga.
A temprana edad ya empezó a seguir los pasos de sus padres e intervino como actor infantil en varios westerns silentes, algunos firmados por Allan Dwan, y posteriormente de "chico para todo" junto a un también recién llegado John Ford, aunque su trayectoría se interrumpió con la Primera Guerra Mundial.
Después de intentar un futuro en el mundo de las finanzas, Hathaway regresó a Hollywood, para trabajar en la Paramount de asistente de dirección o director de segunda unidad de gente como Joseph von Sternberg (La ley del hampa, Marruecos), Cecil B. DeMille (Los diez mandamientos), John Cromwell (Todo un hombre), Fred Niblo (Ben-Hur), Victor Fleming (El virginiano, Flor de capricho, El destino de la carne, El canto del lobo, The Awakening...), Paul Bern o William K. Howard; lo que le permitió ir aprendiendo el oficio.
En 1932 la Paramount por fin le dio una oportunidad encargándole la dirección de varios westerns de segunda fila basados en novelas de Zane Grey, que por contrato debían volver a rodar cada siete años y en los que Hathaway ya había participado en varios como asistente en la hornada muda anterior. El primero de los que dirigió fue El legado de la estepa (Heritage of the Desert, 1932), seguido de Wild Horse Mesa (1932), La horda maldita (The Thundering Herd, 1933), Estaba escrito (Under the Tonto Rim, 1933), El paso del ocaso (Sunset Pass, 1933), El hombre del bosque (Man of the Forest, 1933), To The Last Man (1933) y El último rodeo (The Last Round-Up, 1934), siendo protagonizados todos menos uno por Randolph Scott. Siendo como eran westerns de serie b prototípicos, sí que destacan sobremanera sobre la calidad media de las producciones del género de la época, lo que le permitió a Hathaway llamar la atención de los ejecutivos del estudio para darle productos de mayor enjundia, que Hathaway supo aprovechar de manera meteórica.
Tras Ahora y siempre (Now and Forever, 1934), un buen drama familiar con Gary Cooper y Carole Lombard; Hathaway rueda también con Cooper Tres Lanceros Bengalíes (The Lives of a Bengal Lancer, 1935), su primer gran clásico, que se convierte en referencia y modelo ineludible para buena parte del cine de aventuras coloniales posteriores, valiéndole su única nominación a los Oscar. A continuación viene Sueño de amor eterno (Peter Ibbetson, 1935), adaptación de George du Marier de nuevo con Cooper, extraordinario melodrama romántico de corte fantástico, película de cabecera de los surrealistas.
Le sigue El camino del pino solitario (The Trail of the Lonesome Pine, 1936), primera película en Technicolor de tres bandas rodada en exteriores y perfectamente utilizado; una suerte de hermoso western moderno en el que Hathaway se acerca por primera vez a comunidades montañosas en estado primitivo. Después Hathaway vuelve a la aventura, deparando una serie de productos modélicos uno detrás de otro: Almas en el mar (Souls at Sea, 1937), Lobos del Norte (Swamp of the North, 1938) y La jungla en armas (The Real Glory, 1939).
Hathaway ficha en 1940 por la Fox, donde comienza con dos productos seguidos protagonizados por Tyrone Power: Johnny Apollo (1940), historia criminal con tintes morales, y Brigham Young (1940), western biográfico sobre este líder del pueblo mormón y su éxodo hasta la fundación de Salt Lake City en Utah. Curiosamente, Dean Jagger, que interpretó a Young, acabó convirtiéndose a esta congregación religiosa décadas después, marcado por su experiencia durante la película.
A ella le siguió The Shepherd of the Hills (1941), regreso a las comunidades montañosas con otro Technicolor espectacular, una bella parábola con ecos casi místicos que unió por primera vez a los dos actores fordianos por antonomasia, Harry Carey y John Wayne. Le siguió Diez héroes de West Point (Ten Gentlemen from West Point, 1942), pre-western que recuerda en parte a Ford.
En 1945 Hathaway se asocia con el productor Louis de Rochemont e inician una serie de briosos noirs, varios de ellos canónicos, de carácter semidocumental cuya novedad reside en el rodaje en escenarios reales fuera de los estudios. La serie se inicia con La casa de la calle 92 (The House on 92nd Street), a la que le siguen Envuelto en la sombra (The Dark Corner, 1946), 13 Rue Madeleine (1947), El beso de la muerte (Kiss of Death, 1947) -con un debutante Richard Widmark cuyo Tommy Udo ha pasado a la historia- y Yo creo en ti (Call Northside 777, 1948).
A continuación vuelve a ofrecer otra aventura marítima de las más redondas de la historia del género, El demonio del mar (Down to the Sea in Ships, 1949), una de las películas que mejor refleja el aprendizaje vital -tema por excelencia en la carrera de Hathaway- a bordo de un ballenero, con unos pletóricos Lionel Barrymore, Richard Widmark y Dean Stockwell.
La década de los 50 fue para Hathaway la del cambio constante de géneros, muchas veces casi hibridándoles, quizá una de las causas de su poco reconocimiento como autor, clasificándole la crítica más como un muy hábil artesano de encargo, aun cuando buena parte de sus films conserva bastante personalidad propia. Comienza la década con La rosa negra (The Black Rose, 1950) interesante aventura medieval que reincide en el tema del aprendizaje. Al año siguiente Hathaway estrenará 3 films, You're in the Navy Now (1951), divertida comedia con Gary Cooper; Fourteen Hours (1951), historia de un hombre que pretende tirarse de un rascacielos y que explora otro de los temas usuales de Hathaway: el choque frontal entre polos opuestos y las posturas condenadas a entenderse. Cierra el año El correo del infierno (Rawhide, 1951), buen western donde vuelve a latir el aprendizaje vital, con un memorable Jack Elam de villano vicioso.
Rommel, el Zorro del Desierto (The Desert Fox: The Story of Rommel, 1952) fue un biopic avanzado a su tiempo sobre el famoso general nazi, por el que Hathaway sentía admiración, con un James Mason descomunal. Después de ella, Hathaway ofreció Correo diplomático (Diplomatic Courier, 1952), thriller que retrotrae a los modos de su serie noir anterior y Niágara (Niagara, 1953), percutante noir con la Marylin Monroe más sensual posible, en uno de sus mejores papeles.
En 1954 Hathaway usa por primera vez el Cinemascope con El príncipe valiente (Prince Valiant, 1954), dinámica adaptación del cómic de Hal Foster, aunque menor comparado con otros productos suyos de aventuras. El jardín del diablo (The Garden of Evil, 1954) es mucho mejor tanto cualitativamente como en su empleo del formato panorámico, y seguramente uno de los westerns más desencantados y minusvalorados de la década, con una imponente banda sonora de Bernard Herrman, única composición suya para el género.
El tratamiento del Scope y un estupendo uso del color siguen siendo marca de la casa sus siguientes películas: Barreras de orgullo (The Bottom of the Bottle, 1956), notable melodrama fronterizo adaptando a George Simenon con Joseph Cotten y Van Johnson, actor con el que Hathaway repitió en A 23 pasos de Baker Street (23 Paces to Baker Street), reconocido título de misterio. A ella le sigue Arenas de muerte (Legend of the Lost, 1957), aventuras desérticas menores con John Wayne y Sophia Loren, aun cuando sugiere apuntes de interés. Mejor sin duda es Del infierno a Texas (From Hell to Texas, 1958), estupendo western con temas recurrentes en Hathaway.
La década de los 60 la inicia Hathaway con Seven Thieves (1960), hábil relato sobre un robo a un casino de Montecarlo con influencia en películas posteriores de similar tema. Alaska, tierra de oro (North to Alaska, 1960) es un divertidísimo producto westerniano con peleas dignas de un musical. Posteriormente le es encargada la dirección de tres de los episodios -además de la estampida de búfalos, cuyo episodio no le correspondía pero de la que se encargó él- de la epopeya La conquista del Oeste (How the West Was Won, 1962), Hathaway encaró su trabajo en esta mastodóntica producción rodada en Cinerama principalmente a capturar la magneficiencia de los grandes espacios norteamericanos y la epicidad y fisicidad de las secuencias de acción. Más adelante, tras encargarse de la preproducción de Servidumbre humana (Of Human Bondage, 1964), Hathaway abandonó rápidamente el rodaje tras las desavenencias con la protagonista Kim Novak, aceptando a rebufo el retomar las riendas de El fabuloso mundo del circo (Circus World, 1964) para Samuel Bronston en España tras el abandono de Frank Capra, e intentando salvar los muebles de un producto menor en su carrera.
Hathaway se hizo famoso en el mundillo su despotismo en el set de rodaje, usualmente requiriendo el 120% de sus actores, muchos de los cuales sufrieron sus iras: Kim Novak, Rod Steiger, Robert Mitchum, Robert Duvall, Gregory Peck, Rita Hayworth... Varias historias son elocuentes: Stewart Granger, recién divorciado en el rodaje de Alaska, tierra de oro; tuvo dificultades en meterse en el papel, y cuanto más se atascaba, más veía a Hathaway morder furiosamente el perenne puro que siempre llevaba. Karl Malden le apodó para la posteridad como Howling Hank (Hank el Aullador). Un guionista contaba que era un caballero durante la escritura del guión, pero un demonio a la hora de rodar. El especialista Dean Smith decía que rodar con Hathaway era como llevar una serpiente de cascabel en el bolsillo. Dennis Hopper se vio abocado al ostracismo y las producciones baratas tras repetir 85 tomas en Del infierno a Texas, hasta que el mismo Hathaway le recuperó para Los cuatro hijos de Katie Elder (The Sons of Katie Elder, 1965).
Precisamente para esta última película Hathaway no relajó su ritmo habitual, a pesar de que su protagonista, John Wayne, acababa de serle extirpado un pulmón afectado por el cáncer y el rodaje en Durango (México), a 2.000 metros de altitud ofrecía unas condiciones extremas. Posteriormente Wayne reconoció que la nula complaciencia que le mostró Hathaway -que también había sobrevivido a un cáncer de colon años atrás- le había ayudado a sobreponerse a la situación. A la postre, Los cuatro hijos de Katie Elder resultó ser un western enérgico de raigambre clásica aun cuando en él subyacen tintes de los nuevos rumbos que tomaba el género por aquellas fechas. Mención aparte a la estupenda partitura de Elmer Bernstein para el film.
La carrera de Hathaway ya encaraba su final, y su siguiente film sería Nevada Smith (1966), otro excelente western de "aprendizaje inverso" con un reparto espectacular, donde solo desentona mínimamente el protagonista Steve McQueen, en un papel al que claramente dobla en edad. El último safari (The Last Safari, 1967) destaca por trasladar el tono crepuscular creciente en el western de la época a las aventuras africanas y a un modo de hacer cine de una generación que se iba diluyendo a cada cineasta que se iba retirando. El póker de la muerte (5 Card Stud, 1968), era otro novedoso western con Dean Martin y Robert Mitchum de textura tenebrosa y aroma a thriller de psicópatas.
La última gran película de Hathaway sería Valor de ley (True Grit, 1969), que adaptaba ejemplarmente la deliciosa novela de Charles Portis y valió a John Wayne un merecido Oscar. Gran western ya de claro sabor crepuscular que sin embargo ofrece, junto a El Dorado (1967), de Howard Hawks; una resolución positiva para con sus maduros personajes y los nuevos tiempos que se venían encima.
Las últimas labores de Hathaway incluirían las escenas invernales de exteriores de la seminal película de catástrofes aéreas Aeropuerto (Airport, 1970), aunque no fue acreditado; un producto de acción bélica menor, Comando en el desierto (Raid on Rommel, 1971); un último western que seguía los pasos de Valor de ley de forma más discreta aunque todavía estimulante, Círculo de fuego (Shoot Out, 1971) y un producto blaxploitation francamente desconocido, Chantaje criminal (Hangup, 1974).
Como buena parte de los cineastas de su generación, retirado forzosamente por la retitencia de los estudios de la época a contratar a directores de edad avanzada por las dificultades que conllevaba asegurarlos, Hathaway fallecería once años más tarde, en 1985, a los 86 años de edad, dejando tras de sí una obra fructífera, muy rica y destacada, aun cuando se le ha negado un puesto en el olimpo que claramente se merece.
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