Henry Hathaway

Duke

Miembro habitual
Mensajes
8.159
Reacciones
1.992
R.e06168f4ab4fd97a281e1686565f7d24



HENRY HATHAWAY

"To be a good director you've got to be a bastard. I'm a bastard and I know it."

Nacido en 1898 como Henri Léopold de Fiennes en Sacamento, California, era hijo del actor y director teatral Rhody Hathaway y de la actriz Jean Hathaway, de nombre real Lillie de Fiennes, descendiente de la nobleza belga, por lo que Hathaway heredó el título de marqués que le otorgó el rey Leopoldo I a un antecesor suyo, de idéntico nombre original al del famoso director, que participó en las negociaciones para intentar comprar las islas Sandwich, posteriormente conocidas como Hawai, para el reino belga.

A temprana edad ya empezó a seguir los pasos de sus padres e intervino como actor infantil en varios westerns silentes, algunos firmados por Allan Dwan, y posteriormente de "chico para todo" junto a un también recién llegado John Ford, aunque su trayectoría se interrumpió con la Primera Guerra Mundial.

Después de intentar un futuro en el mundo de las finanzas, Hathaway regresó a Hollywood, para trabajar en la Paramount de asistente de dirección o director de segunda unidad de gente como Joseph von Sternberg (La ley del hampa, Marruecos), Cecil B. DeMille (Los diez mandamientos), John Cromwell (Todo un hombre), Fred Niblo (Ben-Hur), Victor Fleming (El virginiano, Flor de capricho, El destino de la carne, El canto del lobo, The Awakening...), Paul Bern o William K. Howard; lo que le permitió ir aprendiendo el oficio.

En 1932 la Paramount por fin le dio una oportunidad encargándole la dirección de varios westerns de segunda fila basados en novelas de Zane Grey, que por contrato debían volver a rodar cada siete años y en los que Hathaway ya había participado en varios como asistente en la hornada muda anterior. El primero de los que dirigió fue El legado de la estepa (Heritage of the Desert, 1932), seguido de Wild Horse Mesa (1932), La horda maldita (The Thundering Herd, 1933), Estaba escrito (Under the Tonto Rim, 1933), El paso del ocaso (Sunset Pass, 1933), El hombre del bosque (Man of the Forest, 1933), To The Last Man (1933) y El último rodeo (The Last Round-Up, 1934), siendo protagonizados todos menos uno por Randolph Scott. Siendo como eran westerns de serie b prototípicos, sí que destacan sobremanera sobre la calidad media de las producciones del género de la época, lo que le permitió a Hathaway llamar la atención de los ejecutivos del estudio para darle productos de mayor enjundia, que Hathaway supo aprovechar de manera meteórica.

Tras Ahora y siempre (Now and Forever, 1934), un buen drama familiar con Gary Cooper y Carole Lombard; Hathaway rueda también con Cooper Tres Lanceros Bengalíes (The Lives of a Bengal Lancer, 1935), su primer gran clásico, que se convierte en referencia y modelo ineludible para buena parte del cine de aventuras coloniales posteriores, valiéndole su única nominación a los Oscar. A continuación viene Sueño de amor eterno (Peter Ibbetson, 1935), adaptación de George du Marier de nuevo con Cooper, extraordinario melodrama romántico de corte fantástico, película de cabecera de los surrealistas.

Le sigue El camino del pino solitario (The Trail of the Lonesome Pine, 1936), primera película en Technicolor de tres bandas rodada en exteriores y perfectamente utilizado; una suerte de hermoso western moderno en el que Hathaway se acerca por primera vez a comunidades montañosas en estado primitivo. Después Hathaway vuelve a la aventura, deparando una serie de productos modélicos uno detrás de otro: Almas en el mar (Souls at Sea, 1937), Lobos del Norte (Swamp of the North, 1938) y La jungla en armas (The Real Glory, 1939).

Hathaway ficha en 1940 por la Fox, donde comienza con dos productos seguidos protagonizados por Tyrone Power: Johnny Apollo (1940), historia criminal con tintes morales, y Brigham Young (1940), western biográfico sobre este líder del pueblo mormón y su éxodo hasta la fundación de Salt Lake City en Utah. Curiosamente, Dean Jagger, que interpretó a Young, acabó convirtiéndose a esta congregación religiosa décadas después, marcado por su experiencia durante la película.

A ella le siguió The Shepherd of the Hills (1941), regreso a las comunidades montañosas con otro Technicolor espectacular, una bella parábola con ecos casi místicos que unió por primera vez a los dos actores fordianos por antonomasia, Harry Carey y John Wayne. Le siguió Diez héroes de West Point (Ten Gentlemen from West Point, 1942), pre-western que recuerda en parte a Ford.

En 1945 Hathaway se asocia con el productor Louis de Rochemont e inician una serie de briosos noirs, varios de ellos canónicos, de carácter semidocumental cuya novedad reside en el rodaje en escenarios reales fuera de los estudios. La serie se inicia con La casa de la calle 92 (The House on 92nd Street), a la que le siguen Envuelto en la sombra (The Dark Corner, 1946), 13 Rue Madeleine (1947), El beso de la muerte (Kiss of Death, 1947) -con un debutante Richard Widmark cuyo Tommy Udo ha pasado a la historia- y Yo creo en ti (Call Northside 777, 1948).

A continuación vuelve a ofrecer otra aventura marítima de las más redondas de la historia del género, El demonio del mar (Down to the Sea in Ships, 1949), una de las películas que mejor refleja el aprendizaje vital -tema por excelencia en la carrera de Hathaway- a bordo de un ballenero, con unos pletóricos Lionel Barrymore, Richard Widmark y Dean Stockwell.

La década de los 50 fue para Hathaway la del cambio constante de géneros, muchas veces casi hibridándoles, quizá una de las causas de su poco reconocimiento como autor, clasificándole la crítica más como un muy hábil artesano de encargo, aun cuando buena parte de sus films conserva bastante personalidad propia. Comienza la década con La rosa negra (The Black Rose, 1950) interesante aventura medieval que reincide en el tema del aprendizaje. Al año siguiente Hathaway estrenará 3 films, You're in the Navy Now (1951), divertida comedia con Gary Cooper; Fourteen Hours (1951), historia de un hombre que pretende tirarse de un rascacielos y que explora otro de los temas usuales de Hathaway: el choque frontal entre polos opuestos y las posturas condenadas a entenderse. Cierra el año El correo del infierno (Rawhide, 1951), buen western donde vuelve a latir el aprendizaje vital, con un memorable Jack Elam de villano vicioso.

Rommel, el Zorro del Desierto (The Desert Fox: The Story of Rommel, 1952) fue un biopic avanzado a su tiempo sobre el famoso general nazi, por el que Hathaway sentía admiración, con un James Mason descomunal. Después de ella, Hathaway ofreció Correo diplomático (Diplomatic Courier, 1952), thriller que retrotrae a los modos de su serie noir anterior y Niágara (Niagara, 1953), percutante noir con la Marylin Monroe más sensual posible, en uno de sus mejores papeles.

En 1954 Hathaway usa por primera vez el Cinemascope con El príncipe valiente (Prince Valiant, 1954), dinámica adaptación del cómic de Hal Foster, aunque menor comparado con otros productos suyos de aventuras. El jardín del diablo (The Garden of Evil, 1954) es mucho mejor tanto cualitativamente como en su empleo del formato panorámico, y seguramente uno de los westerns más desencantados y minusvalorados de la década, con una imponente banda sonora de Bernard Herrman, única composición suya para el género.

El tratamiento del Scope y un estupendo uso del color siguen siendo marca de la casa sus siguientes películas: Barreras de orgullo (The Bottom of the Bottle, 1956), notable melodrama fronterizo adaptando a George Simenon con Joseph Cotten y Van Johnson, actor con el que Hathaway repitió en A 23 pasos de Baker Street (23 Paces to Baker Street), reconocido título de misterio. A ella le sigue Arenas de muerte (Legend of the Lost, 1957), aventuras desérticas menores con John Wayne y Sophia Loren, aun cuando sugiere apuntes de interés. Mejor sin duda es Del infierno a Texas (From Hell to Texas, 1958), estupendo western con temas recurrentes en Hathaway.

La década de los 60 la inicia Hathaway con Seven Thieves (1960), hábil relato sobre un robo a un casino de Montecarlo con influencia en películas posteriores de similar tema. Alaska, tierra de oro (North to Alaska, 1960) es un divertidísimo producto westerniano con peleas dignas de un musical. Posteriormente le es encargada la dirección de tres de los episodios -además de la estampida de búfalos, cuyo episodio no le correspondía pero de la que se encargó él- de la epopeya La conquista del Oeste (How the West Was Won, 1962), Hathaway encaró su trabajo en esta mastodóntica producción rodada en Cinerama principalmente a capturar la magneficiencia de los grandes espacios norteamericanos y la epicidad y fisicidad de las secuencias de acción. Más adelante, tras encargarse de la preproducción de Servidumbre humana (Of Human Bondage, 1964), Hathaway abandonó rápidamente el rodaje tras las desavenencias con la protagonista Kim Novak, aceptando a rebufo el retomar las riendas de El fabuloso mundo del circo (Circus World, 1964) para Samuel Bronston en España tras el abandono de Frank Capra, e intentando salvar los muebles de un producto menor en su carrera.

Hathaway se hizo famoso en el mundillo su despotismo en el set de rodaje, usualmente requiriendo el 120% de sus actores, muchos de los cuales sufrieron sus iras: Kim Novak, Rod Steiger, Robert Mitchum, Robert Duvall, Gregory Peck, Rita Hayworth... Varias historias son elocuentes: Stewart Granger, recién divorciado en el rodaje de Alaska, tierra de oro; tuvo dificultades en meterse en el papel, y cuanto más se atascaba, más veía a Hathaway morder furiosamente el perenne puro que siempre llevaba. Karl Malden le apodó para la posteridad como Howling Hank (Hank el Aullador). Un guionista contaba que era un caballero durante la escritura del guión, pero un demonio a la hora de rodar. El especialista Dean Smith decía que rodar con Hathaway era como llevar una serpiente de cascabel en el bolsillo. Dennis Hopper se vio abocado al ostracismo y las producciones baratas tras repetir 85 tomas en Del infierno a Texas, hasta que el mismo Hathaway le recuperó para Los cuatro hijos de Katie Elder (The Sons of Katie Elder, 1965).

Precisamente para esta última película Hathaway no relajó su ritmo habitual, a pesar de que su protagonista, John Wayne, acababa de serle extirpado un pulmón afectado por el cáncer y el rodaje en Durango (México), a 2.000 metros de altitud ofrecía unas condiciones extremas. Posteriormente Wayne reconoció que la nula complaciencia que le mostró Hathaway -que también había sobrevivido a un cáncer de colon años atrás- le había ayudado a sobreponerse a la situación. A la postre, Los cuatro hijos de Katie Elder resultó ser un western enérgico de raigambre clásica aun cuando en él subyacen tintes de los nuevos rumbos que tomaba el género por aquellas fechas. Mención aparte a la estupenda partitura de Elmer Bernstein para el film.

La carrera de Hathaway ya encaraba su final, y su siguiente film sería Nevada Smith (1966), otro excelente western de "aprendizaje inverso" con un reparto espectacular, donde solo desentona mínimamente el protagonista Steve McQueen, en un papel al que claramente dobla en edad. El último safari (The Last Safari, 1967) destaca por trasladar el tono crepuscular creciente en el western de la época a las aventuras africanas y a un modo de hacer cine de una generación que se iba diluyendo a cada cineasta que se iba retirando. El póker de la muerte (5 Card Stud, 1968), era otro novedoso western con Dean Martin y Robert Mitchum de textura tenebrosa y aroma a thriller de psicópatas.

La última gran película de Hathaway sería Valor de ley (True Grit, 1969), que adaptaba ejemplarmente la deliciosa novela de Charles Portis y valió a John Wayne un merecido Oscar. Gran western ya de claro sabor crepuscular que sin embargo ofrece, junto a El Dorado (1967), de Howard Hawks; una resolución positiva para con sus maduros personajes y los nuevos tiempos que se venían encima.

Las últimas labores de Hathaway incluirían las escenas invernales de exteriores de la seminal película de catástrofes aéreas Aeropuerto (Airport, 1970), aunque no fue acreditado; un producto de acción bélica menor, Comando en el desierto (Raid on Rommel, 1971); un último western que seguía los pasos de Valor de ley de forma más discreta aunque todavía estimulante, Círculo de fuego (Shoot Out, 1971) y un producto blaxploitation francamente desconocido, Chantaje criminal (Hangup, 1974).

Como buena parte de los cineastas de su generación, retirado forzosamente por la retitencia de los estudios de la época a contratar a directores de edad avanzada por las dificultades que conllevaba asegurarlos, Hathaway fallecería once años más tarde, en 1985, a los 86 años de edad, dejando tras de sí una obra fructífera, muy rica y destacada, aun cuando se le ha negado un puesto en el olimpo que claramente se merece.
 
Última edición:
Respuesta: Henry Hathaway

Tristemente no he visto ninguna de las que has puesto (hay varios ahí que me llaman mucho la atención) pero me ha gustado muchísimo el texto. Muy bien narrado y expuesto. Felicidades, Duke. Gachón, ya podrías prodigarte así más a menudo. :palmas
 
Respuesta: Henry Hathaway

Se lo comenté a Dussander hace tiempo que tenía intención de hacerlo y la verdad es que se lo debía a Hathaway, que me ha hecho pasar muy gratos momentos, la verdad...

A lo tonto, me he tirado tres horas largas escribiendo y echando de memoria, así que la crítica de Tres lanceros bengalíes, que me la he revisado hace poco, la dejo para mañana, que por hoy ya está bien.:fiu
 
Respuesta: Henry Hathaway

No sabía que "A 23 pasos de Baker Street" era suya :sudor
 
Respuesta: Henry Hathaway

Gran post, Duke. En serio.

Aquí un ignorante hatawayano. Sólo he visto NIÁGARA, noir majo bastante turbio del que sobre todo me gustó Jean Peters, y VALOR DE LEY, que era simpática y con Wayne al fin convenciéndome aunque el remake es mejor.
 
Respuesta: Henry Hathaway

No he visto nada aún de éste cineasta, pero sólo por esa genial frase se ha ganado toda mi admiración.
 
Hace poco vi "Los cuatro hijos de Katie Elder". Muy buena.

Visualmente es magistral gracias a la puesta en escena de Hathaway (qué preciosidad de encuadres profundísimos que, literalmente, lo abarcan TODO) y a la fotografía de Lucien Ballard (por ejemplo, la escena de la escaramuza nocturna es abrumadora). Y argumentalmente, cuenta la historia de cuatro hermanos que, tras la muerte de su madre, tratan de averiguar qué sucedió con su padre asesinado y con las tierras que les pertenecían. Así, comienza una investigación y un enfrentamiento a muerte con el sospechoso, que a su vez ha contratado a alguien para que frene al personaje de John Wayne, que interpreta al hermano mayor, John Elder.

La película contiene no pocas escenas de recuerdo/añoranza/reivindicación de la madre fallecida y de comedia masculina de golpes y barra. Pero en el fondo siempre está presente la violencia y la muerte. Sabemos que brotará en algún momento. En el último tercio o así, se desencadena y el índice de mortalidad sube de forma preocupante. Las muertes y las heridas, lejos de suavizarse, se muestran con rotundidad.

Como curiosidad, papel secundario para un joven Dennis Hopper.

El plano de aquí abajo expresa una furia increíble de Wayne. Creo que es una de sus mejores interpretaciones (de las que he visto).

elder1.jpg
 
Por cierto, las películas de cine negro de Hathaway las recuerdo extraordinarias. Envuelto en la sombra, 13 Rue Madeleine, El beso de la muerte... Magníficas todas.

Otro grande del cine que igual te hacía un género que te hacía otro. E igual de bien.
 
Se me pasó este post, no sé por qué. Gran trabajo, y gran director muy infravalorado hoy. Tengo pendiente la enésima revisión de How THe West Was Won, que ahora caerá más temprano.

Entre nosotros, Duke, y out of topic... Que re-grande es, ha sido y siempre será, Hondo.
 
El plano de aquí abajo expresa una furia increíble de Wayne. Creo que es una de sus mejores interpretaciones (de las que he visto).

elder1.jpg

Y la hizo con un pulmón recién extirpado, a 2.000 metros de altitud y en pleno invierno con temperaturas bajo cero en las escenas del río.

:palmas:palmas:palmas


Max, si puedes (tú y quien quiera), de Hathaway mírate a no tardar El demonio del mar (Down to the Sea in Ships, 1949).:ok


Entre nosotros, Duke, y out of topic... Que re-grande es, ha sido y siempre será, Hondo.

Pues sí. Precisamente ayer la echaron en el Paramount Channel, me imagino que por eso viene el comentario, ¿no?

http://www.vadecine.es/vadecine2/crcas-mainmenu-27/videoteca-mainmenu-46/3282-hondo
 
Pues entonces Wayne era tan duro detrás de las cámaras como delante de ellas. Menudo animal cinematográfico. Y qué pena que aún se le siga infravalorando...

La que dices no la he visto. Queda apuntada. :ok
 
Duke, se me ocurre una pregunta: ¿por qué crees tú que Wayne no trabajó con Peckinpah? ¿Sería porque no compartía la visión de Bloody Sam? ¿O sencillamente porque a él no le interesaba Wayne como actor?
 
Duke, se me ocurre una pregunta: ¿por qué crees tú que Wayne no trabajó con Peckinpah? ¿Sería porque no compartía la visión de Bloody Sam? ¿O sencillamente porque a él no le interesaba Wayne como actor?

Pues no tengo constancia de que Peckinpah lo tantease para algún papel, pero sí se sabe que Wayne hizo algunas declaraciones en contra de Grupo Salvaje, básicamente por el exceso de gore.

Aunque sí que tuvieron alguna cercanía: se rodaron a la vez en Durango (las localizaciones de Katie Elder) La soga de la horca y Pat Garret & Billy the Kid, así que es posible que alguna botella de bourbon compartieran, jejeje...

Con todo, hubiera molado algo así:

Sam Peckinpah's "The Expendables" - 1972 - YouTube
 
Diplomatic-Courier-1952.jpg



CORREO DIPLOMÁTICO
(DIPLOMATIC COURIER, 1952)

Tyrone Power es un correo diplomático del Departamento de Estado que ha de viajar a Europa para recoger ciertos documentos secretos a cuyo contacto asesinan poco antes de que le entregue dicha información unos agentes comunistas, por lo que a partir de ahí la jefatura militar americana lo utiliza como agente para recuperar los documentos además de cebo para atraer a los agentes comunistas.

Thriller de espías modélico desarrollado en escenarios reales del Trieste de la Guerra Fría, ciudad fronteriza entre capitalismo y comunismo con todo lo que ello conlleva tanto en paisaje como en paisanaje. o que mejor define a la película es sin duda la relatividad, tanto de los personajes como de la información llena de medias verdades y mentiras que recibe Power; como de su propia condición de persona usada, peón de valor sacrificable en pos de un bien mayor.

Personajes definidos con trazos precisos, aun con la ambigüedad del mundo en que se mueven; reparto ajustado (Power, Neal, Malden, Knef y dos papelillos para Lee Marvin y Charles Bronson), un ritmo enérgico que imprime un Hathaway y que funciona como un tiro de principio a fin y una secuencia magistral a destacar en un tren, construida totalmente a base de miradas y gestos durante cinco minutos y que parece un antecedente directo de otra similar de Con la muerte en los talones. De esas de enseñar en escuelas de cine.

:palmas:palmas:palmas

2cekaq.png
 
DarkCornerPoster.jpg



ENVUELTO EN LA SOMBRA
(THE DARK CORNER, 1946)

Un detective empieza a liarse con su secretaria se da cuenta de que un tipo le sigue y pronto intentan cargarle el sambenito de asesinar al ex socio que le traicionó e hizo que le traicionó y le hizo ir a la cárcel. Con la policía en los talones y a contrarreloj, intentará descubrir a quien maneja los hilos desde la sombra.

La mejor manera de definir este noir es la de canónico, pero no canónico en el sentido de tópico y mil veces visto, sino en el de la acepción de siempre de clásico, es decir, de modelo a seguir o de libro de "Aprenda cómo se hace el cine negro con mayúsculas". Y es que lo tiene todo: un protagonista de turbio pasado al que le llegan hostias a cada paso que avanza, secretarias rubias buenorras, vividores en busca de ricachona a laque engatusar, adinerados maridos engañados con sed de venganza, esbirros con la cara hecha un mapa, esposas apocadas que llevan a la perdición...

Todo cocinado por Hathaway con la pericia de quien ha nacido para narrar historias con una facilidad pasmosa y un sentido del ritmo como pocos, apoyado en un guión férreo y hurgando en el interior más de lo que parece a simple vista, caso de la secuencia de la cámara acorazada que, reminiscencias de la Laura de Preminger aparte, esconde bajo de ella muchísimo.

Vamos, que le das los ingredientes pertinentes a Hathaway y no has de preocuparte, que es de los cocineros que casi no falla y de cualquier receta te hace un peliculón.

tdc2.png
 
Última edición:
callnorthsidetc.jpg



YO CREO EN TI
(CALL NORTHSIDE 777, 1948)

En el turbulento Chicago de 1932, en plena Ley Seca, la justicia arresta y encarcela a un hombre (Richard Conte) acusado de matar a un policía, aun cuando este se declara inocente. 12 años después, aparece en un periódico local un anuncio (con el título original de la película), puesto por su madre, ofreciendo 5.000$ por quien pueda dar alguna información a favor del reo. El director del periódico (Lee J. Cobb), intuyendo una buena historia, pone a investigar a un escéptico periodista (James Stewart) que poco a poco irá viendo que los datos no encajan y se buscó un cabeza de turco.

Estupendo thriller al estilo de los procedurales policiales de la época sólo que esta vez con periodistas, rodado con precisión de reloj suizo por Hathaway con un estilo semidocumental (la secuencia del polígrafo, con cameo de su inventor, Leonard Keeler; ese otro aparato que parece un predecesor de los faxes, etc.) y un aprovechamiento de escenarios reales bestial (ese largo pasillo en sombras, esa cárcel circular...), algo nada habitual para la época, y servidos con una fotografía en blanco y negro descomunal en sus contrastes y su profundidad de campo. Pero además, Hathaway no se centra sólo en los ambientes y cuida de unos personajes creíbles y humanos, sacando mucho juego de su reparto, especialmente de Conte y sobretodo Stewart, que por momentos parece preceder a su personaje de Dos cabalgan juntos en su cínico descreimiento que poco a poco va cambiando al ir sembrándose sobre él la duda sobre los hechos que investiga.

CN777_02.jpg
 
- "No creas lo que una mujer diga... pero sí lo que canta", dice un hombre al principio...
- "No importa lo que un hombre dice sino lo que hace", dice otro al final.

Pues nada... aprovechando la reciente edición de Divisa (blu-ray+dvd) he repescado en hd uno de los mejores títulos del tito Hank, la hechizante Garden of Evil; una interesantísima y singular mezcla de "road western", exótica cinta de aventuras y noir de machos encabritados (por la turbadora presencia de ¿femmes fatales?) que llega de nuevo a las tiendas en un momento muy apropiado, después de que en los últimos meses se hayan estrenado numerosas vaqueradas que básicamente se dedican a lo mismo: confrontar la psicología femenina y la masculina bajo una mirada existencial y pseudoteológica (resulta verdaderamente interesante establecer comparaciones entre ellas; por ejemplo, el cazarrecompensas interpretado por Cameron Mitchell, que también es de los que prefiere cargarse a la gente a traición, es retratado como un ser estúpido, mezquino, ruin, patético, llorón, débil... nada que ver con el retrato comprensivo e incluso admirable que hace Tarantino del despreciable mayor Warren en The Hateful Eight... un asesino y un cabronazo pero, al mismo tiempo, inteligente, astuto, fuerte, frío, valiente...).

Todo el mundo coincide en la belleza desarmante de la partitura de Bernard Herrmann (épica, espectacular y absolutamente adelantada a su tiempo; este hombre era un verdadero genio, y aquí se encuentran ya los ecos futuros de tipos como Williams, Goldsmith, Jarre... o incluso Greenwood. Un TITÁN.) pero a pesar de ella estamos, por desgracia, ante un título bastante olvidado e injustamente infravalorado... Tal vez porque (en el fondo), a pesar de la abundancia de planos generales, "God shots" o espectaculares contrapicados, todo transcurre de forma extremadamente sobria y espartana... Lo cierto es que esos recursos nunca se utilizan de forma gratuita (no son postalitas) sino que cumplen una función muy específica dentro del film junto a la casi total ausencia de primeros planos (creo recordar que no hay ni uno); esa distancia y asepsia a la hora de acercarse a los personajes (que para ciertos paladares puede resultar realmente incómoda) es parte indispensable de una cinta trufada de simbología que sólo se hace realmente evidente en momentos estratégicos muy puntuales (la crucifixión invertida... como la de Simón Pedro, sobre el que volveré de forma enfermiza hasta el final).

Por ejemplo, todo ese largo peregrinaje hasta llegar a la mina (que a algunos espectadores les parece excesivo e incluso insufrible, solamente soportable por la belleza intrínseca de los exuberantes parajes que recorren, al ser capturados en cinemascope) tiene una progresión muy clara y nada caprichosa: desde el mar (fuente de vida), pasando por traicioneros puertos de montaña, enigmáticas selvas copiosas en vegetación, desoladores desiertos, siniestras ruinas... hasta llegar a esa visión apocalíptica y definitiva del pueblo fantasma sepultado por la lava, donde sólo asoma un superviviente, la vieja iglesia, y bajo el que se oculta la entrada al infierno (la mina de oro). "Vivid con temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, considerando que habéis sido rescatados de vuestro vano vivir, no con plata ni con oro, corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo" nos dice San Pedro en una de sus epístolas.

Ya en el propio título la película empieza ese juego simbólico (un Jardín del Edén echado a perder) y en el exordio plantea su esquema básico, con Rita Moreno ejerciendo de seductora sirena; de cantarina y juguetona Eva que no puede evitar sentirse a gusto manipulando a la clientela masculina de la cantina. "Os ruego que, como peregrinos advenedizos, os abstengáis de los apetitos carnales que combaten contra el alma", nos avisa otra vez San Pedro... Sin embargo, el personaje de Cameron Mitchell no le hará mucho caso y acabará rendido ante el mal, con su pecador trasero ardiendo en una fogata durante la pelea que se producirá después de que intente propasarse con la mujer.

Hay todo un relato en las imágenes que complementa las disquisiciones psicológicas de los personajes (buscadores de oro, ergo pecadores): el cínico jugador de cartas (Widmark) que en realidad odia esa (su) coraza y busca deseperadamente LA VERDAD; el lacónico (ex)sheriff (Cooper) que no puede evitar ser quien es por mucho que se esfuerce en huir de sí mismo; el cobarde y lujurioso cazarrecompensas (Mitchell) que se autoengaña para poder soportarse; el valeroso y risueño mejicano (Mendoza), maravillosamente contradictorio, tan noble como interesado, tan macho como inseguro, tan prudente como insensato; o la mujer fría y distante (Hayward) que... ¡nunca deja de ser una incógnita! Todo se acaba revelando en una suerte de danza de opuestos, una ceremonia de la confusión fruto de la dialéctica ambigua, imposible y deliciosa de la película. Hay incluso pasajes de (aparente) transición aprovechadísimos, casi mágicos, en los que nadie dice nada pero el director lo dice todo: por ejemplo, en la disposición espacial (o en el movimiento interno) de los personajes dentro de los diferentes encuadres mientras hacen guardia tras un alto en el camino, alejados los unos de los otros, perdidos y sobrecogidos ante el vértigo que les produce un paisaje opresivo o unos cielos inmensos y sobrenaturales... en cosas como ésta no puedo evitar pensar también (¡anatema!) en Kurosawa.

La película termina con el rojizo atardecer y la emotiva despedida del personaje encarnado por Widmark después de su heroico sacrificio. Redimido de su (falso) cinismo, está preparado para morir ("Cada hombre tiene su cruz... No es algo tan terrible"). Simplemente buscaba algo más, un afecto verdadero, una creencia real... que al final encuentra en su amistad con Hooker ("Pues que por la obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor fraternal no fingido, amaos con intensidad" San Pedro); al alcanzar el objetivo, su peregrinaje puede por fin terminar, completándose el círculo con el plano inicial de la película (y prosigue San Pedro "El fin de todo está cercano. Ante todo mantened tensa la caridad unos para con otros, porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados").

Garden of Evil es mucho más que un estupendo western o un jugoso cuento moral. Las dudas no dejan de asaltarnos hasta el mismísimo final (y de atenazarnos incluso más allá); cuando parecen despejarse acaban resurgiendo con más fuerza... y la fe ¿se resquebraja? Habita, oculto en su interior, un trasfondo muy gris que difumina y matiza todo el entramado argumental, elevando la película a un nivel inesperado.

Un título indispensable.
 
Arriba Pie