Cuenta Carax que Holy Motors nació en el momento en que tenía entre manos unos nueve proyectos de posibles films pero no conseguía centrarse, ni creativa ni financieramente, en ninguno de ellos. Así, decidió llevarlos todos a cabo en una misma obra. Holy Motors nos muestra un día en la vida de Monsieur Oscar, un personaje cuyo trabajo es ir acudiendo a citas donde representa diversos papeles. Que nadie se ponga realista: las citas no son castings o ensayos o cosas así, son citas con la realidad, papeles que el protagonista interpreta sin filtro artístico, trozos de vida arrancados a la realidad y convertidos en materia fílmica. De hecho, Holy Motors es una película sobre los poderes del cine, que se han expandido tanto que el séptimo arte es capaz de llegar a ser el motor de la vida y no a la inversa como siempre habíamos pensado. Cada escena de la obra de Carax es una película en sí misma, un posible largometraje, y al mismo tiempo es un pedazo de realidad atrapado en ámbar para siempre, sin pasado ni futuro, un presente a la fuga (como el de Cosmopolis) que morirá cuando muera la situación en cuestión, dejándonos huérfanos de cine y vuelta a empezar. Como cuando Godard asocia ideas a un ritmo vertiginoso hasta el punto que asimilar cada una de ellas se vuelve tarea imposible al tiempo que se visiona la cinta, Carax elabora posibles relatos (no cruzados ni inconexos, sino polinarrativos) cargados de una emoción únicamente apreciable en tiempo presente, pues cuando termina la cita muere la emoción y ya nos estamos moviendo a la siguiente. No hay tiempo para pensar, sólo para sentir, los nanosegundos corren y el cine tiene demasiado que contar, razón más que de peso para entender por qué Carax mezcla en una misma escena todo tipo de referencias contradictorias y gratuitas en apariencia: la canción de Minogue y su aparición posterior, Eva Mendes con burka, los monstruos que copulan, el perro en el cine, Marey y Muybridge, el entreacto, la mendiga, Georges Franju, el cine de Pixar, la belleza de París, Kubrick y su odisea espacial, la protesta contra los bancos, Jekyll y Hyde, las grandes corporaciones…
No acabaría nunca, y es que ahora estoy pensando que la mejor crítica de Holy Motors pudiera ser una donde únicamente se fueran mencionando elementos que a uno le llaman la atención en el film. O aún mejor: un libro de firmas o un tweet o post de Facebook donde cada uno vaya añadiendo detalles de Holy Motors que quiera destacar, que le hayan emocionado. Yo digo otro: me hizo mucha gracia que, cuando aparece Monsieur Merde, la gente lo reconozca, como si no fuera únicamente un personaje de cine… Pero claro, lo reconocen dentro de su relato, y quienes gritan su nombre son a la vez actores, y las capas del film no terminan nunca, nunca, nunca…