Harkness_666
Son cuatro
El hombre invisible, de James Whale
Un hombre de ciencia descubre el secreto de la invisibilidad física y pierde el juicio, convirtiéndose en un peligro para sus semejantes cuando toma conciencia del enorme poder que tiene entre manos. Whale repite fórmula, tomando como referencia nuevamente a un autor precursor de la sci-fi, y vuelve a presentarnos a un “mad doctor” cuyo descubrimiento le lleva a creerse superior al común de los mortales, por encima de cualquier ley y capaz de cualquier cosa; el hombre no debe jugar a ser dios, la ciencia tiene a veces sus peligros, etcétera. No le vemos el pelo a Claude Rains en todo el rato (los efectos no están mal para la época), pero realiza una interpretación sumamente carismática de lo que sería un supervillano en toda regla.
Lo más gracioso de ver es cómo la temática de terror deriva en una comedia negra y sainetesca, con el hombre invisible desatando el pánico y la psicosis entre sus semejantes, y eso que estamos ante un criminal que no duda en matar, sabotear y agredir a cualquiera. Vuelve a estar la vieja histriónica de “La novia...” poco menos que repitiendo el mismo papel, y hay un paganfantas de la sufrida pareja del protagonista. Lo más interesante, que la monstruosidad sigue siendo un reflejo de la condición humana; concretamente, la soledad y el aislamiento producidos por la invisibilidad, apartando de los demás y conduciendo a la locura. Por otra parte, una película cuya concisión narrativa y ajustado metraje resultan ejemplares.
Con moralina, pero un muy recomendable clásico del cine fantástico, donde de refilón puede intuirse la personalidad del creador de Frankenstein.
Un hombre de ciencia descubre el secreto de la invisibilidad física y pierde el juicio, convirtiéndose en un peligro para sus semejantes cuando toma conciencia del enorme poder que tiene entre manos. Whale repite fórmula, tomando como referencia nuevamente a un autor precursor de la sci-fi, y vuelve a presentarnos a un “mad doctor” cuyo descubrimiento le lleva a creerse superior al común de los mortales, por encima de cualquier ley y capaz de cualquier cosa; el hombre no debe jugar a ser dios, la ciencia tiene a veces sus peligros, etcétera. No le vemos el pelo a Claude Rains en todo el rato (los efectos no están mal para la época), pero realiza una interpretación sumamente carismática de lo que sería un supervillano en toda regla.
Lo más gracioso de ver es cómo la temática de terror deriva en una comedia negra y sainetesca, con el hombre invisible desatando el pánico y la psicosis entre sus semejantes, y eso que estamos ante un criminal que no duda en matar, sabotear y agredir a cualquiera. Vuelve a estar la vieja histriónica de “La novia...” poco menos que repitiendo el mismo papel, y hay un paganfantas de la sufrida pareja del protagonista. Lo más interesante, que la monstruosidad sigue siendo un reflejo de la condición humana; concretamente, la soledad y el aislamiento producidos por la invisibilidad, apartando de los demás y conduciendo a la locura. Por otra parte, una película cuya concisión narrativa y ajustado metraje resultan ejemplares.
Con moralina, pero un muy recomendable clásico del cine fantástico, donde de refilón puede intuirse la personalidad del creador de Frankenstein.