(
Captain Phillips, Paul Greengrass, 2013)
"Capitán Phillips" podría decirse que hermana a la perfección con "United 93" y no es para menos. Para empezar Greengrass vuelve con todos los fueros que tanta fama le reportaron y lo encumbraron como uno de los directores más viscerales, enérgicos y con la lección aprendida en cuanto a cómo exponer una historia y convencer con el resultado se refiere. Basada en el libro "A Captain's Duty: Somali Pirates, Navy SEALS, and Dangerous Days at Sea", de Richard Phillips y Stephan Talty, se puede decir que a excepción de los 10-15 primeros minutos donde el ritmo es más pausado pero sin perder de vista el objetivo de la propuesta (ponerle rostro a los personajes implicados) "Capitán Phillips" es un tour de force con adrenalina en vena y un ritmo que es pura tensión.
Porque esta no es una película de diálogos sino de frases concretas y al grano. Todo lo que aquí importa es lo visual y como se expone. Greengrass, una vez más, hace galopar la historia sobre dos pilares fundamentales: el capitán que tiene que hacer frente a una situación que le supera y unos piratas que han convertido la piratería en aguas internacionales en el negocio (lucrativo) del abordaje con la metralleta en mano pero la lección aprendida de que ellos terroristas islámicos sino que lo hacen para sobrevivir (de una forma no tan clara ni tan simple). Lo más importante es que el trailer es tan sólo la punta de un iceberg muy grande y muy profundo. Y no quiero decir con ello que el mensaje o el fondo sea filosófico o con una propuesta sesuda, todo lo contrario. A pesar de que la pobreza (extrema) de Somalia empuje a su pueblo a dedicarse a la piratería aquí no hay mensajes de reivindicación ni tan siquiera elementos maniqueos que podrían haber dado al traste con todo el equipo. Al contrario, la sutileza es innecesaria y aquí se va al grano.
Acción. En su más pura esencia. Tensión. En el nivel más básico y primigenio: sobrevivir ante una amenaza tan real como cuatro piratas que te apuntan a la cabeza si no consiguen 10 millones de dólares. No hay más. Y no hay menos. Un ejercicio de estilo frenético que no descansa. Incluso en los momentos calmos el miedo ante lo inevitable, ante lo improvisto, ante lo desconocido se hace palpable en cada mirada, en cada gesto, en cada acción. Impagable un Hanks que vuelve a demostrar ser el gran actor que siempre ha sido apartando por un momento su vis cómica o pícara para ser un hombre que se encuentra en una vorágine de tensión, miedo, desesperación, superación y supervivencia. Su rol es uno de los más agradecidos en lo que va de año y concibe un personaje que intenta proteger a su tripulación con sensatez (en la medida de lo posible) pero sin resultar patético, sin tirar de heroicidades innecesarias ni poses de action hero. Porque esto es un filme casi rozando el cinema verité en más de una ocasión y no se trata de superpoblar la película de vaciladas ni americanadas a lo acostumbrado.
Pero otro de los elementos fundamentales y que hacen creíble la experiencia es la presencia (impagable y agradecida) del debutante Barkhad Abdi como el somalí Muse, el cual su rostro refleja a la perfección el hambre y la muerte de su país natal. Su personaje inquietante pero cargado de matices (tanto morales como físicos) hacen que sea un villano extraño en su forma y nada simple en el fondo aunque sea un pirata. Lo más interesante de su personaje es que no chirría, no está cargado de frases vacías aunque estén un tanto trilladas y sobretodo no es un personaje desdibujado aunque esté perfilado en cuatro esbozos. Porque llega un punto donde la situación le supera, la presión lo acorrala y lo que en principio le parecía un trabajo sencillo (secuestrar y cobrar del seguro) se acaba convirtiendo en un tour de force extremo e íntimo a partes iguales.
"Capitán Phillips" es una película que en su conjunto no molesta, no chirría, no hace dudar ante el espectáculo que contemplamos y sobretodo no se posiciona pues simplemente deja que la historia sea la que nos meta en esa olla a presión. Porque más allá de las actuaciones enérgicas de los dos protagonistas y los matices que los envuelven (secuestrador y secuestrado) es una película de escenas. Muy concretas. Que convierten a esta película en una colección de momentos que se convierten en pura artesanía en lo que a forma y fondo se refiere, con un montaje preciso, una técnica de perro viejo y un estilo remarcado sobre la credulidad y la puesta en escena. Eficaz desde cualquier punto de vista y con la tensión bien trabajada en todo momento.
Tan sólo hay que ver el abordaje, el momento de los cristales, la gran parte del metraje en el interior de la barca donde la opresión de un recinto tan cerrado da pie a los mejores momentos o la aparición de los SEALS en el momento más brutal de toda la película (que a pesar de imaginarse uno el final pues no olvidemos que está basado en hechos reales y muy recientes sigue manteniendo el suspense y la posibilidad). Que el espectador conecte (o no) con la historia que aquí se nos presenta y sus personajes va a decisión de cada uno pero el despojarla de cualquier emoción y de cualquier momento sensible que podría haberla convertido en un thriller al uso hace que estemos ante un trabajo cinematográfico impecable. Porque después de dos horas largas (y sufriendo con todos y cada uno de los golpes que recibe Tom Hanks) el momento más calmo hace que uno respire aliviado no sin antes replantearse como hubiésemos reaccionado nosotros. Sólo sé que el que aquí escribe ha expulsado dos lágrimas (reales) a favor de ese desmoronamiento necesario ante tanta presión acumulada.