- El caso es que la primera película de
"El Hobbit" conserva el sabor de la trilogía de "
El Anillo" original. La veo como el escritor que se pone a redactar una secuela tras años de no escribir y en los primeros capítulos disfruta como niño con zapatos nuevos recuperando personajes anteriores y el universo que dejó atrás. El prólogo en Hobbiton con Frodo y Bilbo, con el toque y retoque de maquillaje y CGI justo como para que no cante demasiado que han pasado diez años; la aparición de Gandalf; la presentación y cena de los enanos; el mensaje de Gandalf de que si Bilbo se aventura en el viaje no puede asegurarle el regreso y si vuelve ya no será el mismo; la partida de Bilbo cruzando los campos, a todo correr con el contrato en la mano... sin embargo ese sabor clásico original que quizá llega hasta la secuencia de Rivendel (la estatua sosteniendo los restos de la espada de Isildur, la pintura de la derrota de Sauron, Bilbo fijándose en el anillo), se va diluyendo poco a poco.
La aparición de Galadriel y Saruman no acaba de funcionar como debiera. Son ellos, los conocemos pero con un cierto sabor de pastiche, como postizos. El festival musical de Trasgolandia

, ya empieza a hacernos pensar que estamos ante algo bien diferente a la trilogía de "
El Anillo", pero antes de que nos demos cuenta ahí está Gollum, enorme personaje al que siempre es un gustazo recuperar y de nuevo Peter Jackson nos vuelve a meter de cabeza en la magia de la trilogía anterior.
Para enmarcar, mi momento favorito de
"Un Viaje Inesperado", aquel en el que sigue habiendo magia, la magia que Gandalf le dice a Bilbo que se siente al llegar a Rivendel. Gandalf sabiendo que Bilbo ha encontrado algo en la caverna de los trasgos. Algo, un objeto que acaricia en su bolsillo y que le ha permitido escapar con vida pero algo peligroso... demasiado peligroso como para entenderlo en ese momento.
El pajarillo picoteando en la montaña y la amenaza del dragón que despierta sigue mostrándonos lo mejor del director. Un detalle tan trivial como el de un ave haciendo un ruido inocuo pero que es bastante para hacer que un dragón dormido, una amenaza antigua se despierte...
Como en la trilogía de "
El Anillo", esta primera entrega me deja el mismo sabor de boca y ganas de revisión continua que
"La Comunidad del Anillo". No así la segunda y tercera entregas. Como el escritor de secuelas, el director pone a partir de
"La Desolación de Smaug" el piloto automático y no sabe cómo lidiar con todo el material original y el inventado (ese romance Tauriel-Kili... el Legolas action man-marine-mercenario-alegría de la huerta que poco tiene que ver con el casi etéreo de la saga de "
El Anillo" ) y se lía a un nivel tal, que en el cúmulo del despropósito omite elementos del libro original en favor de los nuevos. El guion se pierde, las páginas ¿se mezclaron?

y a pesar de las versiones extendidas, nos quedamos con la sensación de un corta pega que hubiera necesitado de mejor planificación. Se ha manejado un gran presupuesto y sin embargo nunca puedo olvidar que la estatua de oro que forjan los enanos en la fragua de la montaña para acabar con Smaug, se ve en pantalla peor que si fuera esto


:
En ningún momento me creo que estamos ante un monumento macizo de oro que se va a venir abajo para enterrar al dragón bajo toneladas de oro. Huele a acabado deprisa y corriendo y el efecto de rey mago de chocolate en Navidad tira para atrás.
Veo desidia en el rodaje de la batalla de los
"Cinco Ejércitos". Una batalla es por extensión un caos de ataques y asaltos, de cargas y retiradas, pero ha de haber una planificación. Aquí da la sensación de que todos se han puesto en movimiento y la cámara rueda sola y se ha montado el resultado corre, corre que te pillo. Algo más o menos como esto:
Me da el pálpito de que que en unos años, veremos un nuevo montaje de estas películas. No pido que Jackson se marque un George Lucas pero creo que pasado un tiempo, el director podría remontar las tres películas. La sensación de corte final de la segunda para recuperar la venganza de Smaug al comienzo de la tercera es un despropósito digno de telenovela de Antena 3:
"Volvemos después de la publicidad". Ya tiene razón Bilbo cuando con rostro de pavor exclama: "¡Qué hemos hecho!". Cierto... ¡Qué habéis hecho con ese final! El continuará es necesario en toda saga de películas. Hay cabos sueltos que se solucionan en cada nueva entrega pero nunca y eso es o debiera ser un principio de escuela de cine, nunca dejar al espectador con un tijeretazo final, estilo: "Había que cortar aquí porque no teníamos ni idea de cómo cerrar y engarzar con la siguiente película", que se enciendan las luces de la sala y se quede el público con cara de:
En la trilogía de Star Wars, episodios IV, V, VI, tenemos finales lógicos y cerrados en cada entrega. La aventura continúa y el espectador sabía que tenía que esperar unos años hasta la siguiente entrega ¿Cuál sería el destino de Darth Vader al perderse en aquella nave al final de la destrucción de la primera Estrella de la muerte? ¿Era cierto que Darth Vader era el padre de Luke? Dudas, enigmas pero con cierres perfectos hasta la siguiente entrega. El tijeretazo de
"La desolación de Smaug" es una muestra de lo que no debe ser la entrega de una saga. Quita metraje, redistribuye contenidos si es necesario, pero no me cortes el final abruptamente con la misma fiereza que Vader corta la mano a Luke. Como espectador me siento abatido y dolorido por ello arrojándome al vacío. La diferencia es que en mi caso, el colchón de
"La Batalla de los Cinco Ejércitos" no me ofrece ningún consuelo.
Afortunadamente me queda la ilusión de ese final en el que el joven Bilbo envejece ante nosotros en pantalla, la transición de un Martin Freeman a un Ian Holm es perfecta. Bilbo se convierte en anciano, golpean la puerta, escuchamos la voz de Gandalf y soñamos con el comienzo de
"La Comunidad del Anillo". Pronto...
los Nueve partirán de Minas Morgul y cruzarán el rió Isen en la pascua de Verano, vestidos de Jinetes Negros.