La Venus de las pieles
Simpático y desde luego muy gamberro ejercicio de literatura dentro de teatro a su vez dentro de cine, duelo interpretativo y verbal en un escenario único, precisamente el de unas tablas en las que se resume y se asume sin reparos la naturaleza teatral de la propuesta. Es en estas ruinas de lo irreal donde tiene lugar una dinámica de muñecas rusas, de espejos y ficciones que se retroalimentan, se prolongan hasta el propio cineasta, con más que obvias referencias a sí mismo cual apertura en canal (es un adaptador cuya adaptación trata… sobre un adaptador haciendo una adaptación). Al drama se suma una progresiva inmersión en una pesadilla que como de costumbre, tiene mucho de bufonada, de comedia negra que se carcajea de sí misma, en la que se intercambian los roles, el poder, conforme a la novela de Sacher-Masoch, traspasándose los límites entre la simulación y la realidad aparente en una confusión que afecta, cómo no, al espectador. Hasta aquí todo “normal”, funcionando como compendio de la obra y obsesiones del polaco, con potentes actuaciones, en especial la de ella y su constante dualidad, entre la femme fatale amenazante, con sorpresas bajo la manga, y la pobre colgada desvalida, en una estructura más o menos previsible en la que abundan revelaciones y giros de tuerca. Habla además del proceso creativo y la intromisión de circunstancias imprevistas, del ingenuo (inseguro) creador en su torre de marfil, estético aristócrata que idealiza el pasado frente a la supuesta vulgarización del presente, que piensa que puede distanciarse de lo que narra, pero tal cosa tiene mucho más que ver con él de lo que él mismo reconocería.
Pero lo que sorprende es quizá cómo aborda las visiones contradictorias en torno a un producto cultural, la sátira sobre el reducir cualquier obra del espíritu a las interpretaciones políticas y sociales del momento sin tener en cuenta su contexto, sobre el eterno debate sobre si algo es machista o no lo es... que de hecho, contagia a la propia peli, con un final que no sabemos si habla de lo malas que son las féminas, o de lo tontos y egoístas que somos los tíos. Cosa que, como obra previa a la era “me too”, creo que adquiere relevancia por cómo lo anticipa. Un testamento de odio pero también de devoción al “sexo débil”, que recupera temas de sadomasoquismo, travestismo y dominación en unos juegos que no son tan juegos. Autocrítica y sentimiento de culpa del macho, exaltación de la mujer como diosa terrible, en un desmadre que alcanza la categoría del mito; atención a cómo se abre y se cierra la peli, la función, ¿puro delirio? ¿fuerza cósmica o justo castigo divino? “Y Dios lo castigó… poniéndole en manos de una mujer”. Pero también es esa victimización cobarde e interesada del hombre, ese “todas putas” cuando él mismo es causante de la desgracia y creador de prejuicios… al final es precisamente el Roman quien mejor habla de todo ello, y tiene narices que lo haga de forma de tan festiva, tan desprejuiciada y ligera. Buen uso, en fin, del mínimo espacio, creando una atmósfera muy gótica, con importancia de la ropa y el vestuario (lo simbólico y tal…), de los toques musicales que aporta Desplat y de la fotografía, marcada por los ángulos de cámara y los cambios de iluminación.
P. D. Añado: Más que ser malvado, o maltratador (que se sería lo fácil), el hombre es hipócrita y manipulador, no se compromete con sus propias reglas y siempre va a ser él quien domine el cotarro, El gran crimen histórico no ha sido la violencia física sino la simbólica, una suerte de “escritura masculina” en literatura… Y es como si Polanski, reproduciendo o parodiando literalmente la cita del pervertido autor del libro, nos dijera que ni él mismo puede escapar de ella.
