¿No has advertido que ya no hay huelgas ni manifestaciones, aunque haya once millones de españoles en situación de pobreza, aunque los precios de los bienes de primera necesidad y los servicios básicos estén disparados, aunque padezcamos el mayor paro juvenil de toda Europa? Nuestro partido ‘woke’ ha desactivado toda forma de protesta organizada; y ahora el malestar social se expresa en dietas veganas, en cambios de sexo o de género, en macrobotellones o en vandalismo nihilista; en un zurriburri, en fin, de rebeldías aspaventeras sin cauce político.
Pero, para que Podemos terminase de ser un partido ‘woke’ a nuestro entero servicio había que poner al frente una lideresa sistémica promocionada a saco en los medios que están bajo nuestro control (o sea, casi todos). Evidentemente, la persona idónea era Yolanda Díaz, con su charlatanería de neomonja discípula de Paulo Coelho, tan empática y matriota, tan inclusiva y pedagógica, que nos permite colar como revolucionarias medidas concebidas para beneficiar a las grandes empresas.
El acuerdito de marras no es más que un apaño propio del «consenso político», que es el punto de encuentro de la gente sin principios.
(...) la constitucionalidad de las leyes la juzgará un órgano político como el llamado Tribunal Constitucional, que no es sino la última instancia para consolidar las leyes progresistas que conviene entronizar para rediseñar la naturaleza humana. Esta es la misión última del acuerdo logrado entre peperos y sociatas. Todo lo demás son milongas de analistos y analistas.
¿Qué es la concordia? En política, la corrupción suprema: reparto del botín, en palabras de Ortega sobre la Restauración.
(...) Al españolejo es fácil engañarlo con la concordia porque cree que la política, siendo por definición conflicto, lleva a la crispación, y la crispación, a la guerra civil, «como en el 36».
¡Maligno es el Estado de partidos! ¡Maligno es el pacto PSOE-PP! ¡Maligno es el consenso disecador! Vean esa película y lo sentirán vivamente.