Scrappy Coco dijo:
Lo de lesbiana (o bisexual) lo decía porque dejabas claro que tenías una WAT.
Lo de joven lo digo por las fotos (aunque salgas pintada y con hábitos franciscanos).

Es que esa no era yo y, tengo MAT fué una equivocación de términos sin importancia.
En serio, hay veces que se pierden los papeles y los primeros que nos arrepentimos de nuestro comportamiento, somos nosotros mismos. Pero es que desgraciadamente, los niños te llevan a perderlos porque nunca ven el límite.
Recuerdo una vez que mi hijo tenía dos años y pico y yo estaba embarazada de cinco meses. Tenía una moto que era un correpasillos, esta:
Se emocionaba con ella cosa mala y cuando salíamos a la calle cogía los 250 km/h y porque estaba autolimitada. Así que opté por sacarle agarrado con una cuerda que llevaba en la mano y el otro extremo, atado al manillar. Cuando llegábamos al parque, le soltaba y allí corría lo que le daba la gana. Sí, parecía que llevaba a un perrillo, pero es que el jodío niño, se escapaba.
Pues bien, llegué al parque le solté y empezó a gozar del viento en la cara y la libertad. Comenzó a alejarse más y más y mucho más, y yo empecé a gritar más y más y mucho más. Y el niño, sufrió un repentino ataque de sordera pasajera. O sea, pasó de mí ampliamente. Así que se terminó el parque y enfiló la acera, mientras yo podía adivinar en su cara una satisfacción sólo comparable a lo que sintieron Dennis Hopper, Peter Fonda y Jack Nicholson en Easy Rider.
Empecé a correr detrás de él, porque la distancia podría ser bien a gusto de 200 mt, sujetando mi barriga que ya era considerable. Llegó un momento que le perdí de vista. Uno de los padres que estaba en el parque vió la escena y empezó a correr detrás del "cabróndelniño" y yo detrás con una falta de agilidad y poca gracia notabilísima. Y llegó otro momento en que perdí de vista también a aquel amable padre desconocido. La angustia era inenarrable, creedme.
Tuve que dejar de correr porque mi barriga empezaba a "quejarse", comenzaron una serie de contracciones que iban en aumento, y continué por detrás de ellos a paso de ligero. Al cabo de unos minutos que se me hacían horas, ví muy muy muy a lo lejos a aquel padre, con mi hijo de la mano y la moto en la otra.
A mi hijo, le había dado por meterse en la Farmacia y de casualidad, ese padre, le vió a través de los escaparates. Desde donde empezó a escaparse hasta donde apareció, facilmente había una distancia de 300 metros o más. Cuando llegué lo primero que dije fué muchas gracias al caballero y después un soberano tortazo, sí tortazo, a mi hijo. Se me pusieron los huevos de corbata por dos cosas, una: mi hijo se escapó sin ningún remordimiento al escuchar mis gritos desesperados y dos,se enganchaba a la mano de cualquier desconocido que le dijera: ven conmigo que te llevo con tu madre...
¿Comprendéis el alcance de toda esta pesadilla, verdad?. Pues también deberéis entender mi salida de madre con el guantazo. Dos cosas sucedieron como consecuencia, que le tiré la moto a la basura y que tuve que llamar a mi MAT para que me llevara de urgencias porque las contracciones no cesaban.
Y por supuesto, no hubo Dios que me quitara el cargo de conciencia por el guantazo y por, encima, haberle tirado a la basura su juguete más preciado.