-Dicen que la segunda película es la difícil.
No creo que llegue en un momento en el que llegue la película “fácil”. Por muy buenas que sean las circunstancias, la decisión sobre qué contar y cómo hacerlo siempre será un laberinto.
-”Extraterrestre” se ha rodado con pocos medios, ¿pensaste en una cinta modesta desde el principio?
Intenté trabajar el guión al máximo, para que en ningún momento se echase en falta nada en pantalla. No quiero que la película parezca modesta en pantalla, sino que sea coherente con las situaciones y los personajes. A Julián Villagrán le importa mucho más estar cerca Michelle Jenner que la salvación de la raza humana, por eso no vemos explosiones en pantalla. Un momento… ¡alguna explosión sí que hay!
-¿Por qué cuesta tanto levantar un proyecto cinematográfico?
Porque el cine, por muy barato que sea, sigue siendo caro, y los beneficios siempre son inciertos. Si es difícil sacar adelante la nueva de “Men in Black”, imagínate las mías.
-¿El futuro del cine está en este tipo de producciones modestas?
Está en la diversidad. Tenemos que luchar para que, entre las superproducciones y el cine experimental haya ofertas de todo tipo.
-¿Qué te parece la moda del crowfunding? No es nada nuevo, en realidad…
…como ya sabemos la generación que vivió “La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos”. El crowdfunding –reunir dinero mediante contribuciones anónimas- puede traernos un cine nuevo, refrescar la relación con el público, generar un nuevo mercado… Tiene un peligro, que a los creadores nos mueva a ceder a las expectativas del público antes incluso de rodar la película. Y es que creo que el público tiene que tener la última palabra, pero no necesariamente la primera.
-¿Cómo definirías “Extraterrestre”?
Una mezcla entre “Mujeres al borde de un ataque de nervios” e “Independence Day”.
-¿Qué tipo de público la disfrutará especialmente?
No quiero hacer un cine excluyente. Es más, creo que es parte de mi misión que la película pueda ser disfrutada por públicos muy distintos.
-¿Qué fue lo más complicado del rodaje? ¿Y del proyecto en general?
Lo más complicado y peligroso de rodar fue la última secuencia, de la que no puedo contar mucho aquí. Creo que, en general, lo más complicado fue el salto de fe de Nahikari Ipiña, la productora. Fue ella la que se tiró a la piscina en un momento en el que no sabríamos si podríamos terminar la película.
-¿Tuviste claro el casting desde el principio?
No sólo tuve claro que Julián Villagrán sería el protagonista, es que la primera vez que conté el guión en voz alta fue a él, todavía no había nada escrito. De la escritura surgió Cimas y Areces, con el guión ya acabado surgió Michelle… Noguera fue una idea feliz que llegó con la reescritura.
-Carlos Areces no enseña el trasero, sus fans, ¿qué pensarán?
Es una provocación. Es como si Pamela Anderson fuese con jerséis de cuello alto en “Los vigilantes de la playa”. No sólo eso, es que además hay otros dos miembros del casting que sí enseñan el culo. Es un escándalo.
-¿Incluir a Miguel Noguera es un guiño a sus seguidores? En parte, compartís fans en la red…
No, no, Noguera tiene un valor en sí mismo muy importante. Si no fuese así, no tendría el papel que tiene en el desenlace.
-Da la sensación de que hay una nueva generación de cineastas a la que le cuesta asomar la cabeza porque la anterior generación tampoco está asentada.
Para que veas cómo está la cosa de rara, no sé si pertenezco a la primera generación que comentas o a la segunda.
-Uf, cómo andará la tercera… ¿Ves el futuro en el extranjero?
El cine español se ha ganado un prestigio gigantesco ahí afuera, no podemos permanecer indiferentes.
-¿Cómo va ese proyecto con Mark Millar?
El guión de “Supercrooks” está terminado, y ha aterrizado en algún despacho. Mientras tanto, ahora se publica el primer número del cómic, que se ha escrito de forma paralela, en el cual colaboro con algunos elementos de la historia. Es muy excitante, es lo más parecido a un comic mío que ha habido nunca.
-Para acabar, peliaguda pregunta inevitable: ventajas e inconvenientes de la popularidad en internet.
Están estrechamente unidos, a veces no se distinguen. Es como un contrato en el que toda la letra es pequeña.