(
Lethal weapon 2, Richard Donner, 1989)
- ¡Inmunidad diplomática!
- Ha sido revocada.
Arma letal marcó un antes y un después en el género y en la década. Estaba cantado que una secuela no se iba a hacer mucho de rogar después de la cantidad ingente de dinero que recaudó la primera entrega. 2 años después, Richard Donner se puso tras la cámara con cambio de guionista al frente aún basándose en una historia del propio Shane Black y Warren Murphy (Black quería "matar" a Riggs a manos de los villanos, un completo suicidio para algo que olía a saga desde lejos). Desde los primeros segundos, con un Gibson desatado en el interior del coche, "Arma letal 2" dejaba claro que era la clásica secuela donde todo era mucho más grande, mucho más ruidoso y sobre todo con mucha más acción. El guión ya sería otro cantar. Era mucho más blando, menos trabajado y con la crítica social del momento, en este caso el Apartheid.
Una de las novedades era la inclusión de Joe Pesci como Leo Getz, un personaje tan irritante como entrañable. Su presencia molesta y su actuación irradian nerviosismo tanto para los personajes que lo rodean como al espectador pero cierto es que acabó resultando todo un acierto para la crítica. Al igual que se añadía la parte amorosa para Riggs con la inclusión de Patsy Kensit, una belleza sin igual y que acabaría siendo un elemento fundamental para desatar la ira del personaje de Gibson, al igual que el guión añadía la cuña emocional de que los responsables del accidente de su fallecida esposa eran los villanos de esta segunda entrega. En este caso, los malos de la película son meros figurantes trajeados comandados por un interesante aunque monotemático Joss Ackland ("¡Inmunidad diplomática!"), acostumbrado a interpretar este tipo de roles y cuya presencia siempre es de agradecer aunque aporte más bien poco.
Donde no llegaba el guión, pues es patente que no hay filigranas ni giros argumentales en el mismo más allá de un par de pinceladas, lo hacía el espectáculo del género y de la saga en sí, donde se empezaba a notar la constante de unos cuantos minutos de diálogo y comedia y otros tantos dedicados a secuencias de acción, junto con espectaculares situaciones rocambolescas que daban a la saga un tono realmente jugoso tanto para la taquilla como para el espectador amante del cine de acción sin prejuicios. Momentos como la primera persecución, donde aparecen helicópteros de la nada sin que nadie note su presencia (añadiéndole el elemento central del personaje de Riggs, corriendo como un loco en medio de la carretera), la bomba en el lavabo de Murtaugh (una de las escenas más recordadas de toda la saga), el metralleteo de la caravana de Riggs, el todoterreno destrozando la casa del malo o la escena final en el barco son sólo piezas de un puzzle que sin tener la novedad de la primera entrega funcionan muy bien en su conjunto.
La película es mucho más directa, concisa pero menos interesante en cuanto a historia, dejando la presencia de la familia de Glover en apenas dos escenas y una de ellas como el elemento cómico de la película. La química entre la pareja protagonista seguía siendo lo más llamativo y funcional de esta entrega y Gibson demostraba ser una de las estrellas más eficaces del Hollywood de la época, con la paranoia del personaje y sus dotes para la física del género muy bien expuestas (la dislocación del hombro es uno de esos puntos añadidos muy llamativos al respecto). Añadámosle una partitura de parte de Eric Clapton, Michael Kamen y David Sandford muy funcional a pesar de un exceso acuciante de saxofón y una fotografía de Stephen Goldblatt muy adecuada para la ocasión (siendo las escenas nocturnas las más llamativas como la escena final) consiguiendo una secuela bastante inferior a la primera entrega pero lo suficientemente solvente y eficaz en cuanto intenciones y resultado.